La tres vidas de Antonieta Rivas Mercado

Ensayo

El libro que Tayde Acosta Gamas esclarece ha puesto en manos de los lectores arroja una nueva luz sobre la figura ausente de Contemporáneos

Antonieta Rivas Mercado (segunda de izquierda a derecha) con Federico García Lorca (izquierda) en la Universidad de Columbia (Foto. Emililo Amero)
José González Méndez
Ciudad de México /

“Antes del mediodía me habré pegado un balazo”, decía el mensaje. El cónsul general de México en París, Arturo Pani, lo leyó y constató que lo anunciado por la escritora Antonieta Rivas Mercado durante dos largos días ya era una rotunda realidad. 

“Le ruego que cablegrafié a [mi esposo Albert] Blair y mi hermano para que recojan a mi hijo. No lo hago porque no tengo dinero […]. Soy la única responsable de este acto con el cual finalizo una existencia errabunda”. 

Rivas Mercado eligió la catedral de Notre Dame para suicidarse. 

Había salido de México un año antes, en 1930, huyendo de la violencia política tras su participación en la campaña presidencial de José Vasconcelos. Pretendía también alejar a su hijo de 11 años del padre, a quien las autoridades habían otorgado la patria potestad.

Se instaló en Burdeos, para dedicarse a escribir. Primero la crónica sobre la campaña presidencial, que quiso titular La democracia en bancarrota, pero no vio publicada, y luego la novela El que huía, la historia de un mexicano que regresa de Europa para perecer en las turbias aguas de la política aplicada por el sanguinario jefe máximo, Plutarco Elías Calles. Este último proyecto quedó inconcluso. 

“Ya tengo apartado el sitio”, escribió en su diario el 10 de febrero de 1931, un día antes de consumar el suicidio. “Es una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame; me sentaré para tener la fuerza de disparar”. Así ocurrió. Apuntó al pecho y jaló del gatillo.

Un sacerdote se acercó para auxiliarla. Aún vivía. Se desangraba, pero estaba consciente. Le descubrió el pecho para facilitar la respiración y se topó con una medalla de la Virgen de Guadalupe. Entonces dio la orden: “Hay que llamar al consulado mexicano”. 

Entre las pertenencias de Antonieta Rivas Mercado había una foto de su hijo, algunas monedas, una carta dirigida al cónsul Arturo Pani y, tirado más allá, el revólver que había sustraído de la valija con la que José Vasconcelos había llegado a París unos días antes.


A Antonieta Rivas Mercado se le conoce por ser hija de Antonio Rivas Mercado, el arquitecto que construyó el Ángel de la Independencia, por ser mecenas del grupo Contemporáneos, y por ser la amante de José Vasconcelos, el secretario de Educación que tuvo un sueño: llevar los clásicos griegos a las comunidades rurales de México para que los analfabetas aprendieran a leer; sin embargo, se le ha escatimado su valor como escritora y dramaturga.

La investigadora Tayde Acosta Gamas, estudiosa de su vida y obra desde hace 20 años, acaba de publicar Antonieta Rivas Mercado. Obras (Siglo XXI Editores/ Secretaría de Cultura, 2018), un tomo en dos volúmenes que incluye cuento, teatro, ensayo, novela, crónica, traducciones, diario y epistolario. 

Es un trabajo que actualiza las aportaciones de obras anteriores como Antonieta (1991), de Fabienne Bradu, y los epistolarios entre Antonieta Rivas Mercado y Manuel Rodríguez Lozano publicados por Isaac Rojas Rosillo en 1975 y 1981, y Luis Mario Schneider, en 1987, además de la novela A la sombra del ángel, de Kathryn S. Blair, nuera de Antonieta. 

La obra de Tayde Acosta Gamas sirve también para desmontar al menos tres mitos.

1) Antonieta no fue la modelo del Ángel de la Independencia. En 1910 tiene apenas 10 años. La que en realidad posó, solo para el rostro, fue su hermana Alicia. 

2) Nunca encabezó ni abanderó un movimiento feminista desde la campaña de Vasconcelos, a la que se unió en 1928. No hay evidencias en sus textos ni era tema que estuviera en boga en ese momento histórico. 

3) No se gastó su fortuna en la campaña presidencial. Ayudó económicamente a las aspiraciones del ex secretario de Educación, pero no fue un apoyo sustancialmente mayor al que brindó al Grupo Ulises, a Contemporáneos o a la fundación de la Orquesta Sinfónica. 

Para disculparse por el suicidio de Antonieta, el gobierno mexicano (no la Iglesia) envió a Notre Dame una imagen de la Virgen de Guadalupe, que fue colocada justo donde estaba el Cristo crucificado elegido por la escritora para inmolarse. 

Es casi natural que gente que llega de visita a la catedral parisina invente un nuevo mito al deducir que Antonieta se suicidó frente a la imagen guadalupana. En tanto, en México persiste la idea de que fue el amor loco por Vasconcelos lo que desencadenó su muerte. 

Falso. La investigadora Acosta Gamas considera que en la decisión de quitarse la vida influyeron más sus depresiones recurrentes, la frustración por la situación política en México, la falta de dinero (la familia rica le cerró la llave del dinero para obligarla a regresar con su hijo secuestrado), pero sobre todo su incapacidad para garantizar al pequeño Donald Antonio la vida de rico que había llevado: colegios privados, visitas al Country Club, clases de piano y esgrima... 

“Lo mejor es que pase con su padre”, Albert Blair, dueño del fraccionamiento Chapultepec Heights, hoy conocido como las Lomas de Chapultepec.

Sobre Vasconcelos, Antonieta escribió en su diario: “No me necesita. Él mismo lo dijo cuando hablamos largo la noche de nuestro reencuentro en esta habitación del hotel [en París].

“—Dime si de verdad, ¿de verdad tienes necesidad de mí? –le pregunté.

“—Ninguna alma necesita de otra; nadie, ni hombre ni mujer, necesita más que de Dios”.

Otro gran acierto de Antonieta Rivas Mercado. Obras radica en incluir de una vez por todas a la escritora como parte del grupo Contemporáneos. 

¿Te has convertido en la experta en Antonieta?, le pregunto. “Son casi 20 años de investigación, pero no me considero experta. Quizá el valor de esta obra radica en que he tratado de poner a Antonieta en su contexto: los años veinte y treinta del siglo pasado, con su grupo, los Contemporáneos (1928), antes llamado Grupo Ulises (1926–1928)”.

Lanzo otra pregunta: ¿por qué se identifica a los Contemporáneos solo con nueve autores, todos hombres, por cierto, y nunca se incluye a Antonieta? “Tiene que ver con la aparición de la Antología de la Poesía Mexicana Moderna, publicada en 1928, en la que participan esos nueve autores: Jorge Cuesta, José Gorostiza, Roberto Montenegro, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet y Xavier Villaurrutia, aunque solo el primero firma el libro. La decisión se toma porque han excluido de su contenido a Manuel Gutiérrez Nájera y advierten la ola de críticas que vendrá. El título aparece bajo el sello de Contemporáneos y por eso se les identifica así, aunque ellos se autonombraban Grupo Ulises”. 

De modo que en este trabajo reivindicas a Antonieta como parte de los Contemporáneos, le pregunto a Tayde Acosta Gamas. “Quien lea ambos volúmenes conocerá su obra: novela, cuento, crónica, dramaturgia, traducción… y constatará que era una gran escritora. No era musa de los Contemporáneos, fue mecenas y uno más de ellos, en este caso la única mujer. Además, siempre tuvo el respeto de otros personajes como Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña. Mi interés con estos dos volúmenes es que se lea a Antonieta. Todos hablamos del mito, del símbolo, de la mecenas, de la amante de Vasconcelos, pero no la leen. No hizo esbozos de escritora, ni escribía por pasatiempo. Era una autora extraordinaria, reconocida incluso por intelectuales como Federico García Lorca, Victoria Ocampo y Gabriela Mistral”.


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