In memoriam; Juan Monedita, un cómplice para una vida llena de música: Nacho Pata

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Juan Monedita, músico poblano creador de Los Monedita de Oro, falleció el pasado 7 de septiembre de 2022.

Juan Monedita, músico poblano | Especial
Raquel Toribio
Puebla /

Una amistad de 33 años. La primera imagen que tuvo Nacho Pata de Juan Monedita fue con el grupo Raíces, en 1989, cuando entre charlas le cambiaban la letra a las canciones consideradas hits del momento y terminaban llenas de humor negro y albures. Entre las imágenes más nostálgicas se encuentra aquella que ocurrió en septiembre de 2021 en Tecali, donde a solas hablaron con las palabras justas y guardaron silencio para solo vivir el momento, con la complicidad que siempre los caracterizó, con la irreverencia persistente que durante años dio origen a composiciones llenas de sátira y risas. La última imagen fue un mes antes de que Juan partiera para siempre; “conmigo nunca fue muy meloso, no sé cómo era con los demás, pero ese día, por primera y única vez en todo este tiempo me dijo: ‘te quiero’”, revela Nacho.

Juan Monedita, músico poblano creador de Los Monedita de Oro, falleció el pasado 7 de septiembre de 2022, en la angelópolis. Su partida dejó un profundo sentimiento de tristeza a sus admiradores, colegas, familia y amigos. Hablar de Juan Monedita no resulta sencillo, pues se trata de un artista único, cuya música, carisma y fuerza escénica conquistó los corazones no solo de los poblanos, sino de cientos de fans en todo el país.

En ese sentido, MILENIO Puebla pudo entrevistar a un personaje importante en la historia de Juan Monedita: Nacho Pata, fundador de los Patita de Perro, banda de rock para niñas y niños, quien en un café en el Barrio de los Sapos, justo donde planearon un último concierto meses atrás, narró cómo surgió esta amistad, cómo creció a través de la música y aunque cada uno tenía su proyecto, jamás hubo una fractura, por el contrario, siempre estuvo presente el reconocimiento, el acompañamiento, la colaboración y, finalmente, el cariño entre dos cómplices.

“En esa época nos reíamos mucho”

“Lo conocí, si no me equivoco, en 1989, hace 33 años. Por circunstancias de la vida estudié otra cosa que no tenía nada que ver con la música, pero cuando estaba haciendo mi servicio social en el Instituto de la Juventud entonces llamado CREA se hacían conciertos y conocí a un grupo de folclor llamado Raíces. Ese grupo lo dirigía Luis González Acosta, quien fue mi primer maestro, a quien adoro, y yo me metía a los ensayos. Luis me decía: ‘Ya que vienes aquí de metiche, ¿no quieres aprender a tocar un instrumento?’. Siempre fui melómano y le dije que sí, ‘quiero ese’, era un tololoche (risas) Él me empezó a enseñar. Seguí en el grupo en el cual, Luis con todo el cariño, me dijo que tenía facilidad y debía seguir aprendiendo. No recuerdo ni cómo ni porqué, pero un día llegó Juan. La primera vez que lo vi llegó con su sombrerito y su chaleco. Me mega apantalló, cuando lo conocí ya era un gran músico, tocaba la guitarra, la flauta transversa, violín, jaranas, la armónica, pero también era compositor, algo que no hacía ese grupo”.

Pero, ¿cómo se dio ese click?: “Fue por varias cosas: una, por la música que ambos escuchábamos. Crecimos oyendo blues, oyendo rock, a Rockdrigo, a Chava Flores, generacionalmente éramos muy empáticos. Lo segundo que nos atrapó fue el sentido del humor tan negro que manejábamos, él lanzaba comentarios sarcásticos y yo los complementaba, nos empezamos a llevar muchísimo. Lo tercero es que, como se hacían canciones para niños en el grupo, Juan y yo jugábamos con eso. Llegó a pasar que entre canción y canción yo llegaba y le cambiaba las letras. A Juan le gustaba eso y después nos veíamos afuera del grupo en Casa de Cultura. Yo le llevaba alguna letra modificada, una de ellas fue ‘Corazón de Coca’ (…) Empezamos a hacer parodias, pero ya también componíamos algunas rolas. Lo que más recuerdo de esa época es que nos reíamos mucho. Las llevábamos a Raíces y algunas las tocábamos. Con el tiempo se deshizo la banda pero alguien sabía que tocábamos música para niños. Un 30 de abril nos habló Helio Huesca para que tocáramos”, señaló.

Primeras presentaciones

A pocos metros de distancia del café donde Nacho concedió esta entrevista se encuentra el Edificio Carolino y el Hotel Colonial, famoso por haber hospedado a Francisco I. Madero a inicios del siglo XX, pero que para Nacho, “ahí, enfrente, donde había una puerta, fue nuestro primer concierto con Juan con el nombre de Los Patita de Perro”.

“¿Cómo fue esa etapa?”, se le preguntó a Nacho, quien entre risas recordó que para regalar a los cachorros de su perrita realizó una presentación con Juan Monedita. Como resultado, los cinco canes encontraron una familia, “incluso se los disputaron porque de repente todos los querían”, y la agrupación tuvo su nombre: los Patita de Perro.

“Juan me habló a mi casa para decirme que nos invitaba la BUAP a tocar. Teníamos como cuatro rolas y teníamos que completar diez. De enero a abril nos pusimos a escribir. No pensamos que pasaría a mayores, pues yo tenía que terminar mi carrera, pero esos tres meses fueron tan divertidos que nos cagábamos de la risa, porque éramos la antítesis de la música para niños: ‘¿y si decimos esto?’, nos preguntábamos sabiendo que los puristas nos iban a cagar, porque eso sí, él era muy alburero. Entonces, él me dijo: ‘Oye, tu perrita acaba de tener sus perritos. ¿Por qué no nos ponemos Los Patita de Perro y los regalamos?’, es que no sabíamos cómo acomodarlos (risas) Vinimos al Centro y en una cartulina escribimos: ‘Concierto de Los Patita de Perro y se regalarán perros’. Al final, la gente se peleaba por los cinco perritos. Tocamos y a la gente le gustó tanto que nos pedían más canciones, así que tuvimos que repetir todo el repertorio. Lo mejor fue cuando un señor nos preguntó: ‘¿cuánto me cobran por ir a tocar?’, creo que le cobramos 50 pesos. Nos fuimos en camión y tocamos cerca del mercado por Galerías Serdán (…) Empezamos a trabajar mucho al punto de que les dije a mis papás que iba a ser músico y fue la locura, pero saqué mis cosas, me vine a vivir al Centro, Juan y yo compramos una carcachita (Brasilia 79) que apenas andaba, un par de bocinas y le seguí a la música, empecé a tocar más instrumentos, Juan me enseñó más cosas, entre ellas a cantar. Él era muy bueno para enseñar y hacer la música y le gustaba que yo llegara con letras nuevas. Por Juan me dediqué a la música”.

La antítesis de la música para niños

Si algo caracteriza a Los Patita de Perro es la originalidad de hablar sobre las infancias sin tono paternalista, estilo que dominó la escena de los años 90 y principios de los 2000. Con ropa negra, cabello largo y el llamado del rock, Nacho y Juan empezaron a dar forma a Los Patita de Perro, rock para niñas y niños.

“Éramos muy greñudos, nos vestíamos de negro, algo muy raro para ser músicos para niños, pero éramos la antítesis y eso hizo que la gente nos volteara a ver. Nos íbamos a Tlaxcala a botear, de ahí salieron canciones como ‘El Marciano’. Llegamos a Ciudad de México por invitación de Benito Taibo, al Centro Cultural Helénico, donde tocábamos en los jardines como abridores de, por ejemplo, los ¡Qué Payasos!, pero en algún punto, la gente iba a vernos a nosotros. De ahí nos jalaron a tocar a otras cosas más importantes”, dijo Nacho.

Sin embargo, en el año 2000, Juan decidió emprender su proyecto por separado, no sin antes haber grabado el disco junto con Charly Pata y Pancho Pata, así como presentarse en diversos conciertos durante seis años.

“En el año 2000 sale Juanito por varias cosas, la más importante de ellas fue porque quería hacer otro tipo de música más hacia el folclor y nosotros queríamos seguir por el rock. Entró por un Armando Vega Gil, pero al final nos quedamos mis hermanos Charly, Pancho y yo como Los Patita de Perro”.

Complicidad, la base de la amistad

En una pausa, al lado de la mesa del café y sobre el asfalto, dos cachorros de raza labrador empiezan a ladrar. “Mira, somos Juan y yo. Juan es el güerito y yo el morenito, así crecimos”, señala Nacho y ríe mientras recuerda la complicidad que compartió con Juan a través de la risa, el humor negro, la sátira y, por supuesto, la música.

“Éramos amigos, pero creo que una palabra que nos define es que éramos cómplices. Ni siquiera necesitábamos decirnos las cosas. Si veíamos cierta situación bastaba con mirarnos y nos reíamos, ya no decíamos nada porque podría ser algo muy políticamente incorrecto. Eso siempre nos unió hasta la última vez que nos vimos, eso siempre fue así”, recordó.

Los proyectos independientes no dividieron esta amistad, por el contrario, en diversas ocasiones colaboraron y tanto como Nacho y Juan compartieron el escenario: “Siempre tuvimos esa complicidad, nunca nos peleamos, desde el primer día que lo vi en Raíces hasta la última vez que hablamos jamás peleamos. Era como este tipo de amistades que no tienen que estar juntos para saber que ahí están. Él sabía que yo estaba. Aunque teníamos diferentes amigos, la amistad con Juan fue muy especial, no sé cómo se haya llevado con otras personas, pero ese vínculo entre los dos era solo nuestro. Cuando había terceras personas cambiábamos un poquito, pero cuando estábamos solos era magia pura”.


Ejemplo de ello es la escena que Nacho guarda con Juan cuando estaban preparándose para una presentación en Tecali, hace un año: “Estuvimos muchas horas en una mesa tomando café. Yo llevaba mi ukulele y él su guitarra. Hasta el último momento él buscaba enseñarme. ‘Juan, no me salen los rasgueos, solo sé hacer dos’, le dije y él me intentó a enseñar: ‘es parecido a la jarana, mira’, me respondió. No era muy amoroso, pero lo demostraba a su modo. Todavía quería enseñarme y siempre lo agradeceré. Estuvimos todas esas horas, solos los dos. Después tocamos acá en el (Museo) Erasto Cortés y nos vimos aquí, justo en esta mesa para ensayar una canción de él y otra mía para presentarlas. La última vez que tocamos juntos fue en Tlaxcala, en diciembre y ya no volvimos a tocar juntos aunque sí nos veíamos. Su salud se fue dañando. La última vez que lo vi fue un mes antes en el hospital”.

En este punto, Nacho realizó una pausa, el recuerdo se hizo presente: “Ahí, por primera vez en toda su vida me dijo que me quería. ‘¿Sabes cabrón?, soy una piedra, nunca digo las cosas, pero te quiero un chingo’, me dijo. ‘No te despidas, vas a salir de esta y vamos a seguir haciendo rolas’, le dije. Salí llorando”, recordó Nacho.

Juan regresó a su casa, sin embargo, las anteriores palabras cimbraron a Nacho, pues “eran a modo de despedida. Tengo tanto que agradecerle a Juan, porque sin él no estaría hoy aquí haciendo música, hubiera seguido con la pinche carrera aburrida que estudié. Sin él, sin Luis, sin mis hermanos Charly y Pancho, sería feliz de otra forma, pero con él soy feliz haciendo música”.

Legado y memoria para las nuevas generaciones

“Juan era un hombre muy culto. Cualquier tema lo manejaba, leía muchísimo. Él se rebeló un poco a la educación que tuvo en su pueblo, él era de un municipio de la Mixteca y se burlaba de ello. Decía: ‘Soy orgullosamente de… no sé de qué estoy orgulloso, pero estoy orgulloso’ (risas). Él fue un tipo avanzado a su época y para la educación que recibió. Su familia es linda, siempre me recibió con cariño, agradezco todo lo que me enseñó, incluso aquello que fue sin querer. Siempre me hará falta”, dijo Nacho.

Por lo anterior, Nacho considera como importante que la música de Juan Monedita reciba el reconocimiento no solo del público, sino también de las instituciones, pues su contribución a los derechos de la infancia a la cultura y arte es un trabajo único que también deja una puerta abierta a las nuevas generaciones.

“De manera personal creo que una forma de honrarlo es seguir haciendo canciones. Como gremio, creo que el país sí tendría que colocarlo en un lugar importante. El día que el Senado nos dio un reconocimiento a Los Patita, lo invitamos, pero no pudo ir, pero él como compositor y artista, merece un reconocimiento de la misma magnitud o más. En el Senado lo mencionamos, a los artistas que hacemos algo diferente para los niños, Juan merecería eso y más, fue un maestro para todos nosotros. Como persona tuvo mucha cercanía con el público. Para mí Juan es el mejor compositor de música para niños, incluso al nivel de Francisco Gabilondo Soler ‘Cri-Cri’, pues fue muy prolífero en su obra. Merece un lugar especial en la música contemporánea en español”, señaló Nacho.

Con una taza de café, Nacho se despide y cierra este capítulo, no sin antes volverse a escuchar ladridos de perros en la calle y señalar: “A veces así estábamos Juan y yo cuando tocábamos”. Nacho finaliza esta entrevista y se prepara para partir por las calles que alguna vez recorrió con su gran amigo y cómplice, mismas que fueron el escenario de una amistad y, donde sin duda, se volverán a escuchar las canciones de Juan Monedita, pues su legado perdurará por siempre.

AFM

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