Eréndira Castorela es, desde mi punto de vista, una de las actrices más potentes (y con sus instrumentos de trabajo: voz, presencia y proyección escénica, comprensión de los mundos que encarna, musicales) del estado de Morelos. Si bien su educación formal la realizó en la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) del Inbal en Ciudad de México, ha entendido perfectamente que navegar entre la gran capital y su terruño morelense no genera ninguna incompatibilidad.
Por el contrario, la presencia de Eréndira en los escenarios morelenses, incluso más allá de la Cuernavaca capital, enriquece a los grupos que la invitan. Con la obra La vendedora de voces, esta creadora escénica da continuidad a sus inquietudes más profundas sobre la identidad morelense desde el grupo que fundara hace algunos años: Huaches Teatro.
A manera de vendedora de remedios contra el mal del olvido, el personaje que ahora encarna Castorela nos trae mitos que son dignos de ser rescatados y contados con el desparpajo de quienes venden e hipnotizan a los usuarios de plazas y mercados. La capacidad musical de la propia directora, dramaturga, actriz en la jarana, es acompañada por un clarinetista fantástico, Agustín Yañez (alternando con Valeria Dávila), que crea los ambientes y atmósferas que requiere el espectáculo.
La producción corre a cargo de Samantha Millán. Y ya está, esta mujer merolico (término que tristemente se pierde) le traerá a los espectadores tres historias que nos refrescan la identidad morelense en donde cualquier mexicano se ve identificado. La obra La vendedora de voces es un trabajo que apela a la síntesis de elementos, compacta en tiempo y forma, que puede llevarse prácticamente a cualquier escenario formal o informal.
Funciones en diversos sitios
Como parte del Circuito Nacional de Artes Escénicas en Espacios Independientes del Proyecto Chapultepec, que articula estupendamente el Centro Cultural Helénico, la obra se presentará las próximas semanas en Ciudad de México, Morelos, Tlaxcala, Guerrero y Puebla.