En el vasto río informativo prevalecen la confusión y el surgimiento de propagadores de mentiras. Entre rumores, especulaciones y teorías en cuanto al caso de Debanhi, estamos intoxicados de contenidos.
Somos testigos de una puesta en escena: una adolescente desaparecida, una foto misteriosa, una búsqueda desesperante y el hallazgo de un cuerpo inerte, sin explicaciones claras. ¿A quién le creemos? ¿A los youtubers que aseguran contar con una nueva versión del caso? ¿A quienes citan a médiums? ¿A quien hurga sobre su vida y la revictimiza?
En su obra El honor perdido de Katharina Blum, Heinrich Böll ya había contado cómo se puede destruir la reputación de una mujer con tal de conseguir lectores. La integridad de un ser humano sepultada bajo la tinta y el veneno.
Evelyn Norma Castro Méndez, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, me dice que “El caso Debanhi en la era digital es un ejemplo de lo que representa la posverdad, las inconsistencias y errores en las investigaciones de las autoridades estatales, así como las filtraciones de videos e información dada a los medios de comunicación, que han influido en la multiplicidad de versiones y rumores que intentan explicar qué fue lo que ocurrió, y cuyo impacto pudiera ser irreversible, por otro lado, la versión oficial pierde credibilidad, al ser insostenible”.
“Influencers, médiums, y opinadores desde sus espacios digitales se pierden en un sinfín de conjeturas que orillan a la ciudadanía a creer en lo que quieren creer. Se suman a la postura de quien más confianza les inspire y cuya explicación se ciña a sus propios puntos de vista del caso, lo cual pone en riesgo a las instituciones y posiciona el caso Debanhi, no como algo local sino como un ejemplo representativo de la gravedad de la crisis de impunidad e impartición de justicia que se vive en México”, añade también.
Byung-Chul Han en su libro Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia, nos advierte del riesgo de las fake news y de la posverdad. Quien peligra es la democracia. No sólo cometemos el error de consumir únicamente la información que concuerda con nuestra forma de pensar, no sólo regalamos nuestros datos en la red, también perdemos contacto con las otras formas de pensar. Perdemos la dimensión de lo que ocurre a nuestro alrededor. Consumimos lo que otros nos dictan.
Escribe Byung-Chul Han: “nos dejamos afectar demasiado por informaciones que se suceden rápidamente. Los afectos son más rápidos que la racionalidad. En una comunicación afectiva, no son los mejores argumentos los que prevalecen, sino la información con mayor potencial de excitación. Así, las fake news concitan más atención que los hechos”.
FMU