Juega entre luces y meses, es un escenario oscuro y sostenido bajo el compás de una batería, en una atmósfera lúgubre y psicótica, pero a su vez tendida en un camastro de drama.
Marianne, representada increíblemente por Lucero, deambula, dialoga, reflexiona, ríe, llora, enloquece, y todo ello es un reflejo irónico de la crudeza de los efectos de la violencia mexicana del crimen organizado, de la orfandad que riega, y la necesidad psicológica de las víctimas, llevado a los más oscuro de la conciencia humana.
Su representación en Padre Fragmentado Dentro de una Bolsa, narrada cada sábado de agosto, a las 7 de la noche, en el teatro La Guarda.
Lucero, un mensaje profundo el de Padre Fragmentado, ¿pero qué es lo provoca en ti?
Padre fragmentado es una obra que no solo aborda el tema del narcotráfico, habla de los fragmentos de un padre imposible de conformar, y la perturbación de una hija que vive el luto como exilio, como una sociedad cada vez más alejada del espectro de la víctima para convertirse en el criminal.
Esto provoca en mí, un vacío, impotencia y por supuesto frustración por una realidad decadente.
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Estamos tratando una dramaturgia cruda y poética en sus intentos de conciliar las almas que se ha llevado la guerra contra el narcotráfico al cementerio inmemorial de nuestro país.
El texto tiene un mensaje sobre los efectos de la delincuencia organizada en las familias, pero apetece también un fuerte mensaje hacia al feminismo, que actualmente tiene un movimiento más que lúcido...
Sí, la obra esta vista desde los ojos de Marianne Colegan, creo que la mujer ha tenido que adaptarse a las necesidades actuales, teniendo más participación en los conflictos sociales.
Tu trabajo al frente de la puesta en escena es increíble, ¿qué tan fuerte ha sido la preparación para ella?
Por supuesto, es complicado porque existe detrás un trabajo de investigación abordado por medio de videos, fotografías, documentales.
Debo confesar que todos los temas de la violencia, el dinero y la sangre, siempre me resultaron despreciables; pero ahora que los veo a través de una base documentada, comienzan a tomar forma no como un barbarismo moderno; sino con el resultado final de una serie de finísimas maquinaciones de poder.
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Nosotros, de la mano de Ángel Hernández, director y autor de la obra, realizamos la disección de un texto dramático mediante el análisis profundo-casi criminalístico- de los elementos que le conforman.
Todo lo vimos como un “caso clínico” lo sujetamos a la disección, escena por escena; de ahí el peso específico de las mesas, el tipo de lámparas, el tono de la obra; fue creado todo como “un laboratorio clínico de la escena”.
Estar junto a toda tu familia en el teatro, regresando a tu padre al escenario, son ingredientes que hace especial a Padre Fragmentado, cuando Ángel me entrega el texto y lo leo por primera vez, nace una gran posibilidad de abrir un canal de diálogo interno, de la nostalgia, para traer a la vida una historia familiar, interrumpida hace años, y en cuya periferia las partes resultantes puedan una vez más, decirse en cercanía.
Afortunadamente vemos el teatro como una filosofía de vida, como un vínculo necesario para hablar de conflictos sociales.
Se dio el estreno y una primera función de temporada. ¿Hay una respuesta positiva?
Optamos por un discurso real y directo, anteponiendo lo que era imperante decir a la posibilidad de la incomodidad que esto pudiese generar en quien escucha, con la intención de que un poco de aquella brutalidad, se filtrase como un invitado incomodo a nuestro espacio íntimo de representación; que hablara la verdad por sobre cualquier discurso de impostura y condescendencia; abordamos el tema libremente y por supuesto nos interesa el sentir del público pero no necesariamente tiene que ser positivo.
ELGH