Y tú, ¿a quién salvarías?

Opinión | Toscanadas

Están de moda ciertas preguntas para ver qué tan buenos somos. ¿Será que algunas vidas valen más que otras?

¿Messi o Villoro? ¿'Las meninas' o Notre Dame? (Collage: Ángel Soto)
David Toscana
Ciudad de México /

Están de moda ciertas preguntas para ver qué tan buenos somos. A un director de museo le preguntaron si en un incendio salvaría a un perro o Las meninas. Como era de esperarse, optó por el perro. Entonces habría que mandar a ese hombre a dirigir una perrera y no un museo. Por supuesto, yo salvaría Las meninas antes que a cien perros. Hubiera salvado Notre Dame y no las palomas que estercolean sus campanarios.

Si se quema el Museo del Prado, ¿salvo Los fusilamientos del 3 de mayo o El fusilamiento de Torrijos? Sin duda salvo el de Goya. Si en cierta exhibición hay que salvar una Santa Catalina de Alejandría, rescato la de Caravaggio antes que la de Gentileschi, manque me lleven las pingas.

Para complicar el asunto, alguien me preguntó: “Salvarías a un niño o Las meninas?” Le diría al niño: “Ayúdame, pinche huerco, que el cuadro pesa un montón”.

Me pueden cambiar la pregunta por la del famoso naufragio. Si se hunde el barco y sólo puedo salvar a Luis Jorge Boone o a Messi, salvo al Boone; entre Brad Pitt y Carlos Velázquez, salvo a Carlos. Entre Maluma y Volpi, rescato a Volpi. Dilema más complicado se presentaría al tener que rescatar a Juan Villoro o a Christopher Domínguez. Ahora bien, si tuviera que salvar a Martín Solares o a Rosa Beltrán, no habría dilema, pues el propio Martín se dejaría ahogar tras pronunciar alguna frase encantadora, y hasta creo que se dejaría ahogar si en vez de Rosa Beltrán pusiéramos al consabido perro.

La catedral de Notre Dame durante el incendio que sufrió en 2019. (Foto: Julien de Rosa | EPA | EFE)

Visité Belgrado poco después de la Guerra de los Balcanes. Mi editora me contó sobre una imagen que ocupaba toda la página derecha en una revista. En ella aparecían dos náufragos. Uno negro, el otro blanco. “¿A cuál salvarías?”, preguntaba el encabezado. Al pasar la página se repetía la misma imagen, pero ahora el encabezado decía: “El blanco es serbio”.

Pasar esa página de la revista es acto decisivo. ¿Salvaría usted a un viejo o a un veinteañero? Y en la página siguiente nos avisan: “El viejo es su padre” o bien, “El veinteañero es sicario”. O digamos que en la balsa hay una mujer y un hombre, y al pasar la página nos enteramos: “La mujer es…”. En fin, ¿qué falta me hace meterme en líos?

Para la mayoría de nosotros, estos no son sino juegos éticos que poco nos comprometen. Pero las guerras, las enfermedades, los partos difíciles, los terremotos, los propios naufragios, las hambrunas, han hecho que a lo largo de la historia tales dilemas exijan respuesta y acción. Las personas en ese mundo real han tenido que decidir con sus agallas, criterios y conciencia; mientras que la muchedumbre, desde el caramelo de sus vidas inanes, fantasea con la quimera de que ninguna vida ha de privilegiarse sobre otra.

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