La prótesis de Frida Khalo, un icono del arte

Cristina Kahlo, sobrina nieta de la artista, cuenta a MILENIO del artefacto que usó la artista solo poco tiempo antes de fallecer pero que se convirtió en un emblema.

Foto: Ariel Ojeda
Ciudad de México /

Hay una nueva luz sobre los últimos meses de la vida de Frida Kahlo, un periodo marcado por la lucha y la esperanza puesta en una prótesis. Gracias a documentos inéditos y a la minuciosa investigación de Cristina Kahlo en el acervo histórico del American British Cowdray Hospital (ABC), donde estuvo hospitalizada la artista en 1950 y 1953, se muestra una imagen de la prótesis, la cual se tomó en 1954.

Actualmente se sabe que Diego Rivera pagó en aquellos años 3 mil 500 pesos, de acuerdo con un recibo que se exhibe en el Museo Casa Diego Rivera, en Guanajuato capital, una suma que, de acuerdo al valor actual, alcanzaría más de 4 millones 400 mil pesos, dice Cristina Kahlo, fotógrafa y cocuradora de la exposición Kalho sin fronteras, que ahora se exhibe en ese recinto.

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Para muchos especialistas, la prótesis representa la resistencia de una artista que a pesar del dolor y la adversidad siguió enfrentando la vida con coraje y autenticidad.

“Siempre se identifica a Frida Kahlo con su prótesis, pero en realidad únicamente la usó durante los últimos tres meses de su vida porque se la entregaron hasta el momento en que fue liquidada”, comenta Cristina Kahlo.

La sobrina nieta de la artista explica a MILENIO que existe un recibo “fechado el 5 de abril de 1954, con un membrete del doctor Rodolfo Martínez Errejón, dirigido a Diego Rivera y dice: ‘Cuenta de la señora Frida Kahlo de R. por la construcción de un aparato de prótesis para su amputación del miembro inferior derecho, a nivel del tercio medio de la pierna, un par de botas especiales, un par de muletas, así como honorarios profesionales, son 4 mil pesos con un descuento de 500 pesos, por lo que pagaron 3 mil 500 pesos”.

Frida, vista por Antonio Kahlo.

Peso simbólico

Hay una fotografía clave del archivo del ABC, tomada por Raúl Anaya, en la que muestra a Frida en el hospital con la emblemática prótesis en la pierna derecha, está vestida con un pantalón huichol y tiene un cigarro en mano.

“Es una imagen poderosa que desafía ideas actuales sobre el protocolo hospitalario. Ahora sabemos que fumaba cigarros Raleigh y hoy día eso es de risa loca, fumar adentro de un hospital”, comenta Cristina Kahlo.

Afirma que la fecha de la fotografía de 1953 es incorrecta y que ya fue corregida gracias al recibo hallado en los archivos recientemente abiertos que resguardan el expediente médico de Frida. “Nosotros, a través de cotejar todos los documentos, encontramos que en realidad la fecha de esa fotografía tiene que haber sido 1954 por el recibo mediante el cual se paga la prótesis y se la entregan”.

Este descubrimiento es un testimonio más de la complejidad y fuerza de la pintora; enriquece el legado de una mujer que trascendió su historia personal para convertirse en un icono universal.

De esta forma se desmonta el error histórico de la icónica imagen de Frida con su prótesis, subrayando no solo la importancia económica sino también el peso simbólico del aparato que permitió a Frida Kahlo retomar, en sus últimos días, su andar con la mayor dignidad posible.

Asimismo, destaca la relevancia de quienes participaron en esta etapa crucial al “darles su lugar a los médicos, es decir, que no fueran una anécdota circunstancial en la biografía de Frida Kahlo, sino personajes que tuvieron un valor importantísimo por sí mismos”.

Glamour rebelde

La prótesis de Frida Kahlo, fabricada en cuero con una correa de sujeción, tacón alto rojo y detalles decorativos como un pie metálico, se diseñó a raíz de la amputación de su pierna derecha en 1953 por gangrena severa, complicación de décadas de dolor crónico, desde su polio infantil y el accidente de tranvía de 1925 que fracturó 11 huesos de esa extremidad.

Frida personalizó este artefacto funcional con un glamour rebelde, convirtiéndolo en una extensión de su identidad artística, un desafío coqueto al sufrimiento que la postró en cama durante su último año de vida.​

Desde niña, la polio la dejó cojeando. Su situación se agravó por el choque que destrozó su pelvis, columna y pierna, lo que generó infecciones recurrentes que culminaron en gangrena. La amputación supuso un golpe devastador: Frida, confinada y deprimida, escribió en su diario: “Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”

Pero esa prótesis le devolvió movilidad parcial, y le permitió asistir a su última exposición individual antes de morir en julio de 1954, cuenta su sobrina nieta.​

Hoy, esta pieza íntima evoca no solo la historia médica de Frida, un cuerpo roto por traumas múltiples, sino su alquimia vital: transformar la prótesis en símbolo de empoderamiento. Está expuesta en la Casa Azul como recordatorio de que el dolor, vestido de rojo, puede danzar eternamente.

Frida Kahlo sin frontera: exhibición en el Museo Casa Diego Rivera de Guanajuato. Ariel Ojeda

La sede

En la Casa Azul, su santuario en Coyoacán, ubicada en Londres 247, esta prótesis estuvo guardada junto con corsés de yeso pintados, muletas y otros objetos, preservando el eco de su vida desde el nacimiento hasta su muerte.

El museo, abierto en 1958, guardaba estos tesoros íntimos que desvelan cómo Frida se reinventaba, decorando incluso su dolor con botas rojas y tacones, un glamour feroz ante la adversidad.​

Diego Rivera selló el baño de la Casa Azul tras su muerte, un gesto de duelo que ocultó esta prótesis y otras valiosas piezas hasta décadas después.

Tras la muerte de Dolores Olmedo, albacea de Diego Rivera, en 2004 el Comité del Museo Frida Kahlo abrió ese lugar clausurado por 50 años, que contenía también 6 mil 500 fotografías y 28 mil documentos que fueron capturados por la fotógrafa Graciela Iturbide.

Entrar en ese baño fue como asomarse al alma de Frida, entre espejos que la miraron sufrir, con esa prótesis que hoy invita a los espectadores a abrazar sus batallas. Es un testimonio vivo de cómo el arte nace del cuerpo roto, recordando que la verdadera fuerza no ignora el dolor.


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