La aventura inició en el Jardín de los Berros, donde se erige el monumento a Miguel Hidalgo; es el parque donde aprendió a andar en bicicleta y a deslizarse con sus patines sus patines de bota que eran azules con franjas amarillas, recuerda el tenor.
El sitio donde jugó, se rió y hasta se cayó varias veces mientras dominaba la cicla está frente a la escuela Salvador Díaz Mirón, en la que estudió el artista galardonado como el 'Mejor cantante de ópera del mundo', en 2021.
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Desde que hace 35 años egresó de este colegio de la Secretaría de Educación de Veracruz, no ponía un pie ahí, hasta que MILENIO lo invitó a regresar a la primaria para evocar y registrar por primera vez esos inolvidables momentos que no están en ninguna biografía de Camarena.
Accedió a dicha petición con especial cariño, a unos días de la presentación que tendrá en la Arena Monterrey, el próximo 27 de septiembre. Aseguró que será un gran concierto porque interpretará canciones para todos los gustos: “Desde Una furtiva lágrima, de la ópera El elixir de amor, pasando por Bachata rosa, de Juan Luis Guerra, hasta llegar a la música vernácula con el Mariachi Tecalitlán de Monterrey”.
Foto: Araceli López
El túnel de tiempo
Al cruzar la reja de la escuela primaria Salvador Díaz Mirón, Javier Camarena ingresó al túnel del tiempo: se remontó a la época cuando, en 1986, estudiaba sexto año de primaria en el Grupo D, recorría entonces los largos pasillos y subía las escaleras para dirigirse a su salón de clases, ubicado al final del segundo piso.
Alejandro Jácome Roldán, director de la escuela, le dio la bienvenida al tenor mexicano, aplaudido en los mejores escenarios del orbe. Lo acompañó por el recinto en el que disfrutó momentos inolvidables de su infancia, como subirse a los árboles que había, acompañado de sus amigos para cortar guayabas y nísperos que se comían en el recreo.
Caminó hacia el salón de clases, asignado a los alumnos y alumnas del 6º D. Los pequeños, acompañados de la maestra Adriana del Callejo Ángeles, se sorprendieron al verlo; aunque no lo conocían, jamás olvidarán ese momento de su vida.
El tenor platicó con ellos. “Soy Javier Camarena, terminé la primaria en 1987, soy cantante de ópera. Nací en Xalapa hace algunos años y estamos ahora recordando cuando estuve en esta escuela”.
Foto: Araceli López
El director de la primaria, apelando a la generosidad de Camarena, le pidió que les interpretara alguna canción. El tenor aceptó con la bondad que lo caracteriza, a pesar de que no había ni siquiera vocalizado.
Les dijo que había una canción que le gusta mucho: “La Malagueña salerosa, ¿la conocen? Es una canción mexicana, un huapango, un estilo musical de la huasteca de Veracruz. Para ustedes…”.
Los infantes no daban crédito al escuchar esa voz que retumbó en el salón. Camarena cantó como siempre: con el corazón; se entregó a ese nuevo público.
“Qué bonitos ojos tienes/ Debajo de esas dos cejas/ Debajo de esas dos cejas/Qué bonitos ojos tienes. Ellos me quieren mirar/ Pero si tú no los dejas/ Pero si tú no los dejas /Ni siquiera parpadear”. Recurrió al falsete que implica un extraordinario reto vocal, y lo ejecutó como si estuviera el Metropolitan de Nueva York, donde le aplauden unas 3 mil personas.
Con esta interpretación hizo vibrar a su exclusivo público de la escuela Primaria Salvador Díaz Mirón, y en cualquier escenario del mundo fácilmente hubiera alcanzado un bis, es decir, repetir un aria a petición de la audiencia. Camarena se mostró complacido al provocar una sincera y estruendosa ovación de los pequeños que tuvieron el privilegio de escuchar a un jalapeño, a un veracruzano, a un mexicano que está haciendo historia.
En el aula sentadito en primera fila estaba Nachito, quien canta y toca el violín; él llegó a contar a su casa que durante la clase irrumpió el tenor Javier Camarena. Su abuelita, Marthita, fue su maestra de regularización de biología y física, cuando el afamado artista cursaba la preparatoria.
Foto: Araceli López
El canto siempre se le dio a Camarena, era parte del coro de la Iglesia de San José, ubicada a unas cuadras de la casa donde nació, en la calle Privada 13 de septiembre, en la colonia Electricistas, en donde solo habitan sus recuerdos.
Ahí corría, jugaba a los encantados, a las traes y a las escondidas. A unas cuadras de ahí está todavía la tiendita El buen trato, en la que el niño que se convertiría en tenor, compraba su golosina favorita: el chocolate Carlos V.
Los mejores mariscos de Xalapa
Acomodó las mesas para sentarse en el puesto callejero donde, a decir del paladar del tenor mexicano, “se comen los mejores cócteles de mariscos de Xalapa”.
Uno de los apellidos del artista debería ser Sencillez, porque a pesar de que es aclamado y ovacionado en los máximos escenarios de Londres y Barcelona, él disfruta comer en un lugar modesto que estaría muy, pero muy lejos de obtener una estrella Michelin.
Después de juntar las mesas y acomodar los bancos, el cantante pidió un Vuelve a la vida. Mientras se lo preparaban, disfrutó de un jugo natural de mandarina.
Foto: Araceli López
Olió las salsas para descubrir cuál tenía chile habanero, todo para disfrutar cada bocado. El mismo ritual que sigue desde la primera vez que pisó este lugar, a los 16 años de edad, en compañía de su mamá.
Rumbo a la secundaria
Después de comer, Javier Camarena tomó el volante de su automóvil para dirigirse a la Secundaria Técnica número 3, y confesó a las cámaras de MILENIO que justamente en esa escuela dio su primer beso y tuvo su primera pelea.
A punto de tocar la puerta de la secundaria mostró la barda que se saltaba para irse de pinta con sus amigos. Fue sorpresiva para los docentes y directivos la visita del cantante mexicano.
Sin pretensión llegó hasta el salón en el que se imparte electricidad, ya que él cursó ese taller; relató que los principios de esa clase le han servido para revisar los cables y hasta resolver un problema en caso de requerirse un cambio de fusibles.
Foto: Araceli López
Bajó uno de los bancos de trabajo para sentarse y revisar una de las pequeñas instalaciones elaboradas sobre una tabla de madera con dos apagadores. Y demostró que fue un buen alumno porque detectó que esa tarea había sido erróneamente ejecutada.
Realmente fue feliz
Javier Camarena no pasa desapercibido entre la comunidad de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana, donde inició su formación musical a nivel profesional.
Los estudiantes y hasta los maestros le pedían selfies, hubo un par de estudiantes que se salieron de clases para ir a buscarlo y tomarse una foto con la figura de la ópera mundial.
Los recuerdos de Javier Camarena son increíbles, disfrutó cada rincón de este centro educativo.
“Desde el primer semestre que empecé a estudiar ingeniería sabía que no iba para eso. Mis padres me dijeron que si ya había empezado esa carrera, que la terminara, y después de dos infructuosos años en la Facultad de Ingeniería, tomé la decisión de mi vida: estudiar música, era lo que realmente quería”.
A los 19 años se inscribió en la Facultad de Música, su examen de canto fue con Las Mañanitas. Ser aceptado en esta escuela fue “lo más feliz que me ha pasado”.
“Dejé la ingeniería en contra de la voluntad de mis papás, y me dijeron que si eso quería estudiar pues que me tendría que pagar la escuela; encontré un trabajo en una fotocopiadora precisamente frente a la Facultad de Ingeniería, entonces yo les sacaba las fotocopias a los que habían sido mis compañeros”.
Foto: Araceli López
Aunque cuando estuvo en el CBTIS 13 inició de forma paralela sus estudios de flauta transversal.
“Dos amigos me invitaron al coro juvenil en la Iglesia María Madre, lo que me permitió aprender a tocar guitarra y teclado, así que empecé a trabajar a los 19 años en algunos grupos musicales como Respuesta positiva, tocando en bares y en fiestas las canciones del momento: Luis Miguel, Enanitos Verdes y hasta ‘La mayonesa’. Con lo que puedo decir que siempre estuve involucrado en asuntos relacionados con la música”.
Con todos los instrumentos que tocaba nunca se le ocurrió ser director de orquesta, porque ya era director del coro de jóvenes.
“Yo escribía los cantos que se interpretaban en las misas de la iglesia, de ahí nació mi interés por estudiar música, porque quería ser un mejor compositor, hasta tengo un librito con esas composiciones en mi casa, en Europa. Pero se me atravesó la ópera, jaja”.
Reconoció que cuando ingresó a la Facultad no tenía ni la más remota idea de qué era la ópera: “Porque en mi casa no se escuchaba, no había esa cultura musical, yo simplemente decía que esa escuela me ayudarían a cantar mejor”.
Su máximo sueño
Actualmente, su mamá y su papá están muy orgullosos de su hijo mayor, siempre que pueden lo acompañan a sus conciertos aquí en México, en Nueva York, Viena, Zurich o Salzburgo.
“La última vez que discutí con mi mamá me dijo: ‘Ya dejaste ingeniería, ahora vas a estudiar música, y luego ¿qué vas a hacer? Te vas a morir de hambre, vas a acabar barriendo las calles’. Entonces le respondí: ‘Tal vez, mamá, pero voy a ser feliz’. Y esa es la última vez que mi mamá discutió conmigo respecto a mi decisión de seguir una carrera en la música”.
Al final de este recorrido por los momentos y los lugares más importantes en la vida de Camarena, el tenor hizo un recuento de los escenarios que todavía le faltan por cantar.“Falta tachar de la lista a la Scala de Milán, no es que me falte a mi aquí en mi corazón, porque he hecho mi carrera sin estar en la Scala, en Italia en general he cantado poco. Confío que si se da, estaré feliz; si no, bendito Dios tengo trabajo”.
Foto: Araceli López
Lo que no puede ocultar es que uno de sus máximos anhelos es ofrecer algún día un concierto en cualquiera de las zonas arqueológicas de nuestro país, como lo hicieron Pavarotti o Plácido Domingo.
“Me gustaría cantar en Teotihuacan, Chichén Itzá, Tula, Tajín o Monte Albán. Eso sí me emociona realmente. ¿Te imaginas un concierto en cualquiera de esos sitios arqueológicos? Para mí sería una fantasía cumplida estar ahí, no sé, me despierta una especie de orgullo muy especial. Siempre a donde voy demuestro que estoy muy orgulloso de ser mexicano; presentarme en uno de esos sitios prehispánicos sería algo muy especial, es uno de los grandes sueños que tengo”, sostuvo.
Para despedirse, no podía faltar su extraordinaria interpretación de Veracruz, ese himno que escribiera el compositor Agustín Lara.
hc