El 2 de julio de 1937, Amelia Earhart y su compañero piloto Fred Noonan se perdieron para siempre mientras intentaban dar la vuelta al mundo en el avión Electra. Ella estaba a unos días de cumplir 40 años y era la aviadora más famosa de su tiempo, una pionera cuya historia permanece en libros, documentales y biopics como El vuelo final (1994), protagonizado por Diane Keaton y Amelia (2009), con Hilary Swank interpretando a la llamada “reina del aire”.
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Amelia Mary Earhart nació “una tarde de tormenta”, el 24 de julio de 1897 en Atchison, Kansas. Desde niña mostró un espíritu audaz e incluso temerario. Le gustaba montar a caballo, trepar a los árboles, correr por todas partes. “Me gustaban todo tipo de juegos y deportes —escribió en su autobiografía—. No tenía miedo de probar incluso aquello que los adultos en aquellos años consideraban solo de varones. Me gustaba experimentar y probar cosas nuevas”.
La cita anterior ha sido tomada del libro Amelia Earhart. La intrépida aviadora que conquistó al mundo con sus hazañas casi imposibles (RBA, 2019), escrito por la argentina Ana Llurba; se trata de una biografía amena y puntual que nos lleva de la mano por las aventuras de esta mujer que, por encima de cualquier otra cosa, defendió su libertad.
Un día, en una exhibición, Amelia vio los prodigios de la aeronáutica y se empeño en volverla parte fundamental de su vida, aunque muy pocas mujeres entonces coincidían con esa pasión.
Enamorada de la aviación, no escatimó esfuerzos para aprender a pilotear, pero también mecánica y todo lo relacionado con ese universo que comenzaba a nacer. Con sus ahorros y la ayuda de su familia, pudo comprarse un avión con el que realizaba exhibiciones para obtener algunos ingresos. El 15 de mayo de 1923, “a solo nueve semanas de cumplir los 26 años, Amelia obtuvo la preciada licencia de piloto de la Federación de Aeronáutica Internacional”, que solo había sido otorgada a otras 15 mujeres en el mundo. Desde entonces, su carrera fue en ascenso: “Ella fue la primera mujer aviadora que cruzó el océano Atlántico, desde Estados Unidos hasta Gales e Irlanda”, primero en compañía de dos hombres y posteriormente sola”, precisa Llurba. “También fue la primera en atravesar el océano Pacífico en solitario, uniendo Honolulu, en Hawái con Oakland, California, en un vuelo sin escalas. Además, consiguió varios récords de altura y velocidad atravesando el país de punta a punta, entre la superación de muchos desafíos más, como unir Los Ángeles, Ciudad de México y Nueva Jersey por aire”.
Enfermera en Canadá durante la Primera Guerra Mundial, Amelia también fue maestra y escritora, para lo cual contó con la ayuda del editor George Putman, quien se convertiría en su esposo. Fogueada en numerosas aventuras, el 20 de mayo de 1937 partió de Oakland con Fred Noonan para darle la vuelta al mundo. El 2 de julio, a las doce del día, despegaron del aeropuerto de Lae, en Nueva Guinea, hacia el Pacífico; era la última parada antes de llegar al destino previsto. Habían completado 35 mil kilómetros y les faltaban 11 mil para regresar a Oakland, pero eso nunca sucedió. Hubo muchos esfuerzos por encontrarlos, pero todos fueron infructuosos, Amelia y Fred desaparecieron para siempre en las aguas brillantes del Pacífico, pero nada ha logrado borrar la leyenda de esta pionera de la aviación.
AQ