“Cuando recordar no pueda,
¿Dónde mi recuerdo irá?
Una cosa es el recuerdo
y otra cosa recordar”
Antonio Machado
El inicio de este año me hizo recordar a Leon Lederman, el gran físico norteamericano que tuvo una influencia importante en el desarrollo de la física experimental de altas energías en Latinoamérica. Estudió los neutrinos, con un equipo de investigadores y consiguió detectar al quark “fondo”, dando así pie al desarrollo del modelo estándar de las partículas elementales que representa la mejor manera de entender el mundo microscópico. Durante su vida predicó el desarrollo de la física experimental en nuestros países y visitó México en muchas ocasiones impulsando la disciplina.
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Por todo eso fue el primero en recibir la Medalla de la División de Partículas y Campos de la Sociedad Mexicana de Física en 1998, reconocimiento humilde frente al Premio Nobel que había recibido diez años antes, pero que acogió gustoso prometiendo no quitarse la pesada medalla ni siquiera para dormir. En esa ocasión lo escuché nuevamente decir lo que gustaba contestar a los que preguntaban el porqué de su interés en el desarrollo científico de Latinoamérica:
“En algún lugar entre el Río Bravo y la Patagonia hay un niño que tiene la solución a los males que aquejan a la humanidad. En algún lugar del sur hay un niño que tiene la cura para el cáncer”, decía.
El químico mexicano Mario Molina habría de encontrar la relación entre el agujero de ozono y los compuestos de cloro y de bromuro en la estratósfera, advirtiendo así sobre un problema que afecta la capa de ozono de nuestro planeta. Juan Maldacena nos propondría una manera de entender el origen de las fuerzas fundamentales de la naturaleza y, sin ser exhaustivo, diremos que este año los anticuerpos monoclonales de César Milstein despliegan todo su potencial para la cura de muchas enfermedades, incluyendo entre ellas a varios tipos de cáncer.
No había pasado una semana de este 2023 cuando se anunció la llegada de un nuevo fármaco contra la demencia asociada al Alzheimer.
Como si se tratará de un regalo de Reyes, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos aprobó el 6 de enero el uso de un nuevo medicamento que pretende reducir el deterioro cognitivo. El nuevo fármaco podría ser de ayuda a pacientes con Alzheimer temprano.
El lecanemab fue desarrollado por la compañía farmacéutica japonesa Eisai en colaboración con la firma de biotecnología norteamericana Biogen. Se trata de un anticuerpo monoclonal, es decir, proteínas del sistema inmune producidas en laboratorio a partir de una sola célula.
Como los anticuerpos que son creados de manera natural en el organismo para reconocer patógenos que lo invaden para destruirlo, los monoclonales también reconocen blancos concretos. Se unen a moléculas particulares de una manera muy específica.
En los últimos 20 años la hipótesis de trabajo que ha dominado la investigación en la enfermedad de Alzheimer se conoce como “cascada Amiloide”. Postula que el depósito del péptido amiloide beta en el cerebro es una de las causas de la enfermedad y que su eliminación revertiría la patología. Es en este paradigma que el nuevo fármaco se inscribe. El lecanemab elimina la proteína amiloide-β que se acumula en el cerebro. Ensayos clínicos en mil 800 personas con Alzheimer en etapa temprana parecen mostrar que el lecanemab puede mejorar en un 27 por ciento la condición de los tratados, en comparación con el placebo. Aunque el beneficio es modesto no deja de ser alentador. Contar con algo que parece tener efectos reales aun cuando la mejoría en los pacientes parece ser casi insignificante, es trascendente porque representa el inicio de la terapia en un área de estudio que ha estado dominado por el fracaso y la decepción.
El avance es, pues, la inauguración de un proceso. Ahora se resuelve una parte del panorama más complejo en que otra proteína llamada por los especialistas “tau” parece acumularse en ciertas regiones críticas.
Los anticuerpos monoclonales fueron estudiados por un químico argentino llamado César Milstein. Hijo de inmigrantes rusos en el país sudamericano, nació y creció en Buenos Aires hasta que el golpe militar de 1962 lo obligó a salir para radicarse en Inglaterra, donde hizo grandes contribuciones a la medicina. Por su trabajo se hizo merecedor del Premio Nobel de Medicina en 1984. Milstein se pudo haber hecho millonario con sus descubrimientos, pero decidió no patentar porque pensaba que el conocimiento era propiedad de la humanidad.
Con sus colaboradores desarrolló una técnica para generar anticuerpos que tienen una estructura química dada. En años recientes, los anticuerpos monoclonales dejaron de ser un detalle académico de la biología molecular para convertirse en la técnica que está revolucionando el tratamiento de enfermedades como distintos tipos de cáncer, la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn y muchas más.
La terrible enfermedad del olvido, el cáncer y otras más podrían comenzar a ceder ante el ingenio de la ciencia y la tecnología. Qué razón tenía Lederman cuando pronosticó el papel que Latinoamérica puede llegar a tener en el futuro de la humanidad.
AQ