Ana Clavel es reconocida por una escritura audaz e introspectiva. Su más reciente entrega, Autobiografía de la piel (Alfaguara 2025), viene a confirmar esa marca de identidad. Ana vuelve por los territorios que han marcado su búsqueda vital y literaria. Lo hace a través de un prisma donde lo erótico-poético se revela en textos cargados de una intimidad que conmueve y apabulla. En este caso, al tratar de nuevo temas como el deseo y la posesión, se conecta con una parte más íntima, nos permite escuchar a la piel, su piel. Aquí despliega sus cartas, como en el tarot, para invitarnos a hacer nuestra propia lectura, la de nuestra piel.
El libro recoge textos que van de la ficción, al ensayo, al testimonio, dirigidos a explorar los límites del cuerpo, del deseo y la identidad. La historia se encabalga a través de una protagonista singular, un personaje que pareciera insondable y, sin embargo, es sensible y elocuente. Se trata de la piel, ese espacio donde se inscriben experiencias, placeres y heridas; la piel y todo aquello que la envuelve, la enloquece, la somete, la deleita; la piel como el contacto inicial, la génesis de nuestra experiencia en el mundo. “Todo surge de mí, todo pasa por mi tamiz”.
¿Quién dialoga con quién en esta autobiografía?, nos preguntamos apenas da inicio la lectura. Y en breve se comprende que son ella, la niña, ella, la adolescente, ella la mujer madura y su piel. “A veces hablamos desde la memoria compartida. A veces desde la fractura que nos aparta. A veces ella con su antifaz y sus dones de escritura. A veces tú con tu perplejidad y tus preguntas. Siempre yo con mi deseo irremediable”, escribe Clavel. Se trata de una piel que reflexiona sobre el mundo, sobre sí misma; que habla de su memoria, su pasado, sus cicatrices; que expresa deseos y es víctima: de violencia, acoso, feminicidio. “Mi memoria es oceánica. Todo lo abarca, todo lo envuelve. No en balde soy el horizonte por el que el cerebro percibe al mundo”.
La piel, más allá de su dimensión física, es un símbolo de vulnerabilidad, de poder y transformación. Clavel no teme sumergirse en territorios incómodos, en las contradicciones del deseo. En su recorrido, desafía convencionalismos sociales y morales. Lo ha hecho constantemente en su literatura, donde al trazar el camino se interna en un bosque a la manera como lo concibió Roberto Calasso. En el caso de Ana, un bosque donde ronda Caperucita, esa nínfula que ya no teme ser devorada por las fauces del lobo, sabe que lo va a seducir. Al indagar en el principio de la ninfa, Calasso se pregunta: ¿Quién de nuestros estudiosos ha osado considerar a la posesión, este morbo aterrorizante, como una vía hacia la felicidad? “Toda posesión es señal de metamorfósis” apunta, “y cada metamorfósis una adquisición de conocimiento”. Clavel observa: “En ciertos límites de la posesión o de la entrega, una piel nos despierta apetitos innombrados. Como si nuestra animalidad escondida nos llevara a devorar lo que amamos. El peligro de poseer a la ninfa radica en ser poseídos”.
En Autobiografía de la piel se cruzan experiencias tempranas. En este sentido es un relato de iniciación, el encuentro con el placer, el descubrimiento de la sexualidad. La escena descrita por Clavel de una niña y su primo escondidos debajo de la cama, es un acontecimiento definitivo en la ruta del deseo, de los apetitos de la piel. Asimismo, la piel referida como el lugar donde conviven los opuestos, placer y violencia, deseo y rechazo. De ahí la pertinencia del libro en el contexto de las nuevas narrativas alrededor del cuerpo. Clavel apunta: “El cuerpo, aquello que se constituye en el blanco principal de un poder preponderantemente físico, puede en forma eventual convertirse en escenario de des-sujeción y resistencia, como lo formula Foucault”.
En Autobiografía de la piel hay una carga psicoanalítica potente, me refiero a la relación del deseo con y hacia la figura del padre. Deseo que, en el caso de este relato, queda trunco tras la muerte del padre. La pérdida, entonces, se convierte en anhelo. “Muchas mujeres”, dice Ana, “concebimos el modo de ser deseadas por nuestros amantes, con esa mezcla de adoración y suspensión del juicio que tal vez vimos o creímos ver en la mirada acariciante del padre, presente o, incluso más, ausente.”
Autobiografía de la piel también es una autobiografía intelectual. Ana Clavel ofrece un recorrido por los autores y libros que conforman ese bosque literario donde conviven Virginia Woolf, Truman Capote, Esther Seligson, Salvador Novo, referencias que descubren la curiosidad y afinidades de la autora. Aquí conviven las nínfulas resplandecientes del pintor Balthus, el poder nínfico de Lolita, la génesis del “ángel terrible”, de Rilke. En suma, todo el mundo que se abrió para una niña de quinto año al descubrir que la lectura restaura las heridas y las pérdidas, que nos da (a ella y a su piel) todo lo que hacía falta.
Autobiografía de la piel es una exploración valiente y poética del cuerpo, de las inquietudes y pasiones que lo atraviesan; del deseo, la identidad y las huellas inscritas en nuestra superficie. Esta entrega de Ana Clavel marca un punto culminante en su trayectoria, no solo por la audaz propuesta de situar a la piel como personaje, sino por su capacidad de conectar lo carnal con lo metafísico. Digamos que la esencia de su literatura está en rastrear las complejidades de la piel y del deseo desde una perspectiva poética y filosófica, pero también desde las tensiones entre lo privado y lo público, del cuerpo como ente político y, por tanto, como vehículo de resistencia.
AQ