Cuando el entrenador lo llamó, al minuto 87, Silvio no encontró sus zapatos y se quedó sin debutar en Primera A con el Real Colima, en febrero de 2007. Nunca lo volvieron a convocar. Dijeron que estaba congelado por irresponsable. Pero era una farsa: el entrenador estaba implicado en la repentina desaparición de sus botines. Silvio regresó a Ciudad de México y entrenó durante tres meses con el primer equipo de Pumas.
Esas cosas —contratos temporales en el Ascenso e inciertas pruebas en Primera— se las conseguía un representante ambiguo y esquivo de apellido González que se quedaba con 40 por ciento de cualquier ingreso. Silvio lo despidió y en Pumas le dijeron aquí no tienes lugar. Tenía 23 años y nunca más regresó a un equipo profesional. Rechazó talachear (jugar con equipos de aficionados a cambio de mil pesos por partido) y comenzó a entrenar niños.
A eso se ha dedicado durante los últimos 11 años. Hoy dirige cuatro equipos (en el Madrid, en el México, en Villa Olímpica y en La Fragata) y en cada uno busca articular poéticas de juego distintas: En el Madrid manda tres recuperadores y su apuesta es cerrar espacios y trabar los acontecimientos en media cancha; en el México defiende un futbol antiguo: lento y ofensivo, con por lo menos tres delanteros fijos; en Villa Olímpica es todo sobre posesión y escrutinio: ir poco a poco, horizontalmente, buscando de este lado y del otro, sin perder el balón, hasta anotar como consecuencia de una exhaustiva elaboración, y en La Fragata —que es fut 9— construye vértigos y desconcierto: todos atacan, todos defienden y quien antes estaba por la derecha de pronto se desdobla por la izquierda y quien solía ser contención ya está rematando en el área chica de cabeza.
Siempre sucede que alguno de sus jugadores le pregunta: ¿y usted fue profesional? Entonces Silvio imagina lo que pudo haber sido de haber tenido una verdadera oportunidad, y esa oscura fantasía lo sume en el rencor y la desesperanza.
El futbol en México es eso: corrupción, rapacidad, traición, hostilidad, multipropiedades y un sistema donde los jugadores son carne con la que se comercia en mercados de piernas y al Máximo Circuito no asciende el equipo que gana, sino el que paga.
Pero Silvio también recuerda su infancia; recuerda, por ejemplo, que en las temporadas 95-96 (cuando tenía 10 años) marcó 109 goles en 60 partidos con el Río Cares del Club Asturiano. Y esas evocaciones de cuando el futbol en su corazón era felicidad e ilusión reafirman el sentido que encuentra en ser entrenador: mantener para los niños la pureza de este deporte.
La pureza en el futbol
CRÓNICA
Este deporte en México es eso: corrupción, rapacidad y traición. Al Máximo Circuito no asciende el equipo que gana, sino el que paga.
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