Recientemente apareció un artículo sobre una inmigrante norcoreana que se quejaba de que en su país era imposible una historia de amor. Puede que sea cierto. Los regímenes totalitarios no parecen ser los lugares ideales para la producción de esas historias cursis en las que uno sabe qué va a pasar, pero quiere saber cómo.
Ahora, ¿sólo Corea del Norte carece hoy de grandes historias de amor? ¿No será más bien que la civilización occidental se está volviendo incapaz de procesar ésta que es la narrativa más simple? Esta es la reflexión de Cédric Klapisch en Alguien, en algún lugar, película que inaugura este año el Tour de Cine Francés.
En torno a ella valen la pena tres reflexiones. Primero, Alguien, en algún lugar no es una comedia romántica. Y qué bueno. Las comedias románticas parecían buenas ideas en los años ochenta cuando Harry se enamoró de Sally y Arturo demostró que, borracho, podía ser un millonario seductor. Con el paso de los años, la fórmula se fue agotando hasta volverse el cliché impresentable que hoy es. Ese que ya no sólo ha inundado el cine, también las series de televisión y los programas unitarios.
Segundo, Alguien, en algún lugar es teatral. Esto que podría parecer negativo, hoy por hoy no lo es tanto. Los efectos especiales, la imagen seductora y el montaje vibrante se ha convertido en parte tan esencial del cine comercial que un poco de teatralidad no va mal: actuaciones y enredos. Como en los años de oro de la Comédie-Française, Rémy es un hombre convencido de que todo lo que ama terminará mal. Incapaz de criar a un gato, piensa que es inútil buscar amar. Mélanie, por su parte, es una bióloga que un día descubre las delicias del sexo instantáneo, el placer sin compromiso que proporcionan las aplicaciones tipo Tinder. La vida de nuestros héroes se cruza en su barrio de París, en el puente que los lleva hacia el centro y en la tienda de un viejo árabe, que es el más teatral de los personajes en esta película. Y es que este tendero es una suerte de genio o djinn que adivina las necesidades culinarias de sus clientes y es capaz de recomendarles un buen queso o la mejor marca de cuscús. Como en las viejas comedias francesas, el tendero representa al destino y sabe el momento adecuado para unir a los amantes.
Tercero: Alguien, en algún lugar es en realidad una historia de psicoanálisis. No se trata sólo de que nuestros héroes hayan sido diagnosticados, él con ansiedad aguda y ella con depresión, es que la vida de ambos da un giro total cuando comienzan a ir a terapia.
Por todo lo anterior, la moraleja de esta película pareciera ser que quien no conoce la verdad sobre sí mismo no puede amar y en esta frase se resumen las tres realidades sobre una película que trasciende la pequeña historia que cuenta para volverse metáfora de la occidental. Rémy y Mélanie son especímenes paradigmáticos del mundo que vivimos. Carentes de convicciones en torno a la vida y el amor, las cosas les suceden sin control. En una escena, Mélanie llega a la conclusión de que el romance no es otra cosa que un intercambio de información y secreciones. Si así fuera, los amantes que se encuentran por Tinder deberían ser los más felices del mundo, pero no: debe haber algo más. Aquello que aquí culmina en un baile de kompa, ese estilo musical haitiano que nos comunica con lo más basilar en el amor: la mirada, la sonrisa y una pregunta nada más: ¿cómo te llamas?
AQ | ÁSS