‘Ama-San’: las lágrimas de los dioses llenan el mar

Cine

La documentalista Cláudia Varejão muestra el orgullo con el que mantiene a sus familias un grupo de mujeres japonesas cuyo trabajo consiste en descender sin protección al fondo del mar.

Fotograma de ‘Ama-San’. (IMDb)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Tanto se ha hablado de los discursos pueriles del arte anti-colonial que solemos despreciarlos, pasamos de largo. Igual sucede con el cine feminista porque, aceptémoslo, sus voces no suelen tener la potencia creadora de Cláudia Varejão una artista portuguesa que sin aspavientos ni discursos incendiarios ofrece una perspectiva inédita sobre el papel de la mujer en el tejido social.

Ama-San (disponible en americas.dafilms.com) es un documental en el que, lo primer que llama la atención es la ausencia de varones trabajadores. Este hecho, no obedece, como podría pensarse, a que la autora minimice el elemento masculino en el trabajo del hombre; De hecho, hay un niño, el hijo de la protagonista, que pareciera ser el ojo curioso que nos guía por esta isla del extremo oriente en que su madre y otras como ella viven pescando abulón. Las mujeres hacen de comer; limpian, lavan, se arreglan las uñas y se cortan el cabello. Se preparan, se ponen lindas para descender sin tanques a profundidades en que los pulmones podrían reventárseles. Antes, claro, rezan a los cuatro puntos cardinales, encienden varillas de incienso y tocan una campana. Están listas: se lanzan a la aventura. Ríen como niñas que dejan en tierra lo más amado. Se lanzan a buscar su tesoro: el abulón que les dará dinero para sobrevivir.

A Varejão se le ha colgado el título ambiguo de artista decolonial. Es de militancia feminista, se dice, pero en sus imágenes sólo hay lirismo, ni una línea de violencia. No existe en su cine desdén, sólo ternura por estas mujeres que la sorprenden tanto a ella como a nosotros. Por su solidaridad, por sus bromas, porque, de noche, cantan en un karaoke y se emborrachan recordando amores añejos. Porque celebran el cumpleaños de los niños y piden al mar que sea benévolo, que no envíe tiburones ni huracanes.

“Una leyenda japonesa”, comienza diciendo el documental, “afirma que el mar son las lágrimas saladas de los dioses. En estas lágrimas existen tesoros ocultos y un monstruo que vuelve fascinante al mar”. ¿Qué será este monstruo? A decir verdad, la película no ofrece una respuesta concreta y a pesar de que hay un crescendo en intensidad, el ritmo se mantiene siempre pausado, muy lento como para meternos en la cotidianidad de gente que no pensamos que pudiese existir.

Estas mujeres son, quizá, como los cazadores de perlas a quienes los españoles obligaron a reventarse los pulmones cuando vinieron a América. La pregunta es: ¿por qué ellas lo hacen con tanta entereza? Es aquí donde, debe hallarse la perspectiva propia de Varejão pues, en efecto, ella pasa del drama de la denuncia y se concentra en la dignidad de quien tiene tiempo de ponerse hermosa para entregarse al mar.

Tal vez en este cambio de perspectiva ante la explotación es lo que hace que Ama-San sea cine feminista; cine anti-colonial y cine marxista. Esto, sobre todo, porque antepone el trabajo humano a todo lo demás. Somos humanos, parece decir la directora, porque trabajamos, porque no nos arredramos ante las lágrimas de los dioses ni el monstruo que habita en el fondo del mar. Estamos hechos para transformar, intercambiar, cortar, buscar. Lo novedoso del marxismo de Varejão estriba en que el trabajo de Ama-San no es una maldición sino más bien, un gozoso mal llevadero. Nosotros somos los enajenados, ellas, buscando abulón, no. Ellas viven día con día, llenas de respeto por sus antepasados y sus hijos, por los dioses que ofrecen alimento en el fondo del mar.

Ama-San

Claudia Varejão. Japón, Portugal, 2017

AQ

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