Antonio Ortuño: “No se envejece impunemente”

Entrevista

En La Armada Invencible, una novela hilarante y franca, el escritor narra la historia de un hombre decidido a reunir a los integrantes de su vieja banda de metal, con el anhelo de resistirse al paso del tiempo y reivindicar su pasado.

Antonio Ortuño, narrador mexicano. (Foto: Ángel Soto)
Ángel Soto
Ciudad de México /

Antonio Ortuño tiene muy claro que la serenidad genera réditos literarios. La Armada Invencible, su novela más reciente, es la prueba de ello. A pesar de ser un melómano consumado (lo muestra con orgullo en su atuendo: cuando no está usando gorras de AC/DC o The Who, viste playeras de los Sex Pistols o The Clash) y aunque es el baterista de una banda de punk —Los Magones—, el narrador mexicano no había publicado una novela donde la música acaparase los reflectores.

“Tenía el apetito de hacerlo, pero me vino bien que pasara el tiempo. Si lo hubiera hecho más joven, ésta habría sido una novela de fan, como existen tantas otras sobre el rock. Probablemente le convino a la historia que yo haya pasado mucho tiempo buscando la manera de contarla”, dice el autor de novelas como Recursos humanos, El buscador de cabezas y Olinka.

Con La Armada Invencible, Ortuño (Zapopan, Jalisco, 1976) se propuso virar el talante de su escritura hacia un tono más bien festivo, que se apartase del que utilizó en sus libros previos. “Es una novela muy carnavalesca”, explica en entrevista con Laberinto. “No tiene la idea escénica darky de la mayoría de las otras, que se acercan en muchas ocasiones a una atmósfera de thriller, aunque no lo sean. [Para esta novela] quería una atmósfera virulenta, procaz como la vida diaria, pero también sugerente; agradable pero peligrosa, como esos olores que son a la vez dulzones y un poco putrefactos”.

La Armada Invencible (Seix Barral, 2022) es la historia de un reencuentro. Concretamente, es la historia de un hombre obstinado —Barry Dávila— que, instalado en sus cuarenta, siente el hervor del tiempo transcurrido. Inicia, entonces, la búsqueda de los integrantes del viejo clan de metaleros de Guadalajara que dos décadas atrás se creían destinados al éxito. Como las grandes bandas de la historia del rock, La Armada Invencible tiene una mitología propia fincada en eventos hilarantes, pugnas creativas, desencuentros, desilusiones y peleas a puño limpio.

Indiscutiblemente divertida y franca, La Armada Invencible es una novela sobre el rock —un género que tiene, a decir de Ortuño, “una pata en el museo y otra en la tumba”—, pero también sobre el temor a la medianía, sobre la resistencia al paso del tiempo y los desencantos que esta circunstancia trae consigo.

—¿Por qué el paso del tiempo es tan relevante en La Armada Invencible?

Lo que distingue a la narrativa de otras formas literarias es, justamente, el paso del tiempo. Eso puede o no estar en la poesía, más difícilmente está en el ensayo, pero en la narrativa es esencial. Si la reducimos a lo mínimo, la narrativa registra el paso del tiempo sobre las personas, sobre una situación, un paisaje o sobre el lenguaje mismo. No se envejece impunemente, y los personajes de esta novela, específicamente el narrador principal, siente ese peso del pasado que en la juventud no se tiene todavía.

—Dos personajes son los pilares de la novela. Yulian y Barry sostienen la trama como dos fuerzas narrativas opuestas, pero también complementarias.

Barry y Yulian son centrales, porque en el pequeñísimo mundo de La Armada, son Lennon y McCartney. Pero no quería que fuera solamente un juego de contrapuntos entre los dos. Quería que fuera un juego de ida y vuelta. Es decir, que el narrador también fuera narrado por los otros. Además, es un juego que está en la cultura del rock: la mayor parte de los documentos que tenemos sobre el género son libros y documentales que están construidos con entrevistas y con el contraste entre las voces. La gran película metalera es This Is Spinal Tap, un falso documental sobre una banda de heavy metal. Es un recurso que está en el centro mismo de la cultura rockera y que yo quería aprovechar para la novela.

—En la novela, de hecho, se percibe un ritmo que evoca un montaje cinematográfico.

Me interesan mucho los recursos cinematográficos, entendiendo que en el ámbito de la literatura ocupan otro lugar. La idea de la edición me parece increíblemente cercana a la manera en la que yo entiendo la estructura de los libros. La estructura de la novela es muy explícita, como de álbum con lado A y lado B, y capítulos que tienen nombres de canciones. En la estructura interna de cada uno de esos capítulos, me interesaba que hubiera cambios de ritmo. Todo esto juega también con la expectativa de quien está leyendo. Hay que leer toda novela como si fuera de misterio, aunque no haya un misterio o el misterio no sea muerto. Hay que jugar con la expectativa, porque no tiene caso escribir 400 páginas para decir que tienes una prosa bonita.

—Tus personajes siempre están perfectamente descritos y caracterizados. ¿Tienes algún método para construirlos?

No diría que un método, porque incluso trato de ir cambiando los medios de producción —aunque suene marxista— entre novela y novela. Las escribo de manera distinta porque busco cosas diferentes con cada una. Pero siempre me preocupo por tener personajes multidimensionales, que se les describa con todas sus características, el tono de voz, la gestualidad, cómo huelen, que se vuelvan corpóreos. Me molestan los personajes nebulosos de los que no se sabe muy bien cómo son, que terminan confundidos con sus semejantes porque son débiles o porque solamente son una especie de enunciación vaga de cosas. Yo prefiero lo barroco, lo detallado, porque me divierte y porque encuentro profundidad en ello. Desde luego, la variedad puede ser misteriosa e interesante, pero muchas veces sencillamente es falta de recursos.

—El humor es un elemento presente en la mayoría de tus historias. ¿Es algo que se trabaja para poner a punto o surge de manera espontánea?

Nunca he creído que sea una suerte de ingrediente externo que le inyecto a las historias. El tipo de humor que tienen mis textos viene directamente de mi manera de ver al mundo. Soy el tipo que, si viaja a París, en lugar de sacarle foto al Arco del Triunfo, saca a la banquita donde está una señora comiendo un croissant, pero rodeada de ratas. Me divierten esos descoyuntamientos, esos aparentes fallos en la matrix. Soy muy dado a espiar lo que se está diciendo a mi alrededor. Cuando salgo a la calle, me fascina registrar esos diálogos porque encuentro mucha riqueza y una tesitura bastante absurda que me gusta llevar a los textos. dosificación. No creo que el humor sea una herramienta universal, no puedes narrar absolutamente todo con el humor.

—¿Resistencia es una palabra que podría enmarcar a los integrantes de La Armada?

Claro, los personajes de La Armada son gente rota. Todos tienen conflictos esenciales que dificultan su vida cotidiana de diferentes maneras, pero todos se resisten a resignarse. Y eso también está en el corazón de la cultura metalera: hay una voluntad de persistir que me parece deslumbrante, porque vivimos en una época en la que envejecer es prácticamente una maldición.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.