Aprendimos a amar a Ucrania en los libros. Hay tantos escritores que nos han hablado de su tierra y que parecen profetas de los escombros estos días. Uno de ellos fue sin duda Mijaíl Bulgákov, natural de Kiev, quien en su maravillosa El Maestro y Margarita anunció la llegada del diablo a Moscú. Bajo el nombre de Voland, Satán aparece como un mago. Está acompañado de un gato parlante, un sicario de colmillos largos y una mujer pálida cuyos ojos pueden provocar la muerte. Satán se entrevista con un líder de la burocracia literaria local, y desde entonces la trama va a seguir su curso. Luego aparece el “Maestro” que ha tenido que quemar su manuscrito, harto del rechazo de su novela histórica sobre Poncio Pilatos. Bulgákov sabía muy bien que uno de los diablos de su historia se llamaba Stalin y que el nombre del infierno tenía tres letras: KGB.
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Bulgákov había experimentado en 1930, cuando empieza a escribir su novela, lo que iba a saber otro ucraniano, Vasili Grossman en 1959, cuando redacta Vida y destino. La historia de la familia Shaposhnikov y de la batalla de Stalingrado fue considerada una amenaza para el aparato soviético. Después de asaltar su casa, el partido le informó a Grossman que su novela no se publicaría en doscientos años. Apareció en 1980, en Suiza. Hoy es leída en todos los idiomas.
Ucrania ha afirmado su identidad en la literatura a lo largo de los siglos (hay que recordar los pasajes de Grossman sobre las trincheras durante la Segunda Guerra Mundial). Su afirmación es inseparable de la identidad de los cosacos, un pueblo milenario que viene de las estepas de Rusia y Ucrania. Los cosacos han pasado a la historia por su talento para la guerra y la solidez de su disciplina social. Amantes de la tradición y la familia, forman parte de las referencias culturales del mundo de hoy. Una teoría afirma que durante las guerras napoleónicas, los cosacos afincados en París exigían celeridad en los restaurantes con la palabra que se usaba para “rápido”: Bistró. La frase “bebe como un cosaco” no tiene un origen conocido. Una novela corta de Tolstói, Los Cosacos, nos presenta al buen Eroshka, anciano, cosaco y bebedor, que acompaña al aristócrata Olenin.
Pero tal vez el cosaco más famoso en la literatura sea Tarás Bulba de Nikolái Gógol, también de origen ucraniano. Es una novela extraordinaria donde se pone a prueba la unión entre padres e hijos, y el amor a la tierra. Enfrentado a las fuerzas polacas, Tarás Bulba y sus hijos Ostap y Andrei defienden su Ucrania natal. La ejecución pública de Ostap es uno de los momentos más dramáticos de la novela. Poco antes de morir, Ostap pregunta si su padre está presente en la plaza y escucha su voz. Al final vemos a Tarás Bulba, amarrado a un árbol. El viejo luchador cosaco y ucraniano incita a sus compatriotas a resistir al enemigo polaco. Muere gritando y rebelándose. Es un héroe. Quizá si Putin hubiera leído este libro, lo habría pensado mejor.
AQ