Si algo distingue al cine de la argentina Anahí Berneri es la perspectiva de género. Alanis, su película más reciente y ganadora en 2017 de los reconocimientos a Mejor Dirección y Actriz en el Festival Internacional de San Sebastián, invita a debatir la prostitución a partir de aquellas mujeres que la ejercen porque quieren y no porque son obligadas. El controvertido filme protagonizado por Sofía Gala se proyectará en la 65 Muestra Internacional de Cine.
¿Qué la lleva a dedicarse al cine?
Mi padre es muy cinéfilo y cortometrajista aficionado. A pesar de que en casa siempre hubo cámaras, cuando dije que me dedicaría al cine me advirtieron que no era para mujeres y que los héroes eran hombres. Así que estudié producción, área más vinculada a las mujeres porque somos las mamis del set. No me importó y de todas formas comencé a dirigir. Al final, el cine me parece que es más de los atrevidos que de los talentosos o los inteligentes.
En sus películas, ¿la perspectiva de género tiene que ver con esta advertencia de que la dirección era cosa de hombres?
Supongo que inconscientemente hay algo de eso. La perspectiva de género no surgió de manera premeditada sino a partir de preguntas personales vinculadas a lo que implica ser mujer latinoamericana en una sociedad machista e inequitativa. Prevalece la idea de que las historias de mujeres no son atractivas.
En Alanis reflexiona sobre la libertad de elección de la mujer sobre su cuerpo.
Para esta película nos inspiramos mucho en la cineasta Chantal Akerman. Otra de mis influencias es la fotógrafa Nan Goldin; es decir, siempre ha habido una perspectiva de género por mucho que no supiera definirla al principio. Alanis representa un cambio favorable para mi cine porque se sincroniza con la época.
En la fotografía de Nan Goldin veo una de las claves de la relación de sus películas con el cuerpo femenino.
Antes de filmar estudié fotografía. Marina Abramovic y Nan Goldin son determinantes para mi forma de componer una toma a partir del cuerpo. Me gusta que los personajes transmitan sus conflictos por medio del físico. El cuerpo es el lugar de las batallas, todos terminamos pareciéndonos a nuestras luchas.
Una película como Alanis, inmersa en el contexto del #MeToo, adquiere otra dimensión. ¿No es así?
La veo como una consecuencia de mi continuidad. Llevo varios años trabajando con la libertad femenina. Alanis se hizo en poco tiempo, se filmó en tres semanas y empezó como un cortometraje. Antes del #MeToo y del #Niunamenos, en Argentina ya estaba en marcha. La investigación con mujeres que ejercían la prostitución y que habían sido víctimas de trata se hizo antes.
Dentro del feminismo la prostitución es un punto de debate.
Mi posición invita a admitir la diferencia. Hay mujeres que son víctimas de trata y hay que trabajar para que no suceda. Necesitamos darles opciones para que decidan. Sin embargo, tampoco podemos prohibir la libertad de los cuerpos femeninos. No hay una legislación alrededor del cuerpo masculino, pero sí con la mujer: la prohibición de la prostitución o del aborto, por ejemplo. Al final se trata de buscar la libertad de elección alrededor del cuerpo.
¿Cómo hacer un cine feminista sin ser militante?
Procuro que mis películas puedan verse desde distintas formas, al margen de si estás de acuerdo o no. El límite entre uno y otro está en si juzgas o no a los personajes. Prefiero que la gente salga con preguntas y no adoctrinada. Por eso prefiero trabajar sobre un personaje incluso más que sobre la historia