Ana María Martínez: “Mozart y Da Ponte eran feministas, hasta cierto punto”

Entrevista

En entrevista, la soprano puertorriqueña habla de su participación como Donna Elvira en la nueva producción de ‘Don Giovanni’, que podrá verse en México este sábado en el Auditorio Nacional.

Ana María Martínez como Doña Elvira. (Foto: Karen Almond | Met Opera)
Ciudad de México /

La ganadora del Grammy Latino 2001, la soprano puertorriqueña Ana María Martínez (San Juan, 1971), ha interpretado más de medio centenar de personajes en una carrera de tres décadas, entre ellos los dos principales de Florencia en el Amazonas (1996), del mexicano Daniel Catán, de quien dice que él compartía el aprecio y admiración hacia la mujer que tuvo en su época Wolfgang Amadeus Mozart.

Justo del compositor austriaco ella vuelve a encarnar a Donna Elvira en la nueva producción de Don Giovanni que el ganador del Tony 2016, el belga Ivo van Hove, está montando en la Metropolitan Opera House de Nueva York, un escenario en el que Martínez debutó como la Micaëla de Carmen, de George Bizet, cuya fuerza compara con la amante abandonada por el seductor mozartiano.

La cantante, que interpretó a la periodista Rosalba de la ópera de Catán dentro de la producción de 2001 en la Houston Gran Opera y ha venido cantando después a la protagonista Florencia Grimaldi, la más reciente en la Chicago Lyrics en 2021, en entrevista exclusiva desde Nueva York traza un puente entre Mozart y el compositor mexicano, y desmenuza a su personaje en Don Giovanni, el burlador de mujeres cuyas fechorías podrán verse en México, de entrada en el Auditorio Nacional, este sábado 20 de mayo, a las 11 horas, en transmisión en vivo desde el Lincoln Center a 2 mil teatros de 70 países.

Ana María Martínez comparte el escenario en este dramma giocoso estrenado en Praga en 1787 con una pléyade internacional encabezada por el barítono sueco Peter Mattei (Don Giovanni), el bajo barítono checo Adam Plachetka (Leporello), la también soprano italiana Federica Lombardi (Donna Anna) y la china Ying Fang (Zerlina), el tenor estadunidense Ben Bliss (Don Ottavio) y su compatriota Alfred Walker (Masseto) y el bajo ucraniano Alexander Tsymbalyuk (Il Commendatore).

La orquesta es dirigida por la francesa Nathalie Stutzmann, quien debuta en la MetOpera, batuta nada extraña para la soprano puertorriqueña porque, como ella informó a este periodista, ha trabajado a lo largo de su carrera con varias directoras, entre ellas: Xian Zhang, Erina Yashima, Simone Young, Alondra de la Parra, Gisele Ben Dor, Eun Sun Kim. Para la temporada 2023-24, de hecho interpretará en diciembre a Catrina en la puesta en escena de la Ópera de Los Ángeles de El último sueño de Diego y Frida, estrenada en octubre pasado, bajo la batuta de la maestro colombiana Lina González Granados.

“Las directoras exigen que se les diga ‘maestro’. Sí, he trabajado con muchas. Yo diría que la sensibilidad del maestro de orquesta no depende de si es hombre o mujer, sino del ser humano, ya no depende del sexo del ser humano. Lo positivo que también incorpora la maestro Stutzmann es que ella también es cantante, contralto, y ella trae la vida de cantante al podio y es una experiencia positiva para todo el mundo”, coincide con la visión de su colega Federica Lombardi, quien hace Donna Anna.

—Me da la impresión de que se sacó la rifa del tigre con Donna Elvira, rol que ahora vuelve a encarnar en esta producción de la MetOpera. Donna Elvira es un personaje que ninguna mujer querría ser pero que todas las sopranos —y las mezzosopranos— quieren hacer. ¿No es así?

Bueno, creo que las mujeres no quieren ser ella porque el dolor es muy fuerte. Pero, lamentablemente, en la vida uno a veces pasa por situaciones en las relaciones que llegan a cierta semejanza entre la dinámica de Doña Elvira y Don Giovanni. Si uno puede ponerse en contacto con esos sentimientos y esas emociones (a través de esta ópera), entonces termina siendo casi terapéutico. Y Doña Elvira nos enseña, porque ella es el personaje que tiene la trayectoria más profunda y más completa de todos en la ópera de Mozart. De entrada está furiosa, pero después se da cuenta que es el perdón lo que ayuda a que uno pueda superar todo en la vida. Perdonar al prójimo es, en realidad, liberarse uno mismo, porque tal vez al prójimo no le importa. Es para no andar uno con esas cadenas.

¿Por qué Doña Elvira sigue dale, que dale? Porque en el primer recitativo entre ella y Don Giovanni, que también está Leporello en esa escena, ella le dice que por qué después de tres días en Burgos te fuiste, me abandonaste. Y si uno se da cuenta del aria de Leporello sobre el catálogo de Don Giovanni (“Madamina, il catalogo è questo”) con todas sus conquistas, es dudoso que él haya pasado más de un día con una mujer, a veces son dos mujeres, tres en un día. O sea que pasó tres días con Doña Elvira.

—¿Qué diría entonces que ata a Donna Elvira con Don Giovanni?

Volviendo a que pasaron tres días juntos, eso para Don Giovanni es una eternidad. Hay algo entre los dos que los une, son almas gemelas. Ahora, Don Giovanni es un hombre sin principios, sin integridad, no es honesto, pero hay algo en él que ella reconoce en ella. Doña Elvira sí es honesta, es una mujer de integridad, justa, de la clase media. Lo lindo que también hay que resaltar con las óperas de Mozart y Da Ponte, es que hicieron una distinción bien clara entre las clases sociales. Está la nobleza, está la clase media, y está la clase del campesino, de las personas normales. Y la letra más preciosa siempre es de la persona normal. Y ahí se ve que ellos favorecían a esa clase.

Doña Elvira es de la clase media alta. Entonces se puede entender que ella demuestra sus emociones en público, sin pensarlo dos veces, cuando siente tanto coraje, pero también sabe cómo aguantarse. Eso es bien típico de las óperas de Mozart y Da Ponte, que la clase alta, de la nobleza, nunca demuestra en público lo que está pasando en su vida personal. Entonces, lo lindo de Elvira es que ella tiene que estar entre todos esos mundos. Pero ¿qué los ata, qué los une o qué la enlaza con él? Creo que es el haber reconocido hasta cierto punto, el igual de ella, en intelecto y en energía. Y ella es también una mujer orgullosa, y que él la haya dejado, después de que él le prometió matrimonio y todo, ella lo tomó en serio. Está furiosa. Es un coraje justificado. Y ella sí quiere justicia. Complicado, complicado.

—En las escenas finales Don Giovanni le pregunta a Donna Elvira qué es lo que quiere. ¿Qué es lo que quiere su Donna Elvira?, le pregunto a usted.

Pues ella le dice que cambie su vida. Él le dice: ‘¿Pero qué quieres? Yo a ti no te pido nada. Entonces, ¿qué quieres? Y estás arrodillada. Por favor, ¿qué quieres?’ ‘Que cambies tu vida, que cambies tu manera de ser’. Ella podría estar en paz si él cambiara el camino tan destructivo, porque Don Giovanni no es que esté siempre seduciendo a las mujeres y hasta peor, a veces a la fuerza, no es tanto eso. Es que es malo, él entra a cualquier situación y la daña, pero lo hace con un encanto tan grande, que la gente se lleva por su carisma. Entonces, no entienden qué está pasando y se dejan llevar. Y no es sino hasta que él se ha ido de esta situación, de este lugar, de esa fiesta, que la gente que queda se da cuenta del daño que les hizo. Es una persona dañina. Entonces, lo que ella quiere, por el bien de él, porque lo dice al final de “Mi tradí quell’alma ingrata”, que todavía por él siente algo, siente pena, pero que también quiere que se supere como ser humano.

Creo que ella se sentiría mejor, y no se sentiría como una idiota. Pero, no es total generosidad de parte de ella. No sé hasta qué punto ella está siendo sincera consigo misma, o está haciendo lo que ella cree que es lo correcto, en decir, en pensar: ‘Yo lo perdono, esa es la contestación, es la solución de que yo lo perdone’. Yo creo que, como toda mujer, hay un poco de ego ahí, y ella quisiera que él dijera: ‘Me arrepiento, eres el amor de mi vida, claro no voy a ver a más nadie’. Pero, ella no dice eso, ella dice que cambie su manera de ser para que sea mejor con ella o que él sea mejor hombre en el futuro, y ella siga su propio camino. Eso no está claro. O sea que tampoco la quiero pintar como una santa, ella es una mujer real, de carne y hueso, pero tiene muy buenos principios, es una mujer íntegra. Y a mí lo que me gusta también es que ella no se pone celosa de las mujeres. Le rompe el corazón cuando se entera de este catálogo que existe, pero también quiere ayudar, encuentra a Zerlina y dice: ‘Estoy aquí a tiempo para salvar a esta muchacha que no sabe en lo que se está metiendo’. Ella no se enfada con las mujeres, sino dice: ‘No, no, chico, tú, Giovanni, eres el que tiene que cambiar. Por favor, mujeres, abran los ojos’. O sea que ella está ahí con la bandera de Pro Mujer. Y yo diría que si tuviese la oportunidad de tenerla como amiga, yo sería muy feliz, yo podría fiarme de Doña Elvira.

—La producción de Ivo van Hove es moderna, minimalista, dicen. Con vestuario moderno. Usted ha interpretado en diferentes escenarios y puestas en escena a Donna Elvira. ¿Cómo cambia su actuación, su interpretación en términos de canto, con una versión moderna de Donna Anna?

De Donna Elvira. Ja, ja, ja.

—Perdone. De Donna Elvira.

Ja, ja, ja. Es que yo me llamo Ana. Hoy, más temprano, estaba hablando con mi mamá (Evangelina Colón) que está conmigo, que voy a su cumpleaños. Hablábamos de la pieza, de la historia, analizándola, porque ella fue en su tiempo cantante, y llegó a cantar el papel de Donna Anna. Y ella me decía: Porque tú, Ana, entras, mi Ana. Ella se refiere a mí como su Ana, es lindo.

(La soprano cuenta que en las diferentes producciones siempre escucha primero la visión o la idea del director o directora, para conocer cuál es su concepto, en qué código postal y año se encuentran).

Cuando me refiero a un código postal, es lo siguiente: en nuestro elenco, creo que solo hay un artista que está haciendo el papel por primera vez. Los demás llevamos mucha experiencia cantando o interpretando estos papeles. Eso quiere decir que traemos un largo historial con diferentes visiones e ideas y diferentes cosas que hemos hecho en otras producciones que nos funcionan. Pero esas otras funciones están en un código postal distinto al de esta producción, esta visión. Para mí es bien importante tratar de dejar atrás otros conceptos cuando estoy entrando en la visión de la presente experiencia. Y el primer día de ensayo, cuando hago una nueva producción, hay lo que se llama una presentación del concepto. El director o la directora hablan de su concepto, la visión, muestran también dibujos o fotos de los vestuarios, de la escenografía, el cabello... Cómo está todo, no es al azar, está específicamente diseñado, da un punto de referencia sumamente importante para el intérprete, porque eso impacta en el lenguaje corporal, si yo estoy interpretando a una Doña Elvira del siglo XVIII entonces yo me voy a mover de otra manera, claro, los vestuarios van a impactar eso.

La producción de Ivo está como en los años sesenta de Italia, como las películas de esa era. Entonces, la mujer de esa era camina de una manera distinta, y yo agradezco que mi vestuario es típico de esa época del cine; el cabello hacia arriba también, el vestuario sumamente estilizado, muy detallado, hasta los aretes, el collar, los zapatos, todo. La información a mí que me inculca, sin que me lo hayan dicho, es que es una mujer meticulosa, un poquito rígida, exigente con ella misma, por tanto con los demás. Solamente por el vestuario yo me fijo en eso, y también por cómo diseñaron el cabello que tengo que lucir. En otras producciones ha sido más agresiva la visión del director, y tengo que ser un poquito más tajante como Doña Elvira. Aquí, lo que pasa, lo que yo no encuentro necesariamente son momentos de encanto con Don Giovanni, porque ella está enfadada, no hay muchos momentos para ella de estar más suave. Anoche (16 de mayo) fue la cuarta función y voy encontrando momentos para expresar eso, momentos que vienen más cuando ella está escuchando a los demás personajes, con Leporello.

—Hay fuerte presencia de las mujeres con Mozart. Como una mujer del siglo XXI, ¿cómo se siente como artista, como personaje, alma gemela de este burlador, que es Don Giovanni?

Sí digo que son almas gemelas, pero en algunos sentidos, no en todo, porque él no tiene escrúpulos, no tiene nada decente, pero Elvira sí. Lo que pasa es que Elvira es fuerte, es una mujer independiente, no le hace caso a nadie, ella hace lo que ella quiere hacer, es una mujer que está mucho más avanzada o adelantada al tiempo en que fue creada, porque Da Ponte y Mozart crean esta ópera en 1787. Lo que me gusta es que nadie más que Don Giovanni, que desaparece o muere, no se sabe, sufre un percance terrible. ¿Por qué especifico eso? Porque hasta cierto punto Mozart y Da Ponte eran feministas, yo encuentro que apoyaban mucho a la mujer, a la fortaleza de la mujer. La mayoría de los compositores de obras clásicas, creían mucho en la mujer y en su fortaleza, pero la mayor parte de esas protagonistas tenían que morir en la historia, porque en ese entonces la sociedad no toleraba a una mujer tan fuerte, no sé, esa es mi teoría. Psicológicamente no podían bregar con eso; Carmen es la femme fatale, y todo mundo la desea o quiere ser ella, o quiere estar cerca o la quiere matar, pero la tiene en un pedestal. Una mujer así no podía seguir viviendo tan campante en esos tiempos, pero la crean de todos modos.

—Hablando de Carmen, debutó en la MetOpera como Micaëla, el lado contrario de Carmen. Tenía la impresión antes de hablar con usted que Micaëla y Donna Elvira tenían muchas similitudes, incluso sienten resignación ante el amor de Don José y ante Don Giovanni. Para usted que interpretó a ambas ¿qué relación les encuentra? ¿Cómo es su concepto de amor?

Tremenda pregunta. Y me encanta poder hablar de ambas en una misma conversación, que nunca lo he hecho. Lo primero que tienen en común es que las dos son españolas, y las dos son súper fuertes, Micaëla ha tenido que lanzarse desde su pueblito a buscar y encontrar a don José solita y después tener que ir con un traficante, un hombre que la pudo haber matado, para subir a una montaña, a ver si encuentra a Don José. Mucha gente que no conoce bien, o no le da mucho casco, como decimos en Puerto Rico, que no le da mucho pensamiento, mucha cabeza al detalle de Micaëla, la ven como una buenaza, una nena buena, simple, y no es así. Ella, en la independencia que mostró también, y la valentía de lanzarse sola, posiblemente la primera vez de su vida, va a arriesgando su propia vida: Y cuando se enfrenta a Don José cuando él está perdiendo la cabeza y casi matando a Carmen ante todo el mundo, y le dice: ‘Una palabra y ya me voy, tu madre ya se está muriendo’. A mí se me paran los pelos porque es una línea tan dramática para ella, y está poniendo en su sitio a Don José.

Micaëla y Elvira son dos mujeres de su palabra, que cumplen, aunque las dos tienen un poquito de aspecto de manipulación, vamos a ser honestos. ¿Qué ser humano no manipula en su vida? Es muy raro. Mi padre (Ángel Martínez), que en paz descanse, era psicoanalista y me decía cuando yo era chiquita: Ana María no me manipules. Y yo tenía creo que siete años y nunca había oído esa palabra en mi vida. Y yo decía: ¿Qué es eso? Y voy directamente a un diccionario para ver qué es eso de manipulación. Y era precisamente que él quería que yo no manipulara para buscar lo que quería. Usa la cabeza, busca los hechos, trabaja, esmérate, así es como sales para adelante, no manipulando a la gente. Y, por eso, también me cae bien Elvira, porque si hay manipulación no se ve. Por eso, yo siento la presencia de mi papá cada vez que canto Doña Elvira.

—Me decía que considera a Mozart y Da Ponte feministas. Florencia, el personaje de Catán, también es muy fuerte.

Sí. Con toda certeza digo que Daniel Catán lo que tenía era máxima admiración hacia la mujer. De verdad, un respeto y un amor tremendos. Y se nota en la música pero también él era un ser de amor, a cada personaje le escribió una música hermosa. Siempre cada personaje se desarrolla completamente. El centro de Florencia en el Amazonas es bien grande: es Florencia pero todavía más, el centro de esta ópera es el amor, cada personaje está en búsqueda del amor propio y de la conexión al prójimo, hacia la vida. Florencia está conectada con Cristóbal, pero también lo ve en todas partes, en la naturaleza. Ella dice que no importa si estás vivo o si no estás vivo, yo te siento porque estás dentro de mi alma, estás en mi canto, te siento en todo en la vida. Y creo que ese es el poder del amor, que puede trascender lo que sea, y ese es el gran mensaje de esta obra de mi amigo Daniel Catán.

—¿En Don Giovanni hay amor?

Es un ser tan dañado, que es incapaz de sentir amor. Yo no sé si es que nació psicópata o fue traumatizado y por eso no cree ni en la luz eléctrica. Es un ser dañado completamente.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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