La realidad está ahí con todos sus elementos y objetos, son parte de nosotros, los llevamos dentro, y un artista lo vio así. Entendió que cada cosa natural o artificial, comparte sus formas con nuestras formas, y que puede tener una fuerza sobrenatural, fue el pintor italiano Arcimboldo.
Pintor del Renacimiento, dominaba las técnicas con maestría, pero miraba al mundo de forma diferente. Mientras dominaba el arte religioso, las escenas que plasmaban las vidas de los santos, Arcimboldo vio que, como afirmaba André Bretón, “la vida está en otra parte”. Su observación, esa cualidad indispensable en el arte, iba más allá de la arquitectura del equilibrio cotidiano, y estableció su propio equilibrio, sus relaciones y diversiones.
- Te recomendamos La novela del “Vate” López Méndez Laberinto
Pensemos en qué es una cabeza: es un cráneo cubierto de piel y pelo, de rasgos personales, de una fisionomía que nos distingue de los demás. Adentro de esa cabeza hay un cerebro al que le caben millones de imágenes, palabras, situaciones, recuerdos, y este enorme almacén que archiva y organiza, además crea, produce, inventa. En una especie de radiografía estética, Arcimboldo vio que en nuestra mente vive el todo, y lo sacó de ahí. Hizo cabezas de libros, de flores, de frutas, porque nuestra anatomía no se limita a lo que mostramos, también es lo que ocultamos.
Inició su carrera en Milán, en un taller de vitrales con su padre. Desde ese momento se fue educado en la creación de composiciones con fragmentos. En el Renacimiento, estaban de moda los rompecabezas o puzzles, los naipes, entonces las diferentes influencias estéticas de Arcimboldo estaban muy cerca de la composición con elementos simbólicos. Al dejar Milán, viajó por Europa y el destino lo llevó a las cortes reales europeas. Pintó retratos y escenas religiosas como muchos artistas de su época, pero su trascendencia está es las extraordinarias cabezas que hizo con elementos vegetales y naturales.
Su mecenas fue el Rey Rodolfo II de Habsburgo, que se fascinó con sus cabezas, le comisionó muchas obras y lo nombró pintor de la corte. El rey Rodolfo fue un excéntrico, y llevó una vida al límite, padecía ataques de melancolía, fanático de la astrología y la alquimia, con una vida amorosa muy complicada, se dice que tuvo infinidad de amantes y de hijos, además tuvo como amantes a varios hombres de la corte. La relación entre alquimia y arte fue lo que lo llevó a la fascinación con los retratos de Arcimboldo. Rodolfo era un apasionado del conocimiento, coleccionaba objetos mecánicos y tenía un invernadero con plantas exóticas. Arcimboldo se documentaba en ese entorno. Estudiaba las plantas, sus frutos, los objetos de la colección, y diseñaba la composición de sus pinturas. El gabinete de curiosidades de Rodolfo fue el más grande de Europa en la era de los descubrimientos, y cada pintura de Arcimboldo es como un gabinete de curiosidades. La colección de Rodolfo fue más allá del gabinete y se convirtió en un museo, es ahí cuando el mecenazgo es arte.
AQ