Sí, existe un país llamado Arabia, pero éste no representa toda la cultura árabe. Como lo recuerda Joselyn Michelle Almeida en la editorial a Banipal. Revista de literatura árabe moderna (número 8, verano de 2022. Fue fundada en 1998 y su nombre proviene de Asurbanipal, último rey Asirio; su directora es Margaret Obank y se edita en Reino Unido), si hay un espacio al que está ligada esta cultura es al Mediterráneo.
Vale recordar las palabras del historiador francés Fernand Braudel, el gran especialista de este mar: “Viajar por el Mediterráneo es encontrar el mundo romano en el Líbano, la prehistoria en Cerdeña, las ciudades griegas en Sicilia, la presencia árabe en España… Es encontrar cosas muy viejas, todavía vivas, que se codean con lo ultramoderno”. Se sabe que los prejuicios contra los árabes fueron alimentados en España con la doctrina de la pureza de sangre y en los últimos años por Estados Unidos tras los ataques a las Torres Gemelas. Uno que es necesario eliminar de manera inmediata de nuestra mente es que la cultura árabe es cerrada. Nada más falso: si ha habido una cultura abierta, ha sido ella. Recordemos que los árabes se encargaron de mantener vivo el pensamiento griego; fueron ellos, al traducir a su idioma a sus grandes filósofos, quienes los mantuvieron vivos. Y basta leer la historia de la presencia árabe en España para enterarse de que ahí se impulsó la convivencia de su pensamiento con el cristiano y el judío.
Banipal da cuenta de esta apertura y de la diversidad de países e intereses que habitan su literatura. La estrella de este número es el célebre poeta Adonis (Ali Ahmad Said Esber), quien estuvo en la reciente FIL de Guadalajara. Se presentan dos capítulos de su más reciente libro, Adoniada, cuyo título, hace notar Almeida, remonta al lector a la epopeya griega, en particular a la Odisea. Pero además de Ulises, otros nombres se hacen presentes en el poema, como Sinbad (“Sinbad navega en el mar de Ulises”, escribe el poeta). Pero el poema es también una reflexión sobre el tiempo que se agota: Tú/ que bajas los peldaños de la muerte/ hacia los ochenta años, con tu extraño rostro,/ qué te dicen los años, qué te dicen los pasos”. Inevitable ver Adoniada como el testamento de un enorme poeta.
He visto el río y los pinos: Cien cuartetas de Ashur Etwebi, acompañadas con pinturas suyas, se ubica en el lado opuesto a la Adoniada. Para Almeida, la obra de Adonis cae en la épica mientras que las cuartetas de Etwebi son líricas. La concisión de la forma elegida por el poeta les otorga un carácter fragmentario, que hace que Almeida las considere “casi cinematográficas”. El realismo de las imágenes adquiere, sin embargo, un simbolismo que les otorga fuerza: “La tempestad extiende sus manos por el aire/ el viento se agita en la balanza/ la oscuridad siempre está angustiada en las afueras/ los agricultores no han llegado al puente”. Y, como en el caso de Adonis, Etwebi dialoga con la literatura de Occidente: “Godot va camino de la plaza de la ciudad/ en su bolsillo hay una rodaja de higo y un manojo de banderas/ y alrededor de su cuello una cuerda de palma./ El mozo de cuadra defeca detrás del árbol”.
Se sabe que la cuestión femenina resulta problemática en el ámbito árabe. Banipal les da un espacio a las mujeres rompiendo otro prejuicio. “Al-Qammair”, cuento de Ann El Safi, transcurre en Sudán y cuenta la historia de una joven que se ve obligada a abandonar su hogar cuando su madre se casa de nuevo. Este hecho resulta una liberación, si bien antes su misma madre la había obligado a casarse con alguien que ella no quería, lo que muestra la sujeción que aún impera. “Me llamo Suleimani”, de Jamila Omairah, presenta el caso de un severo director de personal y producción que no les da tregua a sus subordinados, a quienes tiene en constante vigilancia. Como una venganza a su comportamiento, será víctima de un chantaje cibernético.
La transgresión de ciertos códigos impuestos por la tradición se hace igualmente presente. En “El puerco vuelve a Alcocer”, cuento de Hassan Abdel Mawgoud, encontramos la prohibición de comer cerdo. “Al fin lo he probado, al fin he cumplido mi sueño de degustarlo, de zampármelo bocado a bocado, de ingerir su caldo grasiento y caliente, cucharada a cucharada”, dice el protagonista. Otro ámbito —Madrid— y otra prohibición —tener una relación con una mujer no árabe— se encuentran en la novela A la sombra de Teresa, de la que se ofrece un capítulo. El protagonista va a vivir a Madrid en donde trabaja de contable en la embajada de su país. Para paliar su soledad, se dedica a organizar comilonas semanales. Una mujer de origen brasileño, Teresa, se vuelve una acompañante indispensable para llevarlas a cabo. Le enseña a preparar el té según las costumbres de su país y también a cocinar; inevitablemente, surge una relación condenada al fracaso: “Pensé en las sanciones sociales que me aguardaban si llevaba conmigo hasta aquellos conservadores confines del desierto a una chica brasileña de dudosos orígenes e intentaba insertarla en un ambiente social que da enorme importancia al parentesco, a la ascendencia honorable y a la pureza de sangre”.
Esta es solo una pequeña muestra de lo que es la literatura árabe, una literatura llena de vitalidad, que, como cualquier literatura, solo espera lectores que se acerquen a ella con mente abierta.
AQ