Clicks a la distancia, en el infinito: adiós al historiador y crítico José Antonio Rodríguez

In memoriam

El 13 de marzo murió este hombre generoso que desplegó sus amplios conocimientos en periódicos, suplementos, revistas, libros, y en un magisterio del que dan testimonio sus numerosos discípulos y amigos.

José Antonio Rodríguez en Madrid, en 2019. (Archivo de Alberto Tovalín)
Laura González Flores
Ciudad de México /

José Antonio Rodríguez, querido amigo y entrañable compañero de mil aventuras: hoy me despierto con la triste noticia de que partiste a esa dimensión del alma y la pura energía que, más allá de lo material, se materializa en la fotografía. Ella, la fotografía en su versión mexicana, fue tu amante apasionada, pero no secreta: desde hace muchos años la compartías con todos nosotros —con tu mujer, tus hijas, tus amigos y también tus enemigos— para contagiarnos de sus encantos y para hacer de ella el espectro más querido.

Crecer en esta tierra habiendo sido gestada en Francia tiene sus particularidades. Tú seguiste la pista de la llegada de la fotografía a México. Investigaste su adopción, su circulación, sus mudanzas y sus andanzas en sus más de 180 años en este país. La amaste tanto que nos la presentaste a todos, conocidos y extraños, nacionales y extranjeros, haciendo aparecer en tus textos la variedad de sus formas, la riqueza de sus contenidos, los secretos de su evolución. Revelaste la identidad de sus autores, de sus patrocinadores y difusores. Dedicaste libros enteros a los aparatos cuyo funcionamiento y estructura yacía detrás de sus múltiples apariencias y vestidos.

Tu amante te llevó a viajar por toda la república y a conocer a sus productores antiguos, pero también a los más jóvenes. No pocos de ellos te deben su carrera. Si Rodrigo Moya leyó todos tus Clicks a la distancia en El Financiero en los años noventa y se sintió motivado por ellos al retomar la vía de la creación fotográfica, ¿cuántos jóvenes fotógrafos no fueron empujados por una buena crítica tuya —incluso cuando eras feroz y exigente— para continuar produciendo dentro de lo fotográfico?

Si Clicks a la distancia era una frase que te distinguía como remitente electrónico, los que conocimos tu columna con ese título en El Financiero sabemos hoy su valor: es el mejor compendio de relatos sobre la fotografía mexicana entre 1990 y 1997, una inagotable fuente de información. Si Clicks fue un proyecto que mostraba tu rigor crítico, el que realizaste en el INAH, la revista Alquimia, era un ejemplo de tu vocación histórica enciclopédica. Gracias a tu inteligencia, tu tenacidad y tu capacidad de integrar a los mejores investigadores, muchos de los cuales se estrenaron en tus páginas, ese país tiene hoy un recuento tan riguroso como detallado de su desarrollo fotográfico.

Que eras un maestro, lo sabemos todos los que te queríamos y te conocíamos. Cada encuentro contigo abría la posibilidad de descubrir un dato o una faceta nueva sobre la historia de tu amante no secreta, la fotografía mexicana. A lo largo de tres décadas de trabajo tenaz tuyo —en mucho apoyado por Patricia Priego, la mujer más comprensiva y menos celosa de tu pasión por otra— le diste una forma visible, en imagen y palabras, a esa amante fotográfica. Con compañeros como Ángel Miquel o Erik Jervaise exploraste la condición de aparato de esa amante mediática cuya infancia le daba forma de linterna mágica o de vista en cristal. Y cómo hablar con justeza de los innumerables proyectos con tu hermano Alberto Tovalín, extraordinario editor al que le debemos la gestión y el cuidado de tantos libros bellos hechos a tu lado, como el de Carlos Jurado, el de Nacho López, o ese último de Librado Garcia Smarth, que mereció el último premio Garcia Cubas en la categoría de Libro de arte para el Estado de Jalisco.

No: en ti no se podría hablar de estrechez de miras, de tacañería intelectual o de centralismo académico. Hiciste, tanto en los Clicks y en Alquimia, como en tus libros y tu docencia, alarde de una vasta atención académica a las producciones estatales y locales. Sólo La manera en que fuimos: fotografía y sociedad en Querétaro, 1840-1930, que realizaste con Patricia Priego, es una instancia de tu interés en el valor de las producciones locales.

Alberto Tovalín y José Antonio Rodríguez. (Archivo de Alberto Tovalín)

Con tu ejemplo, abriste el camino para muchos historiadores más jóvenes que hoy siguen tus pasos en las distintas latitudes de este vasto y complejo país, nunca asimilable para ti como un conjunto. Gracias a ti no solo se desarrollaron los fotógrafos “jóvenes” de distintas décadas, que encontraron una resonancia crítica en ti, y que hoy son ellos mismos maestros, como Gerardo Montiel o Cannon Bernáldez, sino también los historiadores. Compañeros en tu proyecto de libro sobre la fotografía en El Universal, hoy Arturo Ávila Cano y Brenda Ledesma se perfilan como tus sucesores —cada uno con su estilo y sus temas— en el campo de la Historia de la Fotografía Mexicana.

Y qué hablar de tus mujeres. Pocos hombres hay menos machistas, más compañeros y más amantes de lo femenino que tú. Si Fotógrafas en México 1872 – 1960 es hoy un hito del estudio histórico de la fotografía hecha por mujeres en este país, otros libros como los de Bernice Kolko o Ruth Lechuga muestran tu interés de reconocer y estudiar, de manera concreta y atenta a la especificidad, la agencia de un género largamente desatendido por los estudios históricos.

Al enorme hueco que dejas en la vida de tus mujeres más cercanas, Patricia, Natalia y Camila, que inevitablemente convivían no sólo contigo y tu amante, sino con tu vasta y especializada biblioteca y tu interminable archivo de documentos, se suma hoy el vacío en los muchos corazones de todos a quienes extendiste tu entrañable cariño y tu inmensa generosidad.

A todos nos hiciste crecer con tus agudas críticas, pero también con el indudable afecto con el que emprendías todo lo que hacías. Intenso y vital, gozaste de cada instante que la vida te ofreció aún en condiciones adversas de salud y de economía. Así que hoy, cuando ya eres pura esencia y pura memoria, te deseo un buen camino al infinito en el que todos acabaremos: pura luz.

Tu amante no secreta, la Fotografía Mexicana, se queda hoy sin ti, desolada.

Marco A. Cruz, José Antonio Rodríguez, Elsa Medina y Rodrigo Moya.

Laura González Flores es historiadora y curadora, investigadora en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

ÁSS

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