Es dueño de su carrera y de su espacio de creación, donde da clases. José Bayro tiene además su galería, en la que recibe a sus coleccionistas: “He tratado de empoderarme; al ser el dueño del barco, yo mismo manejé mi carrera”.
José Bayro (Cochabamba, Bolivia, 1961) llegó a México en la década de los 80 huyendo de las dictaduras de Sudamérica. Aquí estudió arquitectura, cursó una maestría y descubrió su amor por las artes plásticas. Se nacionalizó mexicano y actualmente vive en la barroca Puebla.
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En esta gran urbe diseñó tres esculturas monumentales con las que se identifican los poblanos, una de ellas, El hombre Azul, de cinco metros de altura, recubierta de Talavera y que va a cumplir 15 años, incluso salió en los boletos de la Lotería Nacional para promover a Puebla.
El hombre Azul, ubicado en los jardines del Paseo de San Francisco, junto al Centro de Convenciones en Puebla, se ha convertido en un símbolo y en escenario fotográfico para los habitantes de la ciudad, particularmente para las quinceañeras que acuden acompañadas de sus chambelanes para tener ahí sus sesiones de fotografía.
Foto: Especial
Viajero e inquieto
El artista trabaja en los últimos detalles de su próxima exposición, que llevará el título de Bayro barroco. “Estoy preparando un proyecto muy grande y hermoso con mi obra y con mi colección barroca. Es una exposición pospuesta por varios años y que ahora la puedo hacer”.
Se define como un artista inquieto: “Siempre estoy probando cosas, todas mis obras son como ensayos. Hago ejercicios para ver lo que va a salir, viajo mucho y veo qué es lo que puedo cambiar, siempre buscando la innovación. Es impresionante porque siempre hay algo más qué hacer”.
Bayro cuenta que está tratando de recurrir a los medios digitales para que la gente juegue con su obra en sus celulares, “para irme innovando y no estar estancando. Aunque creo que lo que viene lo van a hacer los jóvenes, los chamacos. No sé hasta dónde voy a seguir; lo último en las tendencias artísticas, considero que ya les corresponde a las nuevas generaciones”.
Aun así, dice que durante el inicio de la pandemia, “tuve que acercarme a las redes sociales para promover mis obras, lo hice a través de Instagram y mi obra viajó a otros lugares con gente que nunca la había visto. Antes jamás había vendido un cuadro por foto, entonces me tuve que adaptar a eso y ha funcionado”.
Lenguaje propio
Bayro ha luchado por no encasillarse y no dedicarse solo al óleo o a la producción bidimensional. Le interesa la escultura y la escultura monumental, ni qué decir de la gráfica, la tinta, la serigrafía, el arte objeto, incluido el diseño de accesorios y joyería.
“Trato de abarcar muchas áreas, es un poco el fenómeno de los artistas de ahora, estoy enterado de lo que se está siendo tendencia”.
La obra 'Rosca de reyes' (Especial)
¿Cómo describe su trabajo?
"Como estudiante aquí en México, conocí al maestro Humberto Oramas, él me dijo que si quería tener un lenguaje propio tenía que trabajar desde ese momento. Fue así como elegí una paleta personal de colores y un sello que me distinguió, por las caras que realizo, muy especiales, ya que las desfiguro un poco y así construyo todo un universo irreal de lo que veo en mi entorno".
¿Cuál es la trascendencia del arte público?
“Es muy importante porque estamos rodeados de mal gusto y de espacios caóticos, entonces creo que es indispensable que hagamos un entorno agradable y la respuesta está en las expresiones artísticas, pues la gente se apropia de esos espacios urbanos porque les brinda seguridad y le da un poco de pertenencia, a diferencia de los lugares sucios, caóticos”.
Inventor de las imágenes
Tiene un gran recuerdo de cuando Mark Jenkis del Washigton Post en su artículo lo llamó The Tinkerer, es decir, un inventor de las imágenes y de las técnicas en el arte, el modo de crear, distribuir y hacer reír, únicamente que lamenta no haber estado en su galería cuando el periodista acudió para ver su obra para poder escribir su artículo: “cuando llegué él ya se había ido, y ya no lo localicé”.
hc