Alice Rahon, tejedora de sortilegios

Arte

La retrospectiva de la artista francesa en el Museo Kaluz es discutible, lo que se vuelve una virtud porque, al contrario de las exposiciones insípidas y políticamente correctas de los últimos tiempos, provoca preguntas frontales.

Alice Rahon, artista francesa. (Cortesía: Wolfgang Paalen y Eva Sulzer)
Sylvia Navarrete
Ciudad de México /

Discutible resulta la retrospectiva dedicada a Alice Rahon (Francia, 1904-México, 1987) en el Museo Kaluz de la Ciudad de México hasta el 28 de abril. Que sea una virtud: al contrario de las exposiciones insípidas y políticamente correctas de los últimos tiempos, esta provoca preguntas frontales, de orden estético y hasta ético. La primera, de rigor, rebasa la retórica de género: si se trata de reivindicar a la artista Alice Rahon, ¿acaso la aventaja equipararla incesantemente a su esposo, el pintor, teórico y editor Wolfgang Paalen, así sea bajo pretexto de contextualización histórica? Y otra interrogante, que cala más hondo: ¿incluir obra de calidad menor no desequilibra cualquier exposición? ¿Con ello no se nos induce a pensar que Alice Rahon esté sobrevalorada?

En 1995, Raquel Tibol regañó en la revista Proceso al galerista Óscar Román por haber convertido en “antihomenaje” un fondo de “40 dibujos y pinturas colgados de cualquier manera… con un folleto de tamaño engorroso y reproducciones tamaño estampillas”. Entendámonos: el curador invitado de Kaluz, Daniel Garza Usabiaga, ciertamente domina su tema; además, a 15 años de ausencia en la escena mexicana, la muestra y el catálogo de Alice Rahon. Impresiones colman una laguna historiográfica. Tengamos en mente la frase del novelista judío Joseph Roth perseguido por los nazis: “La curiosidad es hermana de la juventud y emisaria del deseo”.

En París, Alice Rahon destacó solo como poeta en los círculos de André Breton, donde conoció al austriaco Wolfgang Paalen (Viena, 1907-Taxco, 1959), con quien se casó y emigró a México en 1939. Él emprendió aquí una disidencia del surrealismo y ella descubrió su vocación de pintora autodidacta. En la revista Dyn (del griego to dynaton: lo posible), Paalen convocó a prófugos de ese movimiento, que buscaban en la ciencia, el arte moderno y las culturas amerindias fuentes renovadoras para el pensamiento creativo; otros colaboradores como Henry Miller, Anaïs Nin, Alfonso Caso, Roberto Matta, Manuel Álvarez Bravo, Alexander Calder y Jackson Pollock estimularon el espíritu humanista de este lado del Atlántico, en pleno conflicto bélico. Dyn también reseñó la primera individual de Rahon en la Galería de Arte Mexicano. Lo anterior explicaría tal alternancia de Rahon y Paalen en las mamparas de Kaluz...

Alice Rahon, con su talento indiscutible pero irregular, su bello rostro bronceado y condición física maltrecha, me deja perpleja: 1) si bien se ha subido al pódium de las exiliadas europeas (Remedios Varo, Leonora Carrington, Kati Horna, etcétera), sigue siendo una total desconocida en su Francia natal y en el circuito global; 2) demostró una sorprendente fineza plástica, pero se fue extraviando en una experimentación abstracta que despojó la obra de su gracia evocativa y efusión lírica; 3) aunque admitió que de Paalen “había aprendido todo”, fue una mujer emancipada y bisexual, que traía un bagaje de lecturas, viajes, amistades y episodios dramáticos como accidentes con secuelas graves, la pérdida de un hijo en la adolescencia, un tórrido romance con Picasso del que escapó a la India con la poeta Valentine Penrose

La crítica, que acompañó a Alice Rahon desde sus inicios, cayó en la tentación de la interpretación esotérica y las analogías literarias. Coherente con su filiación surrealista, Rahon concibe el pintor como “chamán, sibila o brujo” que posee las llaves de lo invisible y aquel poder mediúmnico del niño que la escuela arrebata. El suyo, resume César Moro en 1944, “es un mundo esencialmente primitivo, mágico, infantil”; Crespo de la Serna, a su vez, lo describe como “pequeños cosmos de milagro” que invitan a “soñar despierto”; y Margarita Nelken la rebautiza “Alicia en el país de las maravillas” sin dejar de alabar un oficio consumado y la técnica meticulosa.

Alice Rahon, 'La balada de Frida Kahlo', 1956-1966. (Museo Kaluz)

En sus composiciones tempranas, Rahon conecta puntos y líneas para esbozar figuras en constelaciones flotantes, desprovistas de jerarquía espacial; las incisiones furtivas de la uña sobre el pigmento fresco evocan esgrafiados arcaicos o signos cuneiformes que confieren una ligereza casi ingrávida a la imagen. Texturiza la materia con arena y cenizas de volcán, “una operación muy delicada”, apunta ella: “Hay que encerrar la arena en el puño y dejarla caer con la mayor suavidad posible para que se disperse”. También pega plumitas, alas de mariposa, ramas, algodoncitos quemados a los soportes de tela, papel, seda o terciopelo. Esas superficies de aspecto mineral gestan destellos de luz al interior del cuadro, en que los colores se asocian en gamas de “coleópteros, cantáridas, líquenes y piedras preciosas”, dice Crespo, y donde César Moro percibe “la lentitud del nácar, huellas de pájaros en la nieve, licor enervante ramificado a través de mil y mil poliedros…”

Son dos las etapas productivas de Alice Rahon que se sintetizan en las salas de Kaluz. Su mejor época coincide con el descubrimiento del país y de sus propias aptitudes de pintora, en los años 1940-50: esboza paisajes de atmósfera tenue como la gasa o la niebla, que aluden a elementos culturales y topográficos locales, a saber ciudades imaginarias, fiestas pueblerinas con sus fuegos artificiales, pirámides y volcanes, procesiones y quemas de Judas. Más adelante, Rahon comete amplios planos cromáticos atravesados por pinceladas diagonales, pero en esa “depuración” informalista que suprime la sugestión del dibujo, pierde expresividad y sustancia plástica. Se adivina la intención sin verse resultados. En las salas de Kaluz, esos tropiezos y la elección de cuadros tardíos que acusan una factura rudimentaria afectan la consistencia de la exposición. Daniel Garza Usabiaga vincula ese periodo al suicidio de Paalen, 12 años después de que la pareja se separara: “abre las compuertas de la experimentación a una obra más aventada, más libre”. La pintora es valiente en su vejez, pero no recupera aquel impulso suyo de “jugar con la fragilidad y lo efímero de las cosas bellas”.

Alice Rahon, 'El trigal', 1966. (Museo Kaluz)

Lourdes Andrade, experta en surrealismo y última pareja de Alice Rahon octogenaria ⎯antes de fallecer ella misma en Chilpancingo, atropellada por un borracho⎯, la califica de “maga pleistocénica y tejedora de sortilegios”. ¡Qué conmovedor leer en el catálogo de Kaluz el testimonio que escribió la investigadora a la muerte de Rahon! El texto ardiente, amoroso y melancólico la presenta como “un ser esplendente y sórdido a la vez”: “Alice era vieja y estaba sola”, aislada en su casa de Tlacopac, rodeada de gatos, sumida en la pobreza, la suciedad y la depresión.

Andrade se empeñó en sacarla del olvido. Tradujo el poemario Salamandra (El Tucán de Virginia, 1997), firmó la monografía Alice Rahon (Conaculta, 1998) y el prólogo al facsímil de Dyn editado en Viena por Christian Kloyber (Springer, 2000). Según Andrade, la “ecuación cósmica” de la obra poética y pictórica de Rahon se revela en la paridad de la mitología y la naturaleza: una comunicación íntima con los elementos fuego-aire-agua-tierra, referencias al arte rupestre, presencia de leyendas medievales, recurrencia del reloj de arena acostado que remite al título de una plaquette publicada en 1938 e ilustrada por Miró, al accidente que de niña la mantuvo enyesada tres años de pies a cabeza, al Iztaccíhuatl que delineó en sus lienzos.

La editorial Artes de México publicará en breve el libro Alice Rahon et le Mexique (Riveneuve, París, 2021). En él, la académica francesa Christine Frérot hace la suma de su producción pictórica (750 obras), el censo de sus exposiciones póstumas (incluidas las recientes de la galería Wendi Norris en San Francisco) y lamenta que los archivos de Rahon, vendidos por una sobrina al Getty Research Institute de Los Ángeles, todavía no se puedan consultar en línea. Ojalá se aliente ahora la difusión de Alice Rahon también en su continente de origen.

AQ

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