Antonieta Rivas Mercado, un ángel caído en Notre-Dame

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A 90 años de su suicidio en París, revisitamos a la escritora y mecenas, cuya obra literaria no sucumbe a su figura pública, que alumbró los primeros pasos de los Contemporáneos y se lanzó a la aventura electoral con José Vasconcelos.

Antonieta Rivas Mercado [28 de abril de 1900-11 de febrero de 1931] (Foto: Tina Modotti)
Tayde Acosta Gamas
Ciudad de México /

Cuando alguien escucha por primera vez la historia de Antonieta Rivas Mercado es inevitable la curiosidad: mujer adinerada que financió a decenas de artistas y creadores, que iluminó los primeros pasos de los Contemporáneos, precursora de la Orquesta Sinfónica Nacional, quien eligió la catedral de Notre-Dame, en París, para suicidarse en la más absoluta miseria. Con más detalles sobre este relato, la curiosidad da paso a una atmósfera de misterio que termina casi siempre en fascinación por el personaje.

Sucede siempre, lo he comprobado muchas veces durante dos décadas de interactuar con hombres y mujeres, mexicanos y extranjeros, fascinados por esta historia, y de analizar la vida y obra de este gran pilar de la cultura mexicana del siglo XX, que no termina de entrar por derecho propio en el olimpo de las letras nacionales.

El primer acercamiento con ella es también un momento prodigioso. Mi conclusión después de tanto tiempo de estudiar a Antonieta, es que logra hechizar a las personas por su perfil de mujer adelantada y a contracorriente de todo: su familia, su matrimonio, su tiempo político y su muerte cuando no vio otra salida.

Décadas después de su trágica partida, la fascinación por el personaje se mantiene, pero el efecto que genera en quienes se han acercado a su obra en los tiempos recientes ha cambiado. Felizmente, como muchas mujeres emblemáticas del pasado siglo, la historia de Antonieta oscila ya entre lo real y lo mítico.

Hoy es grato saber, después de tantos años, cómo se le ha dejado de ver sólo como “mecenas” de grupos artísticos, de escritores, pintores, fotógrafos, músicos, dramaturgos, actores, críticos de arte y hasta “personas ociosas”, que sólo deseaban conocer, aprender y dejarse llevar por su “entusiasmo desbordado”.

También resulta ocioso a estas alturas de la historia, identificarla únicamente como la “amante” de José Vasconcelos, porque Antonieta fue mucho más que eso: escritora, creadora, mujer de teatro, profesora y pieza clave de movimientos políticos de su época, como su participación en la campaña presidencial del primer secretario de Educación Pública que tuvo el país.

Ahora es necesario concederle un peso real como artista, precursora, mujer independiente y, sobre todo, intelectual, porque Antonieta fue uno de esos “ángeles ápteros” que iluminaron la convulsa década de los veinte.


Los Contemporáneos

Más allá del mito que se ha formado en torno a ella, fue una mujer de varias facetas. Figura genial de su tiempo, manifestó desdoblamientos en diversas etapas de su vida. Uno de ellos fue su participación en el grupo artístico y literario Ulises, antecedente principal de Contemporáneos, donde destacó como escritora, traductora, actriz y creadora.

En 1926, conoció al pintor Manuel Rodríguez Lozano, quien la puso en contacto con Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. A partir de ese momento se encontró con un grupo de intelectuales con los que ella se conectó de forma instantánea y se convirtió en parte fundamental de la aventura de Ulises.

Junto al grupo, Antonieta tuvo un periodo de experimentación y la sedujo la idea de hacer teatro. Realizaron algunas lecturas dramatizadas que resultaron simples ensayos. También la música fue muy importante y estuvo empeñada en crear una orquesta sinfónica.

El primer proyecto concreto de Ulises fue publicar la revista homónima del grupo. Salvador Novo solicitó el patrocinio de José Manuel Puig Casauranc, ministro de Educación, quien aceptó la propuesta y pagó el primer número de Ulises, Revista de Curiosidad y Crítica, que se presentó en mayo de 1927.

A partir del segundo número, el financiamiento quedó en manos de Antonieta. Fue la única mujer que participó con un ensayo sobre el libro En torno a nosotras, de Margarita Nelken.

El grupo mantuvo su idea de hacer teatro e introducir en México un repertorio moderno. Esta fue una preocupación constante de Antonieta, quien quedó maravillada con las innovaciones dramáticas que vio en Europa. En enero de 1928, con gran polémica por su aspecto innovador, fue inaugurado finalmente el Teatro de Ulises.

El último proyecto del grupo fue la edición de obras literarias de sus integrantes. En mayo de ese año apareció Novela como nube, de Gilberto Owen, y en junio, Dama de Corazones, de Xavier Villaurrutia, e Hipótesis, de Samuel Ramos.

Contemporáneos, Revista Mexicana de Cultura apareció en junio. Los editores fueron Bernardo J. Gastélum, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo y Jaime Torres Bodet. Antonieta prestó nuevamente ayuda para el proyecto y, al igual que en Ulises, fue la única mujer que participó con la traducción del ensayo De la velocidad, de Paul Morand.

Antonieta se alejó un tiempo del grupo y se dedicó de lleno a la conformación de un patronato para la creación de una orquesta sinfónica. Trabajó algunos meses con Carlos Chávez en el proyecto, hasta que en septiembre de 1928 la Orquesta Sinfónica Mexicana celebró su primer concierto.

Antonieta Rivas Mercado con Xavier Villaurrutia y Gilberto Owen, representando la obra Orfeo, en el Teatro de Ulises, 1928. (Archivo: INBAL)


Vasconcelos y Lorca

En 1929, Antonieta Rivas Mercado se integró al grupo de la Universidad Nacional de México. El rector Antonio Castro Leal le ofreció impartir la clase de práctica escénica en la Escuela Nacional de Música, Teatro y Danza.

Lo más relevante como profesora ocurrió cuando organizó a su grupo de alumnos y montó una adaptación de la novela Los de abajo, de Mariano Azuela. Antonieta dirigió la obra, que se estrenó en marzo en el nuevo teatro de la SEP.

En esa época conoció a José Vasconcelos, quien la invitó a participar en su campaña política. Antonieta se integró totalmente en esa aventura. Durante meses participó en giras, mítines, escribió discursos, apoyó económicamente a la causa y fue recogiendo impresiones para escribir una crónica de la campaña.

En octubre viajó a Nueva York, donde se reencontró con otros compañeros del grupo: Emilio Amero, Francisco Agea, Gabriel García Maroto y Gilberto Owen. Comenzó a trabajar, escribía constantemente y se daba tiempo para difundir la campaña de Vasconcelos.

Tenía el propósito de traducir Los de abajo al inglés y albergaba la posibilidad de montar su adaptación en Nueva York. Fue en ese momento cuando conoció a Federico García Lorca, con quien Antonieta se identificó muy pronto y en unos cuantos días sellaron una amistad profunda.

En diciembre viajó a Los Ángeles, donde se reencontró con Vasconcelos. En esa ciudad de California, Antonieta prosiguió su trabajo teatral y en febrero de 1930, presentó finalmente su adaptación teatral de Los de abajo.

Antonieta Rivas Mercado con José Vasconcelos, Los Ángeles, 1929. (Fundación Federico García Lorca)


La huida a Europa

Problemas personales la obligaron a regresar a México en abril, pero sólo volvió para preparar su salida nuevamente, ahora con destino a Europa. Estaba enferma, padecía una profunda depresión y al perder la patria potestad de su hijo, en un acto desesperado, decidió escapar con él.

Primero viajó a Londres, después a París y al final se estableció en Burdeos. En Francia su situación empeoró. Su hermano Mario la engañó diciéndole que por un revés, la familia había quedado en la ruina y dejó de enviarle dinero. En realidad buscaba obligarla a regresar y a entregar a su hijo.

Vasconcelos llegó a París en febrero de 1931. Antonieta albergaba la esperanza de que pudiera ayudarla con algún trabajo en su revista La Antorcha, pero no ocurrió. El ex secretario de Educación sabía que la única solución era que ella regresara a México; enferma y desesperanzada, lo descartó.

Escribió una carta para el cónsul general de México en París, Arturo Pani, que las personas que recogieron su cadáver en la catedral de Notre Dame, encontraron en su bolso junto con una fotografía de su hijo Donald Antonio:

“Le ruego que cablegrafíe (no lo hago yo porque no tengo dinero) a [Albert] Blair y a mi hermano para que recojan a mi hijo”, decía el mensaje.

Un día antes del suicidio había escrito en su último diario:

“Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del crucificado, en Notre-Dame. Me sentaré para tener la fuerza de disparar”.

Antonieta Rivas Mercado falleció el 11 de febrero de 1931. Se disparó en el pecho con un arma que sustrajo de la maleta de Vasconcelos. El sacerdote que la auxilió supo que se trataba de una mexicana, porque Antonieta portaba una medalla de la virgen de Guadalupe.

AQ

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