Plutarco cuenta lo siguiente cuando habla de Esparta: “De los platos era muy apreciado el caldo negro; tanto que los ancianos ni siquiera pedían un trozo de carne, sino que se lo dejaban a los jovencitos, y ellos comían el caldo. Se cuenta que cierto rey del Ponto contrató por la sopa a un cocinero laconio; luego, cuando lo probó, sintió asco y el cocinero le dijo: Oh rey, esta sopa hay que comerla después de haberse bañado en el Eurotas”.
Es común que los académicos anglosajones cuenten esta historia con una sonrisa que denota asco. ¡Se comían la sangre del cerdo! Y no falta quien recuerde que era un plato que Hitler disfrutaba.
La moronga o morcilla es cosa deliciosa. La polaca es aún mejor que la de Burgos. Exquisita con puré de manzana. Pero hay que haberse bañado en el Eurotas para no hacerle pueriles gestos de repulsión.
Por eso nos parecen ingenuas esas páginas de viajeros que muestran repugnancia porque los mexicanos comemos sesos, tacos de ojo, tuétano, huitlacoche, escamoles, criadillas o menudo. El rechazo es ignorancia y voluntad de permanecer ignorante.
Tradiciones de quesos hechos con leche cruda están próximas a caer en la ilegalidad, porque hay quien piensa que toda leche ha de pasteurizarse. El kokoreç, plato típico de los turcos, no es del agrado de los legisladores europeos, y había riesgo de ser prohibido si Turquía ingresaba a la Unión Europea.
Pasa también con las bebidas alcohólicas. A muchas de ellas no se les agarra gusto sino con la práctica. Lo mismo el picante.
Para el que no se ha bañado en el Eurotas del tabaco, es muy fácil andar criticando y prohibiendo, pero qué miserable es la vida sin tabaco para un fumador.
Ocurre con los deportes. En la India se apasionan por el cricket, que puede sumir al espectador en la somnolencia, tal como el beisbol, si no se asimilan las finezas del juego; también se entusiasman por el kabaddi, que no entrega fácilmente sus secretos. Así lo dice, con mis correcciones, la página de Wikipedia: “Los equipos se turnan enviando un raider al área contraria con el fin de tocar jugadores del equipo rival. Los miembros tocados deben salir de la cancha. El raider no debe inhalar durante el ataque; para demostrarlo a los árbitros ha de cantar continuamente kabaddi”.
Para entender la tauromaquia también hace falta bañarse en el Eurotas, o acabará uno mirándola como un gringo mira una morcilla. Incluso entre quienes se proclaman antiyanquis prevalece la gringuez, y esa agua que todo lo diluye termina por ahogar una de las más bellas, humanas, intensas y dramáticas de nuestras tradiciones.
AQ