Los talibanes están de regreso. Su bandera ondea con orgullo en las principales ciudades de Afganistán, mientras sus habitantes, aterrorizados, presencian su ascenso al poder con la sensación de haber sido abandonados en el campo de batalla. Por si el resto de los países se ha olvidado de su tragedia, el escritor Khaled Hosseini (Kabul, 1965), una de las voces afganas más influyentes en la actualidad, nos refresca la memoria. En un artículo publicado recientemente en The Washington Post, el autor de deslumbrantes obras literarias sobre Afganistán, recuerda cómo la última vez que los talibanes gobernaron el país “brutalizaron, mutilaron y asesinaron sistemáticamente a su propio pueblo. Bombardearon escuelas y hospitales y masacraron a hombres, mujeres y niños, muchos de ellos tan solo aldeanos pobres”.
El sentimiento de desamparo es más fuerte aún entre las mujeres afganas. Bajo el dominio talibán, ellas están condenadas a la invisibilidad. “El régimen prácticamente las encarceló, les negó la atención médica y les robó su derecho a la educación. Las azotó por atreverse a mostrar la cara en público y las golpeó por caminar en las calles sin un acompañante masculino”, describe el autor de Mil soles espléndidos (2007), novela que relata el estrecho vínculo que forjan dos mujeres de orígenes muy distintos para enfrentar la desesperanza que las persigue en medio de sus terribles circunstancias.
Ante los caóticos acontecimientos en Afganistán, vale la pena asomarse a la ventana que ha abierto Khaled Hosseini, quien salió a los cinco años de su país junto con su familia con destino a Irán y después obtuvo asilo político en Estados Unidos. Sus obras rompen cualquier estereotipo. Sus personajes no son “perpetuos seres humillados o fanáticos enemigos de Occidente”, son seres llenos de ternura y amor que crean lazos indestructibles en medio de la cotidianidad de la violencia, la guerra, la diáspora, el horror. Sus otros dos libros Cometas en el cielo (2003), así como la más reciente Y las montañas hablaron muestran también que ni “el amor es un error dañino ni su cómplice, la esperanza, una ilusión”.
Y es precisamente sobre la ilusión sobre lo que el novelista ha hablado ante la tragedia de su país, tanto en entrevistas como en sus redes sociales y en su artículo para The Washington Post, donde realiza “un ejercicio de ilusiones” que consiste en reflexionar sobre lo que los afganos han construido en los últimos 20 años, mientras los talibanes se ocupaban en guerrear: una base sólida de profesionistas, hombres y mujeres que han ido a la escuela y ahora están comprometidos con los derechos humanos, el medio ambiente y la justicia racial.
Las cifras son esperanzadoras: en 2020 más de 9,5 millones de estudiantes matriculados en la escuela, el 39 por ciento son niñas, en comparación con solo 900 mil en 2001, en su inmensa mayoría niños. Las mujeres jóvenes ingresaron a la fuerza laboral para ayudar a reconstruir un país que los talibanes dejaron en bancarrota”.
Khaled Hosseini no tiene dudas: ninguna sociedad tiene la menor posibilidad de éxito si sus mujeres no reciben educación y eso es lo que ahora está en riesgo.
Ante el dolor tras el regreso de los talibanes al poder, Hosseini alza la voz con la esperanza de que no se apagarán las “incontables lunas ni los miles soles espléndidos” de Afganistán.
AQ