Ah, raza: descifrando el lema de la UNAM

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David Toscana indaga en la historia del significado de las palabras vasconcelianas que distinguen a la máxima casa de estudios: "Por mi raza hablará el espíritu".

La Universidad Nacional de México se fundó en 1910 y obtuvo su autonomía en 1929. (Foto: Ariana Pérez | MILENIO DIARIO)
David Toscana
Ciudad de México /

Siempre me ha gustado el lema de la UNAM: “Por mi raza hablará el espíritu”, pero me parece un verso caído de algún poema y no lo entiendo ni cuando el mismo José Vasconcelos explica que pretendía “significar que despertábamos de una larga noche de opresión”. Llegué a imaginarlo como una amenaza que le dirige Cuauhtémoc a Cortés en su tormento, o que por mera gansada le puede espetar cualquier mexicano a un gachupín. En los conceptos de “raza” y de “espíritu” hay muchas vidas, y acaso para entender a Vasconcelos hay que leerlo.

En sus “Notas de viaje” cuenta que visita Santos, la ciudad que Pelé volvería famosa algunas décadas después. Va a la Bolsa de Café y se sintió en “un palacio de las hadas, porque eso parecían las luminosas mujeres que comían en las mesas y paseaban por los terrados”. Luego baja a la playa, donde “desfilaron con sus tentaciones fugaces mujeres hermosas, semidesnudas”. Aun así, se da tiempo para filosofar que “el pensamiento cuenta también con otra aventura. Un día escapará de esta vida para ir a insertarse en un organismo menos torpe que el nuestro, y más afín del espíritu”.

En el ensayo La raza cósmica, publicado en la década de 1920, habla de raza y espíritu sin la experiencia de la historia por venir: “Una mezcla de razas consumada de acuerdo con las leyes de la comodidad social, la simpatía y la belleza, conducirá a un tipo infinitamente superior a todos los que han existido… La conciencia misma de la especie irá desarrollando un mendelismo astuto… Los tipos bajos de la especie serán absorbidos por el tipo superior… podría redimirse el negro y, poco a poco, por extinción voluntaria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas”.

Lo de Vasconcelos no es un eugenismo científico sino estético; propone su plan mendeliano porque, a diferencia de su visita a Santos, plagada de luminosas hadas semidesnudas, asegura que “es repugnante mirar esas parejas de casados que salen a diario de los juzgados o los templos, feas en una proporción, más o menos, del noventa por ciento de los contrayentes”. Los feos también aman.

Pero tomando líneas más avispadas y volviendo al lema de la UNAM, aquí hallamos buenos indicios: “Cada raza que se levanta necesita constituir su propia filosofía… ahora que se inicia una nueva fase de la historia, se hace necesario reconstituir nuestra ideología y organizar conforme a una nueva doctrina étnica toda nuestra vida continental. Comencemos entonces haciendo vida propia y ciencia propia. Si no se libera primero el espíritu, jamás lograremos redimir la materia”.

Muy bien. Pero sin dualidades, puesto que el hombre es espíritu que sólo vive en la carne mientras viva la carne. Que por mi raza hable la raza.

AQ

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