Desde un inmenso aquí

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La exposición 'Tú junto a mí', de Alicia Ceballos, se presenta en el Museo Raúl Anguiano, en Guadalajara.

'Tú junto a mí', exposición individual de Alicia Ceballos en el Museo Raúl Anguiano. (Foto: Héctor Navarro | UDG)
Jorge Esquinca
Ciudad de México /

La pintura de Alicia Ceballos surge de una minuciosa reflexión sobre los valores del silencio y la luz. Se trata de una obra en permanente condensación, donde cada uno de los elementos que la componen ha sido considerado dentro de un orden a la vez estético y espiritual. Un sistema de coordenadas establecido por la artista desde su más profunda intimidad, donde la primacía del color blanco es la materia misma del origen: la fuente de la que todo surge y a la que todo habrá de volver.

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Clarice Lispector, en Agua viva: “Hoy he acabado el lienzo del que te hablé; líneas redondas que se entrecruzan con trazos finos y negros, y tú, que tienes la costumbre de querer saber por qué –el por qué no me interesa, la causa es la materia del pasado- te preguntarás ¿por qué los trazos negros y finos? Es por el mismo secreto que me hace escribir ahora como si fuese a ti. Escribo redondo, enmarañado y tibio, pero a veces frío como los instantes frescos, agua del arroyo que tiembla siempre por sí misma. ¿Lo que he pintado en esa tela es susceptible de ser fraseado? Tanto como la palabra muda pueda estar implícita en el sonido musical.”

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Si la música de Arvo Pärt surge de una zona fronteriza entre el reino absoluto del silencio y la elemental manifestación de las notas, puede entonces decirse que la pintura de Alicia Ceballos se encamina por una ruta semejante: el color blanco vendría a ser el agua de ese arroyo donde los trazos, enmarañados, veloces, instantáneos, se inscriben y piden, quizá, ser leídos como esas notas que apenas insinuadas resuenan: un pentagrama para leer, entonces, con ojos y oídos. Es ahí, en el temblor de la mano que las traza, donde reside su secreta manifestación.

Alicia Ceballos, 'Encaje de huellas 2'. (Foto: Carlos González Ceballos)

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La sombra, la luz, la huella. El encaje de una mantilla española se imprime sobre la superficie del lienzo. Asoma, entre las numerosas veladuras, la memoria; pero, ¿la memoria de qué? En su pintura, Alicia Ceballos presentifica una ausencia, entrega el tono y el aroma de un recuerdo, aunque no sepamos, pues no hace falta saber, desde dónde, desde qué ignota lejanía. Un tejido, una red de correspondencias que instauran, en el espacio de la tela, una medida de tiempo. Como la tenue gota de sangre que ha quedado fija bajo la cera en cada una de las caras de la libreta japonesa y hace penar en la efímera prisionera en una celda de ámbar.

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Eduardo Chillida, en sus Escritos: “Desde el espacio, con su hermano el tiempo, bajo la gravedad insistente, sintiendo la materia como un espacio más lento, me pregunto con asombro sobre lo que no sé. Trabajo para conocer y doy mayor valor al conocer que al conocimiento. Creo que debo tratar de hacer lo que no sé hacer, intentar ver donde no veo, reconocer lo que desconozco, identificar en lo desconocido. En estos procesos, similares a los de la ciencia creativa, existen muchas dificultades. Se cuenta con las manos de ayer, pero faltan las de mañana.”

"La pintura de Alicia Ceballos surge de una minuciosa reflexión sobre los valores del silencio y la luz". (Foto: Jorge Esquinca)

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Si la materia de la pintura es ya un espacio, el trabajo de Alicia Ceballos consiste en formular con ella un lenguaje. Una escritura compuesta por signos que se van definiendo conforme ocupan su lugar en el lienzo; conocer es entonces nombrar, sí, pero con un lenguaje al filo de lo desconocido, eso que aparece justo cuando se ve donde no se ha visto. Y la obra en ciernes parece convocar una cercanía, una presencia –la del otro o la del ángel- sin la cual esa creación permanecería incompleta: Tú junto a mí. Es un llamado, como quien solicita con urgencia una palabra –como en el poema de Paul Celan que la pintora dispuso sobre el muro- “perdida, extra- / viada, una / y otra vez / regresada en el dolor”.

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Y dentro de esa escritura –o suscitada por ella- el esbozo de una constelación de puntos luminosos. Los mapas predilectos. La celosía que se divide en pequeñas ventanas alumbradas. La huella de una mano como el testimonio más inmediato, el más antiguo también. Y ese enigmático, pequeño tríptico compuesto por tres recortes de piel colocados dentro de cajas transparentes… Un cuaderno bajo el capelo en el centro de la sala, entre los muchos que Alicia Ceballos ha realizado a lo largo de los años, abierto en sus páginas centrales. En uno de ellos, hace tiempo, escribió: “Principio, nuevo, aquí. Un inmenso aquí.”

Tú junto a mí es el título de la más reciente exposición individual de Alicia Ceballos. Puede verse en el Museo Raúl Anguiano (MURA) de Guadalajara hasta el 12 de marzo.

AQ

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