Ana García Bergua: cuentos de sonrisa e inquietud

Personerío

José de la Colina ensalza a la narradora mexicana, cuya obra considera un triple mestizaje de matiz realista, humorístico y fantástico.

Ana García Bergua es una narradora mexicana nacida en 1960 . (Cortesía)
José de la Colina
Ciudad de México /

Todos, según nos dice Jean Paul Sartre, somos narradores y nos pasamos la vida contándonos los unos a los otros historias de veras o de mentiras. Es decir que los seres humanos somos los cronistas o los fabuladores de nuestra vida, de las y de los otros y de los sueños de unos y otros, y lo somos más definida y definitivamente cuando mediante la escritura contamos nuestras historias y las que los demás depositan o inspiran en nosotros.

Ana García Bergua es, entre los talentosos autores nacidos en México en los años sesenta, uno de los que, por su modo de ejercerse en lo que me gusta llamar el arte de Sherezada, me han seducido como lector. Hasta puedo decir a partir de qué momento, de cuál página, de cuál línea, ocurrió por primera vez esa seducción. Fue a partir de una línea aparentemente no extraordinaria pero que es una ruedecilla maestra en el “mecanismo” del relato: “Pero ya en mi casa, estando dormido, sonó el teléfono y eran sus ojos”.

La frase recortada es del párrafo final de un cuento enumerativa y desviadoramente titulado “Las piedras, los alfileres, los hielos, el vacío, el precipicio”, a cuyo protagonista, que a la vez es el narrador interior, lo inquietan, atemorizan, angustian los ojos de color azul (porque “en realidad no sé quién me mira detrás de los ojos azules”). La autora pudo usar el modo explicativo de un narrador convencional: “sonó el teléfono, tomé el auricular y al oír su voz imaginé sus ojos”, pero, como debe haber pensado que eso dejaría muy plano el relato, introdujo esa hábil elipse, como la llave para una puerta, y con ello abrió el momento terminal a un instantáneo vértigo, e insinuó una prolongación del relato en la historia fantástica de una mirada enviada por teléfono.

Ésa es una de las muchas sutilezas que suelen darse en los cuentos y novelas de inquietud y sonrisa de García Bergua gracias a una intuición poética subyacente a la mera narración. En cuanto a la intuición humorística de Ana, no citaré sino un párrafo de viva y turbia sensualidad de su muy entretenida novela La bomba de San José. Es un momento en el que la principal protagonista, una esposa simpática y correcta pero inconforme con la mera condición de ama de casa, es besada por su marido, un hombre juerguero, un cinéfilo, un iluso Don Juan, y ella siente otra especie de vértigo, esta vez de orden muy sensorial y referencialmente cinefílico: “Después me besó apasionadamente: sabía a tabaco y a vermouth. Cuando me besaba así yo me perdía, me ganaba la voluntad completamente, como a esos zombis de las películas”.

La obra narrativa de Ana García Bergua puede ser adjetivada de realista y humorística y fantástica, un triple mestizaje que en pocos escritores suele ser afortunado y que en ella sí lo es, tanto en los cuentos inquietantemente sonrientes, o, as you like it, sonrientemente inquietantes, como en las novelas y las juguetonas prosas periodísticas en las que ensaya y gregueriza con una ironía alegre.

ÁSS


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