Excepto en el mes de agosto, cuando se toma un respiro, el novelista español Javier Marías (Madrid, 1951) publica dos cuartillas y media de buena prosa todos los domingos en El País Semanal. Lo hace desde hace ya más de 20 años. Y cada dos, en promedio, reúne esos artículos a razón de unos 90 por volumen. Exactamente 95, del 8 de febrero de 2015 al 29 de enero de 2017, en Cuando los tontos mandan. No se trata de medir su productividad, sino de señalar una constancia.
Y ese espacio, el de los dos folios y medio, como dice él (o como se dice por allá), lo tiene bien controlado: es como una carrera de 100 metros con obstáculos en la que Marías sabe moverse a sus anchas. Le es suficiente para exponer un sentir cultural o social y, en el conjunto, retratar un tiempo en el que, en efecto, personajes de la política tan desarticulados como Mariano Rajoy en España, Vladimir Putin en Rusia o Donald Trump en Estados Unidos, crean la impresión de que el mundo actual no las tiene todas consigo.
“Hay épocas”, escribe, “en las que se venera lo desagradable, lo antipático, lo faltón y lo farruco, la zafiedad y la brutalidad, el desdén, el desabrimiento, el trazo grueso y la arbitrariedad. En las que el razonamiento está mal visto, no digamos la complejidad, la sutileza y el matiz”.
Ejemplos sobran, pues esa dislocación no solo aqueja a la clase política: está en el cine, donde “se ha olvidado lo que es la interpretación, relegada por el espectáculo circense, la imitación y el transformismo”; está en las redes sociales, con el deporte de ridiculizar pública y multitudinariamente a alguien conocido o desconocido; en el arte, con “falsos valores alabados por casi todo el mundo, a menudo de manera sistemática y rutinaria”; en las letras, con autores (a quienes se les exige ser figuras públicas) convertidos en vendedores de puerta a puerta, o por lo menos en viajantes de comercio…
Percibe Marías un retroceso generalizado del entendimiento y del sentido común… “Cuando se cede el terreno a los tontos, se les presta atención y se los toma en serio; cuando éstos imponen sus necedades y mandan, el resultado suele ser la plena tontificación de la escena”.
Desde este lado del Atlántico, quien ha seguido sus artículos o lee ahora esta reunión no deja de encontrar ejemplos (de acá) que confirman su percepción de que las cosas van desencaminadas y que un mundo que presume sus teléfonos inteligentes si algo parece haber perdido es, precisamente, la inteligencia. Quizá la única salvación posible está en darse cuenta de ello, y eso es lo que intenta advertirnos, desde su columna dominical, Javier Marías.