El doctor Lorenzo Meyer considera que la historia es fundamental para los gobernantes que dirigen los destinos de México y, en ese sentido, sostiene que “hay una lección de historia” en cada una de las conferencias de prensa matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador. También señala que la historia es un tema raro, porque nadie sabrá nunca qué ocurrió en el pasado, que es algo inasible, además de que no hay posibilidad de objetividad, aunque debe intentarse.
Meyer (Ciudad de México, 1942) conversa sobre la edición conmemorativa por los 50 años de la Historia mínima de México, el best seller del Colegio de México, concebida por Daniel Cosío Villegas a principios de la década de 1970, un curso sobre la era virreinal, el periodo formativo del México independiente, el tramo moderno de la República restaurada y el Porfiriato, la Revolución y los años de la “estabilidad política y el avance económico”.
“Apareció hace 50 años, casi sin proponérnoslo. Es el libro que más se ha vendido y traducido de los publicados por El Colegio de México, aunque no era esa la intención original. Llega a 50 años y fue una buena decisión del Colmex editarla de manera lujosa, con algo que nunca tuvo: ilustraciones. Supongo que podemos verlo como un homenaje a Daniel Cosío Villegas, que fue el inspirador”, expone Meyer sobre esta obra que, según comenta, en su origen se preparó para programas de Televisa.
El historiador, que participó hasta la segunda edición a petición de Cosío Villegas para escribir un capítulo sobre el movimiento estudiantil de 1968 y la matanza de Tlatelolco, se encarga ahora de la introducción.
Autor de Las raíces del nacionalismo petrolero en México (FCE, 2022, a partir de su libro de 1968), sostiene que con López Obrador el petróleo volvió a dejar de ser visto como una mercancía y que, de ganar Claudia Sheinbaum la presidencia, se mantendría como bien de la nación y que con Xóchitl Gálvez volvería a abrirse a manos privadas, como ocurrió con los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. “Es la parte actual, la última, de un largo proceso del petróleo como instrumento económico y político. Las altas y bajas de la concepción del petróleo como un bien que no es solo comercial, económico, sino que tiene un carácter estratégico y que no puede ser visto como una mercancía más. Esa concepción ha tenido sus puntos altos y sus puntos bajos. Llegamos ahora al momento, al final del gobierno de Andrés Manuel, en que se ha revaluado el carácter económico y estratégico de la riqueza petrolera. Es un bien no renovable y que, por ser estratégico, no debe ser usado o visto como una materia más de comercio, sino como algo especial”, expone Meyer.
“Es un vaivén, se puede ver como una curva. La oposición está a favor de abrir otra vez el petróleo al mercado y a las empresas extranjeras. Por una puerta chiquita empezó el proceso de desnacionalización y luego con Peña Nieto se abrió la puerta grandota, se pusieron porciones del territorio a disposición de empresas privadas, nacionales y extranjeras. Y luego con la victoria de la izquierda, que es nacionalista, se trata de recuperar para el Estado el terreno perdido, y vuelve a subir la curva del nacionalismo. ¿Qué ocurrirá en el futuro? En el inmediato, si Claudia Sheinbaum gana la presidencia, seguirá siendo muy pequeña la presencia del sector privado en la industria petrolera, Si gana Xóchitl Gálvez, seguro la abriría otra vez como hizo Peña Nieto. Y ahí estamos. Hasta que se acabe el petróleo estaremos sube y baja”, expone el autor de México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942).
¿A qué atribuye el éxito y la vigencia de Historia mínima de México?
A la sencillez. La historia es un tema raro, porque nunca sabremos qué pasó. El pasado es inasible, no se le puede volver a agarrar, a recrear; depende en muy buena medida de la selección de materiales que hacen los autores. Algunas cosas importantes nunca se sabrán, porque no hay evidencias y algunas ni siquiera las imaginamos. Toda historia, aunque sea muy antigua, se hace desde los problemas del presente. El historiador tiene sus valores (de derecha, izquierda, centro; es revolucionario o reaccionario). No hay posibilidad de objetividad en la historia, aunque uno debe intentarla.
¿Qué valor tiene la historia en el momento que vive México?
Nada más viendo y oyendo las “mañaneras” de Andrés Manuel te das cuenta que en cada una de ellas hay una lección de historia. La historia es fundamental, como nunca, para quien dirige los destinos del país. No creo que haya habido otro presidente tan preocupado por anclar su gobierno en una interpretación de la historia. No veo a Peña Nieto, por ejemplo, interesado en anclarla en alguna cosa que se pareciera a la historia.
Pero el presidente López Obrador hace una interpretación de lo que él asume como historia.
Todo es una interpretación donde entran los valores personales. No hay ningún historiador en el mundo que no meta su interpretación, porque, como dije, nadie puede saber exactamente qué sucedió en el pasado remoto y ni siquiera en el presente. Claro, la calidad de una historia está en ese intento por lograr lo que no se puede lograr.
Si usted quisiera incluir un nuevo capítulo en Historia mínima de México sobre lo que estamos viviendo en la actualidad, ¿cómo lo definiría?
Esa es una buena pregunta y está muy bien hecha. Yo la definiría como: “el lento pero obvio fin de un régimen”. El régimen creado con una presidencia fuerte, con el PRI, con elecciones que estaban decididas de antemano, en un mundo con la Guerra Fría, donde lo importante era ser parte de ella, ser revolucionario o reaccionario, ese mundo se le va viniendo abajo al sistema posrevolucionario. Yo pondría el acento ahí: ¿por qué se vino abajo y cómo? Y lo más sorprendente: sin que ocurriera un estallido de violencia. Claro, hubo mucha violencia. Si uno se pone a ver los años sesenta, ahí están Madera (Chihuahua, 1965), el inicio de la lucha guerrillera; el navismo (con Salvador Nava, 1958-1963), un esfuerzo de la clase media en un estado central, San Luis Potosí, y cómo llegó el ejército y lo aplastó; el 68; la guerra sucia en Guerrero... Todo eso lo pondría en Historia mínima de México hasta llegar al momento en que se tiene que aceptar, so pena de que se viniera más abajo el sistema, una oposición, que no es radical, sino que ha tenido sus acuerdos con el régimen priista que le deja el acceso a Vicente Fox y le obstruye el paso a Cuauhtémoc Cárdenas. Ahí ya empieza un cambio lleno de contradicciones, pero el sistema ya no tiene energía. Eso es lo que pondría como centro. Y, económicamente, es el fin de un periodo económico con cierto crecimiento y mala distribución de la riqueza, un crecimiento del 6 por ciento anual entre fines de la Segunda Guerra Mundial hasta Luis Echeverría”.
¿Qué problemas enfrentó al escribir, para la segunda edición de Historia mínima de México, el capítulo sobre el 68? Los hechos eran recientes, casi debió de ser periodismo.Ninguno. La Historia… no está hecha con los cánones académicos, no tiene un solo pie de página, no tiene fuentes (señaladas). Está hecha por gente que en otras circunstancias trabajaron esos temas. La demanda de Daniel Cosío Villegas era: no me vengan aquí con pies de página y todo el aparato académico. Esto está pensado para gente que no tiene que ver con lo académico. Es una narrativa de una parte de la historia en función de lo que ustedes consideren importante. Pero no es periodismo, es trabajo de investigadores a los que se les pide hacer algo que no suelen hacer, porque el investigador escribe para sus críticos, piensa en el gremio, en su aprobación o crítica demoledora.
Vuelvo a lo que dice sobre que nunca sabremos qué ocurrió en el pasado. ¿Nunca sabremos qué pasó con los 43 de Ayotzinapa?
Esa es otra cosa. Es como cuando alguien asesina: se va a investigar cómo se llegó a ese asesinato, eso se puede más o menos saber. Pero no se puede saber exactamente qué pensó el asesino. No se puede uno meter en la mente de los actores, individuales o colectivos. Se puede hacer una investigación de estilo policiaco para asignar responsabilidades y culpas, pero nunca podrá usted saber todos los factores que intervinieron, algunos de los cuales simplemente no importan.
Entonces ¿tendremos que quedarnos con la “verdad histórica” del ex procurador Jesús Murillo Karam?
No, porque los datos que hay, datos duros, muestran que esa interpretación fue interesada, para salir del paso, porque lo necesitaban, porque Murillo Karam ya se había cansado, ya no quería seguir adelante. Listo: aquí están los malos, que son narcotraficantes, los Guerreros Unidos, y ya no hay más. Pero empezaron a salir otras cosas que todavía no se aclaran. Exactamente qué pasó. Es imposible de saber.
Y hay un montón de cosas en los archivos que no reflejan la realidad. Ahora que premiaron al filme Oppenheimer, ¿qué pasó por las mentes de Oppenheimer o de Harry Truman a la hora de soltar la bomba atómica? Sepa dios. Uno solo puede inferir; eso sí es un derecho y una posibilidad del investigador: inferir por ciertos hechos y la lógica lleva a una conclusión. Pero todas las conclusiones son tentativas.
En año de elecciones presidenciales, las campañas políticas están centradas en el petróleo. ¿Cómo vislumbra la lucha política entre la continuidad de la propuesta de López Obrador y la de una oposición unida?
Yo no diría que el discurso político está centrado en el petróleo. Quite usted el petróleo de eso y los discursos más o menos serían los mismos. Están centrados entre izquierda y derecha. La lucha se dará con y sin petróleo. Es la lucha entre izquierda y derecha. El petróleo y cómo usarlo es parte del arsenal del discurso de cada una de las partes. La izquierda quiere mantenerlo básicamente bajo el control del gobierno y la derecha quiere fomentar a la empresa privada, nacional o internacional, como en muchos otros campos.
También hay que considerar lo que pasa con el subsuelo. La riqueza minera está en manos privadas y la riqueza petrolera está en manos del Estado. Es parte de los modelos. La izquierda pretende que el Estado tenga más fuerza como representante del interés nacional, y la derecha pide que se le dé al sector privado.
¿Cómo ve el futuro de México ante estos dos proyectos de nación?
Para que la izquierda llegara a la Presidencia hubo que caminar un tramo larguísimo. Porque había que pasar de un sistema autoritario, con una presidencia dominante, un partido de Estado, a un régimen distinto en donde la vía democrática, que no había tenido muy buena suerte en México, pudo llegar al poder gracias a que, entre otras cosas, el antiguo régimen se estaba desplomando. Hay una degradación, el colapso del sistema autoritario que surgió de la Revolución mexicana. Y en ese colapso surgen dos opciones en disputa: el PAN, la derecha, y la izquierda, primero cardenista y luego lopezobradorista.
Ahora tenemos un sistema diferente, que ya no tiene mucho que ver con el pasado, ni para la izquierda ni para la derecha. Los dos polos juegan y tendrán que jugar con reglas que ya no son las del antiguo México, aunque seguimos usando como punto de referencia lo antiguo, que ya no funciona. Hay infinidad de campos en donde chocan las dos posiciones, pero ninguna de las dos tiene la capacidad de volver a imponerse como en el pasado. Afortunadamente, ya no hay certidumbre. Porque una de las características del sistema político anterior es que daba certezas. Se sabía quién iba a ganar antes de que abrieran las urnas. Y la lucha se daba dentro de un círculo pequeño del gobierno y grandes poderes fácticos, de unas cuantas familias. Entonces, el futuro viene envuelto en una incógnita, en una incertidumbre. Pero todos los sistemas democráticos tienen la incertidumbre como una de sus características. Nadie sabe exactamente para dónde va a girar en la siguiente elección, porque ahora sí las elecciones tienen contenido. Ese es el punto central.
AQ