Berlín: la ciudad sin muro

Memoria

Presentamos el testimonio de un ex informante de la Stasi, la historia real de un espía que tuvo que vigilar hasta a su propia familia durante la Guerra Fría.

El Puente de Oberbaum sobre el río Spree. (Wikimedia Commons)
Berlín /

“Nací en la Alemania del Este, la República Democrática Alemana (RDA), en 1964. Era el tiempo del comunismo y había muchas restricciones en el comportamiento social; incluso, todavía se manejaba la comida racionada, como se estipuló durante la Segunda Guerra Mundial. La comida no escaseaba, pero algunos productos no se adquirían con facilidad. La gente se manejaba a través de conexiones, de trueque y de propinas extra, de otro modo resultaba imposible adquirir ciertos alimentos, como los nidos de golondrina en lata que mi abuela cocinaba en caldo y eran para mí una delicia. Ya no existen. El recuerdo de su aroma me transporta a los tiempos de la RDA, a lo bueno de mi infancia, pero también a la oscuridad de su dictadura, al caos de nuestra crisis económica.

“Por sus precios altísimos, era difícil conseguir carne, y sólo gracias a los contactos de mi madre, que era peluquera y trataba con mucha gente, de vez en cuando cocinábamos hermosos bisteces. Antes no era como hoy: en los supermercados no se usaban bolsas de plástico porque ese material era recolectado y destinado a la fabricación de autos. Quien tuviera el dinero para comprar un auto nuevo debía anotarse en una lista de espera de un año. En el caso de optar por un modelo en particular la espera se extendía hasta quince años. Fue de locos vivir el tiempo de la Alemania Oriental.

“No teníamos permitido usar ropa o perfumes de marca, nada proveniente de Francia o Estados Unidos. Los pantalones Levi´s estaban prohibidos, además de que era muy difícil conseguirlos, por no decir imposible; pero nos las arreglábamos para comprar lo que nos gustaba, y un día mi madre me regaló mis primeros jeans. Recuerdo perfectamente el día en que los estrené: mis amigos del colegio se pasaron la mañana entera tocándolos. Suena loco, infantil quizá, pero la marginación a la que fuimos sometidos nos hizo ingenuos, inofensivos, temerosos, obedientes. La RDA nos impidió participar del progreso internacional, ir a la par con el resto del mundo.

“No pudimos disipar el sabor amargo de 28 años de tiranía ni siquiera con un poco de la música que nos viniera en gana escuchar: las estaciones de radio solo transmitían la música oficial, antiguas canciones del folclor alemán y repertorio clásico dirigido por Karajan, el director favorito de Hitler. Fue hacia finales de 1960 cuando nos permitieron escuchar a los Beatles, sin restricciones, debido a que los consideraban un grupo de rock positivo e inofensivo. Todavía hoy, cuando escucho la canción de los Hollies “He’s my Brother”, siento una melancolía terrible. Será que en esos tiempos vivíamos con terror ante la amenaza de la bomba atómica, bajo una constante opresión generada a raíz de la Guerra Fría.

“Cuando cumplí 20 años intenté escapar a Berlín Occidental, pero mi mejor amigo, Mayo, que era informante de la Stasi, igual que yo, me delató y pasé más de un año en la cárcel. Todos éramos sospechosos: el mínimo indicio, la marca de cigarros o los colores de nuestra ropa interior, era suficiente para ser interrogados o arrestados. La Stasi se regía bajo el lema: La seguridad es más importante que los derechos.

“Fui amigo de los hijos de un embajador latinoamericano. A menudo me invitaban a su casa en la embajada y hablábamos de cosas, pero a ellos nunca los delaté”.

Tuve la suerte de escuchar esta historia real de viva voz de un ex informante de la Stasi. Como otros miles de ciudadanos alemanes, él y su padre se convirtieron en informantes, espías, delatores, víctimas de un régimen que los convirtió en victimarios a cambio de ciertos beneficios: protección, dinero e interesantes puestos laborales. Hubo quienes accedieron a espiar por miedo. Espiaban a colegas, vecinos, amigos e incluso a la propia familia. Se perseguía a la oposición, a los traidores al régimen, a quienes intentaban escapar de la RDA. Cada mes debían redactar un informe con las novedades recién descubiertas.

Muchos se unieron convencidos de ponerse al servicio de “la gran causa”, sin sospechar que convertirían a sus compatriotas en carne de cañón de un régimen opresivo, que sin miramientos condenó a quienes reclamaban más libertad, más respeto y democracia. La vida íntima de millones de alemanes está documentada en carpetas que unidas formarían una línea de 180 kilómetros de longitud.

Debo decir que en el comportamiento de esos dos hombres hay algo extraño. No son personas naturalmente felices, “normales”; por el contrario, sospechan de todo y de todos; son expertos en aplicar el terror psicológico de una manera sutil. Alguna vez, como invitada a una de sus reuniones familiares, estando yo en el baño, la puerta se abrió de repente y, sin disculpa de por medio, uno de ellos se justificó diciendo que ya llevaba más de cinco minutos “encerrada”. Ese modus operandi quedó fielmente plasmado en la película La vida de los otros (2006), cuya introducción hace referencia a los 200 mil informantes comprometidos en salvaguardar la dictadura del proletariado y cumplir con la meta: saberlo todo.

Aniversario

A 30 años de la caída del Muro, la mayoría de los alemanes considera positiva la reunificación. De acuerdo con un sondeo difundido en septiembre, 71 por ciento de los alemanes orientales y 66 por ciento de los alemanes occidentales piensa que se cumplieron las esperanzas asociadas con la reunificación; 70 por ciento de los alemanes del Este mostró tener menos dudas que los alemanes del Oeste (53 por ciento). Para más de la mitad de los alemanes el cambio significó un importante avance social, cultural y político. Sin embargo, les parece que Alemania no está creciendo correctamente: siete de cada diez alemanes encuentran grandes diferencias entre las personas del Este y del Oeste.

“Lo creado después de la reunificación no es evidente porque no había ningún plan para el periodo posterior a la reunificación. Lo que se ha logrado solo ha sido posible gracias a la gente, especialmente a la gente de Alemania Oriental. Muchas familias llevan las huellas de este tiempo en sí mismas”, comentó la ministra federal de Asuntos de la Familia, Franziska Giffey, tras concluir su gira de tres días por nueve ciudades con el propósito de conocer historias de familia, personas que vivieron la reunificación hace 30 años y aún hoy viven las huellas de ese tiempo. La pregunta central de su viaje fue: “¿Qué te mueve?” Así se enteró de cómo se vive hoy ese día, qué efectos tuvo la reunificación en su vida, dónde ven la mayor necesidad de acción y cómo puede el gobierno federal ayudar a abordar los problemas urgentes.

“La caída del Muro fue para los alemanes el golpe de suerte del siglo XX y un gran momento de democracia: la primera revolución pacífica en suelo alemán, sin un solo disparo y sin derramamiento de sangre. Sin excepción, todos se sienten agradecidos por haber dejado atrás la injusticia contra los disidentes, la restricción de la libertad y la vigilancia de grandes sectores de la población. La revolución pacífica vino del pueblo de la RDA. Querían que algo cambiara, querían la reunificación: un futuro mejor para sus hijos, la libertad de viajar, la libertad de expresión y de elección. La propia gente lo hizo posible”.


Celebración en la ciudad

Este otoño, Alemania celebra 30 años de la caída del Muro de Berlín, la Revolución Pacífica y la Unidad Alemana, un aniversario tan importante que coincide en números redondos con los 100 de la Bauhaus. Tanto el gobierno federal como medios de comunicación y ONG se han unido para organizar un amplio programa de actividades culturales que se desarrollará en Berlín a partir del 2 de noviembre.

Del 4 al 10 de noviembre se instalarán siete exposiciones al aire libre en los lugares emblemáticos de la capital berlinesa (Alexanderplatz, Iglesia de Getsemaní, Puerta de Brandenburgo, Kurfürstendamm, central de la Stasi en la calle Rusche, East Side Gallery y el Palacio de la República). Películas históricas y material en imágenes sobre la construcción del Muro, la división de Berlín, la Guerra Fría y la Revolución Pacífica de 1989 serán proyectados en enormes pantallas 3D. Las proyecciones de video de aproximadamente 15 minutos comenzarán después del atardecer y se repetirán a lo largo de la noche.

Bajo el lema “Su visión en el cielo de Berlín”, la instalación Poético cinético del artista Patrick Shear consta de una bandera gigante, aparentemente ingrávida, que se extenderá frente a la Puerta de Brandenburgo; está conformada por mensajes escritos en 140 caracteres: pensamientos y deseos de esperanza escritos por berlineses y amigos de la ciudad. Estos mensajes, prensados en cintas de diferentes colores, crean la llamada skynet, una bandera gigante que se extenderá a más de cien metros de altura.

En la East Side Gallery de Berlín, a la vista del puente de Oberbaumbrücke, el artista de la luz Rainer Walter Gottemeier ofrecerá un espectáculo con un eje luminoso de aproximadamente 150 metros de largo que consiste en boyas flotantes y señalización luminosa sobre el río Spree. Las 50 boyas de neón y las numerosas luces intermitentes de rescate y sus reflejos simbolizan la línea fronteriza entre Kreuzberg (antes Berlín Oeste) y Friedrichshain (antes Berlín Este). La instalación de luz denominada “Lo que está aquí ahora, lo que una vez estuvo aquí” podrá apreciarse mejor desde la orilla de la East Side Gallery.

El 9 de noviembre se llevará a cabo un festival de música frente a la Puerta de Brandenburgo; participarán el Coro de Berlín dirigido por Daniel Barenboim y el pionero del tecno WestBam, entre otros artistas locales. A la par, se ofrecerá un espectáculo de danza de tecnología en tiempo real, la obra de teatro Stimmen der Freiheit (Voces de libertad) y un espectáculo de arpa láser.

El 9 de noviembre se conmemora también el 25 aniversario de la fundación de la Rundfunk Orchester y el Coro GmbH de Berlín. A las 8 de la noche en la Iglesia Kaiser Wilhelm Memorial ofrecerán la Misa en Mi menor para coro e instrumentos de viento de Anton Bruckner, dirigida por Gijs Leenaars. El programa también incluye la pieza Gran Partita de Mozart.

Del 8 de noviembre al 19 de abril, el Museo Bröham albergará la exposición Adiós y comienzo, del fotógrafo Stefan Moses (1928-2018), quien durante el periodo de agitación posterior a la caída del Muro retrató a personas de la RDA: “instantáneas de una conmoción que después de tan pocos años se ha convertido en un protocolo histórico”.

El puente de Glienicke es quizá uno de los lugares más simbólicos de apertura de fronteras en los estados de Brandenburgo y Berlín. El puente se abrió al tráfico transfronterizo el 10 de noviembre de 1989 a las 18 horas. Una videoinstalación proyectará el domingo 10 de noviembre, a las 13:30 horas, material cinematográfico histórico de ese momento.

​ÁSS

  • Andrea Rivera

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