Las obsesiones de Arturo Rivera

Personajes

El artista afirmaba poéticamente que no vendía cuadros, sino pedazos de alma.

'Autorretrato en turno', obra de Arturo Rivera. (MILENIO Arte)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

El pasado 29 de octubre murió el pintor Arturo Rivera, autor de una obra de belleza alucinante. Fue un artista parco y solitario que supo plasmar las pesadillas de un mundo que se desmorona entre el horror y la violencia, pero que aún nos ofrece la tabla de salvación del arte y la belleza.

En 2010 el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey publicó el libro Arturo Rivera, que reúne gran parte de la obra del pintor mexicano que a través de los años creó un universo que conmueve, sobre todo, porque nada en él nos es ajeno.

La angustia, el dolor, la muerte, los sueños, son algunos de los temas que Rivera exploró en su pintura. Reiteradamente le dijeron que pintaba la belleza de lo terrible, pero él no creía en etiquetas.

Arturo Rivera, el libro, contiene textos de Guillermo Sepúlveda, Avelina Lésper, Eduardo Ramírez y una entrevista de Jaime Moreno Villarreal. Ellos indagan y arriesgan ideas sobre la obra de un creador que inquieta porque muestra sin pudor lo que surge de su inconsciente, algo que la mayoría prefiere ocultar.

El libro se divide en ocho paneles. En ellos, sucesivamente, aparecen temas como el martirio, el sueño, la mujer, la disección y el degüello, la locura, la infancia, que potencia la vida cuando se deja en libertad, porque de lo contrario la frustra, la deforma, la mata.

Alcohólico en abstinencia, como se denominaba, Arturo Rivera pretendió suicidarse en 1985, mientras estaba en un centro de tratamiento para adictos. Se tiró por una ventana, se fracturó el cráneo, se rompió las costillas, la mano, la clavícula. Esta desesperación, este dolor ante la vida aparece con frecuencia en su pintura.

En la pintura de Rivera se encuentran también símbolos de la mitología griega o del cristianismo. Él las veía como metáforas, como una manera de desacralizar lo que durante tanto tiempo encauzó el arte pictórico occidental.

El cuerpo fue una de las obsesiones del artista mexicano; el cuerpo humano o animal. El cuerpo desnudo o vestido, con cortes o sin ellos. Nunca inmaculado, nunca a salvo de las vicisitudes del tiempo o el destino.

En su taller, transcurrió la vida de Arturo Rivera. En el taller no sólo pintaba, también escuchaba música o reflexionaba. Era un sitio de trabajo, y eso se sentía. En ese lugar, ahora deshabitado, están sus herramientas, sus pinceles, sus botes de pintura, sus cuadros en proceso o terminados. De ahí salían las obras que subyugan o angustian, que provocan placer o terror, pero nunca indiferencia.

Sobre la obra de Arturo Rivera han escrito diversos críticos. Pero a él le gusta especialmente lo que escriben los poetas, ellos —decía— llegan más lejos, no tratan de encerrar la obra en teorías o corrientes, sino que advierten las profundidades de las cuales surge con sus luces y sus sombras.

Arturo Rivera es una amplia avenida para transitar por una obra de belleza indescriptible. La obra de un pintor que al vender sus cuadros decía: “Los artistas vendemos pedazos de alma”.

​AQ | ÁSS

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