En la serie animada Los Picapiedra, en su versión doblada al mexicano por Jorge Arvizu, lo llamaban “Galán Delón”. “No era más guapo porque ya no se podía. El muy cabrón”, tuiteó el periodista, narrador y miembro de la Real Academia Española, Arturo Pérez-Reverte, con una foto de un Alain Delon de 25 años, minutos después de conocerse la muerte del artista el pasado domingo 18 de agosto.
Su belleza contrastó con la mayoría de los personajes que encarnó en el cine, igual que con el personaje que jugó en su vida privada: desde el asesino a sueldo Jef Costello en el filme que le dio su apodo de Le Samouraï (1967). O el ladrón de identidad de A plein soleil (1960) —de donde salió la foto de Pérez-Reverte—, adaptación de René Clément de la novela de Patricia Highsmith The Talented Mr. Ripley. O del boxeador neorrealista de Rocco e i suoi fratelli. O el fascista Ulysse Cecco en Quelle joie de vivre.
- Te recomendamos El sueño de Maquiavelo Laberinto
Desde el católico conservador, cercano a la ultraderecha francesa y amigo de Jean-Marie Le Pen y Marine Le Pen, que hace una década provocaba polémica por declaraciones juzgadas homófobas, a pesar de que en 1969 respondía a la prensa que qué habría de malo si tuviese gustos homosexuales (irónicamente ambas posturas contrastantes desataron escándalo en Francia con medio siglo de diferencia); hasta el amante de los animales que, no obstante, como última voluntad, pidió a su familia sacrificar a su pastor belga Loubo, para que lo enterraran con él en su finca del Château de la Brûlerie.
Delon fue el actor que compartió la pantalla con divas como Monica Vitti (L’Eclisse), Romy Schneider y Jane Birkin (La piscine), Claudia Cardinale (Il Gattopardo), Catherine Deneuve (Un flic), Brigitte Bardot, Simone Signoret y Marie Laforêt (Les Amours Célèbres), Marianne Faithfull (The Girl on a Motorcycle) o Gayle Hunnicutt (Scorpio), pero también fue el Monumento del cine cuyo homenaje en Cannes feministas trataron de boicotear en 2019 tras acusarlo de ejercer violencia contra las mujeres.
Incluso siempre cargó con el escándalo por no reconocer la paternidad de Ari —el hijo que tuvo con Nico, la modelo sueca y cantante de The Velvet Underground—, quien murió en 2023, a los 60 años. Se casó con Nathalie Delon (Francine Canovas) y Rosalie van Breemen, aunque el gran amor de su vida fue Romy Schneider, a quien conoció en 1958 cuando filmaron el remake Christine, de Pierre Gaspard.
Y a pesar de ese supuesto machismo, como en el clásico de François Truffaut El hombre que amaba a las mujeres (L'homme qui aimait les femmes, 1977) –que bien pudo protagonizar Delon aunque lo hizo magistralmente Charles Denner–, dos mujeres lo despidieron amorosa y conmovedoramente, estrellas de dos generaciones del cine francés, que fueron parte de su vida: Brigitte Bardot y Anne Parillaud.
“Alain, al morir acaba un capítulo magnífico de una época ida de la que fue un monumento soberano. Representó lo mejor del cine prestigio de Francia, embajador de la elegancia, del talento y la belleza. Pierdo un amigo, un alter ego, un cómplice”, escribió BB en carta manuscrita tuiteada, última diosa del cine francés viva, junto con Catherine Deneuve, cuya fundación animalista evitó el sacrificio de Loubo.
Anne Parrillaud, la Nikita de Jean-Luc Besson y pareja de Delon de 1981 a 1986, escribió en Instagram: “Yo tenía 20 años y tú, casi 50. Fuiste mi primer amor, mi maestro, mi padre, mi Pigmalión, mi profesor, presto a sacrificarse por lo mejor, la excelencia, la perfección, la exigencia… y la pasión. Tanto en el trabajo como en el amor (…) Gracias, Alan, por todo lo que me hiciste vivir, sufrir y sentir. Sé feliz donde estás, seguro serás más que donde estuviste. Besos, te amaré hasta el fin de los tiempos”.
Rostro simétrico, con labios apenas esbozados bajo la nariz respingada sobre la que asomaban ojos azules de lobo, enmarcados en pelo oscuro y lacio, peinado siempre con raya a la izquierda durante 88 años, Delon hizo igual de la gabardina un símbolo no sólo de la elegancia, también de la muerte cerca.
Sin ese contraste que garantizaba Delon, quizás habrían sido simples películas los tres clásicos de Jean-Pierre Melville en los que actuó: El círculo rojo, Un policía o Le Samouraï, planeada para él, que coleccionaba en su casa una katana. De ese filme, Delon sacó su marca de perfume: Samouraï Katana.
Mató con clase y eficiencia, y a menudo a sangre fría, en buena parte de sus filmes, sin importar género, cultivó todos: desde la comedia, el churro y el western, hasta el thriller psicológico y el drama.
Los crímenes de Alain Delon son innumerables y tuvieron muchas caras: fue Ramón Mercader en El asesino de Trotsky; Jef Costello, el pistolero con código ético inspirado en el bushidō y el cine de Akira Kurosawa en Le Samouraï; el psicópata usurpador Tom Ripley en A pleno sol; el criminal sádico y traidor Gauche en el western Sol rojo; el matón de la CIA —“puta” a sueldo, como se asume frente a su coprotagonista Burt Lancaster— en Scorpio; o el homicida ocasional en El regreso de Casanova; o el histórico Julio César, en Astérix en los Juegos Olímpicos; o el patriota de la resistencia antinazi Jacques Chaban-Delmas en ¿Arde París?; o el justiciero en Zorro, o el revolucionario en El Tulipán Negro...
Delon trabajó con grandes directores de la historia del cine (Melville, Jean-Luc Godard, Louis Malle, Agnès Varda, Luchino Visconti, Michelangelo Antonioni, René Clément, Joseph Losey, Bertrand Blier, Volker Schlöndorff o Patrice Leconte; e igual compartió créditos con otras estrellas masculinas, representantes de varias generaciones y países, algo rarísimo en un mundo donde el protagonista sólo acepta una estrella femenina: su amigo Jean-Paul Belmondo, Gérard Depardieu, Jean Gabin, Philippe Noiret, Yves Montand, Burt Lancaster, Fabrice Luchini e incluso Toshiro Mifune y Charles Bronson...
Como pocos, Alain Delon protagonizó un gran número de películas basadas en obras de la literatura universal, desde El Tulipán Negro, novela del francés Alexandre Dumas, hasta El talento de Mr. Ripley, de la estadounidense Patricia Highsmith; desde El regreso de Casanova y Liebelei (Christine) de Arthur Schnitzler, hasta el cuento de Edgar Allan Poe William Wilson, en el fragmento filmado por Louis Malle para la película colectiva Historias extraordinarias (1968, con Federico Fellini y Roger Vadim), en la que Delon y Bardot dan cuerpo al relato clásico del depravado y asesino doppelgänger.
Aunque encarnó al Barón de Charlus hace 40 años en Un amor de Swann (1984), el episodio de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust que escogió Volker Schlöndorff para adaptar al cine (con Ornella Mutti, Jeremy Irons y Fanny Ardant), el papel más emblemático de Alain Delon basado en una novela fue, por supuesto, el del oportunista y doble moral (gatopardista) Tancredi Falconeri en la joya de Visconti Il Gattopardo, versión de la obra maestra homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en la que compartió créditos con Claudia Cardinale (Angélica) y Burt Lancaster (el príncipe Fabrizio).
La figura del doble, la doble personalidad o el usurpador en sus personajes marcó la carrera de Alain Delon, en ese esquema de contrastes: Su película clásica sobre el tema sin duda fue Mr. Klein (El otro señor Klein, 1976), de Joseph Losey, director que antes ya había explotado la capacidad de Delon de no solamente interpretar a un personaje en sus películas, sino desdoblarse en varios, con El asesinato de Trotsky (1972), donde el francés se convierte en Ramón Mercader, el catalán doppelgänger y agente de Stalin, que logró acercarse al revolucionario ruso (encarnado por Richard Burton) como empleado y asesinarlo con un piolet justo el 21 de agosto de 1940 (irónicamente Delon falleció un 18 de agosto).
En A pleno sol, Tom Ripley (Delon) asesina a su amigo millonario de infancia Philippe Greenleaf (Maurice Ronet) en Italia para robarle su identidad, llevar vida de lujos y quedarse con la novia de su víctima, Marge (Marie Laforêt). En Scorpio (Winner, 1973), Jean lleva la doble vida de un matón a sueldo que aspira a quedarse con el trabajo de agente de la CIA de su amigo y mentor Cross (Burt Lancaster), con la de un amoroso hermano de Anne (Mary Maude) y de enamorado de su novia Susan (Gayle Hunnicutt), por quien apuesta por retirarse e irse con ella a París, pero Susan también es Otra.
En Zorro, spaghetti western filmado en España y dirigido por Duccio Tessari en 1975, Diego (Alain Delon) debe asumir la identidad de su amigo Miguel Vega de la Serna, un idealista nombrado gobernador de Nueva Aragón, para vengarlo luego de que éste fue asesinado por órdenes del Coronel Huerta (Stanley Baker). La curiosidad de este filme es que al llegar a Nueva Aragón (ficticia colonia española supuestamente en Sudamérica), Diego se presenta como Miguel Vega de la Serna, un hombre afeminado que coquetea abiertamente con Coronel Huerta, pero su otra identidad es la del viril Zorro, un justiciero enmascarado que roba a ricos locales para beneficio de los pobres y provocar al militar.
Una década antes, en 1964, uno de los éxitos de taquilla de Alain Delon fue otro papel enmascarado, El Tulipán Negro, de Christian-Jacques, donde la doble identidad es por la vía de los gemelos Saint Preux.
Bueno, lo aceptó Brigitte Bardot: Alain Delon es mi alter ego, su Otro yo. Sí, también de ella fue doble.
Si el actor representa personajes, Delon cambió el paradigma y se representó a sí mismo con los otros.
El presidente de Francia Emmanuel Macron tuiteó que “Alain Delon encarnó papeles legendarios e hizo soñar a todo el mundo. Melancólico, popular, secreto, era más que una estrella, un monumento francés”, escribió el jefe de Estado al que el actor de Muerte de un corrupto no veía con buenos ojos.
Alain Delon fue todos. Y todos fuimos en un momento de nuestras vidas cinéfilas Él, su doble o aquel al que Delon le robara su identidad. O quisimos que hubiera un disfraz de Alain Delon para ir de fiesta.
Un lobo disfrazado de oveja. O una oveja disfrazada de lobo, como en esa obra maestra Le Samouraï.
El amor por los animales, que compartió con Bardot, Delon lo llevó a varias de sus películas, donde éstos interpretaban papeles hasta metafísicos y mantenían curiosos “diálogos” con el actor, como el canario que le da voces de alarma a Jef Costello sobre la entrada de intrusos a su frugal habitación en Le Samouraï, o el amor por gatos callejeros del matón Jean, en Scorpio, como metáfora de la muerte. O el mastín Diablo que literalmente habla al vengador Diego en el spaghetti western Zorro. Eso sin contar su afición a los caballos, que montó en filmes de aventuras, y que lo convirtió en promotor de carreras.
Amor incondicional que Delon, quien de joven trabajó en una carnicería, vivió hasta su última muerte.
Quizás por eso BB le dedica a Delon en su mensaje póstumo unos versos del poema de Alfred de Vigny La muerte del lobo, con los ecos del Arte Poética de Paul Verlaine y del último suspiro de Hamlet, donde el poeta atestigua una cacería sádica del animal y lamenta la naturaleza salvaje de los hombres:
“A voir ce que l'on fut sur terre et ce qu'on laisse
Seul le silence est grand ; tout le reste est faiblesse”.
(Al ver lo que antes eras y lo que te han dejado,
Sólo importa el silencio: todo el resto es debilidad).
AQ