Martin Scorsese y el problema de la verdad

Cine

'Los asesinos de la luna' es la segunda mejor película del año que está por terminar.

Robert de Niro y Leonardo DiCaprio en 'Los asesinos de la luna'. (Apple TV+)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Cuando al inicio de Los asesinos de la luna (disponible en Apple TV+) se abrazan Leonardo DiCaprio y Robert de Niro, este murmura: qué gusto volver a verte. Hay en los actores un gesto que la cámara transforma en símbolo. Apunta a 1993, cuando se encontraron por primera vez. DiCaprio era un niño, pero mostró estar a la altura del mito que era De Niro en This Boy's Life (disponible en Star+). Con este juego de Scorsese, director de Los asesinos de la luna, con un abrazo, uno intuye que habrá un enfrentamiento entre los protagónicos. Será a muerte. Uno debe sucumbir.

Los asesinos de la luna es una constelación de signos. Eso que el director llama en La edad de la inocencia (disponible en Amazon) un jeroglífico, es decir, un lenguaje sagrado que enmascara la verdad para quien sea incapaz de estar atento y, acostumbrado al frenesí de pasar videos en un celular, no pueda regalarse tres horas para ver esta película sin interrupciones, dejándose guiar por el inconsciente que irá revelando el lenguaje con el que Scorsese ha construido película a película una obra que invita a abandonar la moral políticamente reinante y dejarse llevar por lo que Dostoievski (siguiendo a Cristo) llama El Reino de Dios, esto es, el reino de la verdad.

Si uno se fija, el cine de Scorsese habla, todo, de un dilema moral muy concreto: la verdad. Aunque sea despiadada, es necesario decirla. Sobre todo, a nosotros mismos. Así lo demuestran uno a uno sus personajes. La verdad descoloniza al pueblo osage en Los asesinos de la luna. A Archer, en La edad de la inocencia, la verdad lo libera de la moral burguesa que pesaba, según dice, como un fierro.

Decir la verdad es disolver el complot que es, en el cine de Scorsese, una conspiración entre la sociedad y uno mismo para alcanzar la autodestrucción. Se trata de un asunto político que trasciende el feminismo o la lucha postcolonial; hay que subrayarlo, el complot es una conspiración, un secreto que busca asesinar a la verdad y matar moralmente a los protagonistas.

En Los asesinos de la luna, DiCaprio se ve sumido en los infames asesinatos de un pueblo indígena en Estados Unidos. Poco importa, sin embargo, que la película esté basada en un texto escrupulosamente documentado. La verdad de la novela y la verdad histórica es otra. En realidad, el personaje que interpreta DiCaprio era un criminal muy vulgar y su esposa una mujer muy inocente que tuvo que transitar entre dos civilizaciones.

La verdad que atiende esta película trasciende al hecho objetivo que narra la novela de David Grann. Aquí el blanco ama a la mujer indígena. Y aun así quiere matarla. Y ella lo ama tanto que sabe la verdad, pero podría perdonarlo. Es necesario sólo decir una palabra, decir “porqué”.

Cuenta Dostoievski en Los hermanos Karamazov que las cosas comienzan a cambiar cuando uno deja de preocuparse por todo, sobre todo por lo que piensan los demás. Y es que, cuando desaparece la vanidad, desaparecen las expectativas de vivir otra vida, algo “más alto”. Sólo así uno es capaz de mirar la verdad en uno mismo. Por eso, dice Dostoievski (y lo repiten los personajes de Scorsese) no hay peor cosa que mentir para complacer a la moral políticamente reinante. Uno terminará por mentirse a sí mismo y nunca podrá verse en el espejo de la verdad. Los asesinos de la luna es la segunda mejor película del año que está por terminar.

Los asesinos de la luna

Martin Scorsese | Estados Unidos | 2023

AQ

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