Famosamente dijo San Agustín: “Quid est ergo tempus? Si nemo ex me quaerat, scio; si quaerenti explicare velim, nescio”. O sea, “¿Qué es el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé; si debo explicarlo a quien pregunta, no lo sé”.
Hay desde siempre algún problema para definir el tiempo. El diccionario de la Academia no resulta satisfactorio cuando dice: “Duración de las cosas sujetas a mudanza” ni en su segunda acepción: “Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro”. El poético diccionario de autoridades nos da más belleza pero no más precisión: “La duración sucesiva de las cosas, desde el más imperceptible instante, hasta la hora, día, mes, año, y siglo, gobernada y medida por las revoluciones del primer mobil, y el movimiento de los Astros”.
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Si digo “Yo soy mexicano”, tendría que acudir a los griegos para conocer ese “yo”, a Heidegger para explicar el “soy” y a etnógrafos, historiadores, arqueólogos, genetistas, lingüistas, folcloristas para ver si llegamos a un consenso de la mexicanidad, y encima refutar a ciertos chovinistas, explicándoles que un regio es tan mexicano como un oaxaqueño y que Villa es más fregón que Zapata.
En literatura hablamos de “realidad”, sin que veinticinco siglos de filosofía hayan explicado tal término. Si un escritor narra un evento que ocurrió “en realidad”, el lector no está ante la realidad del evento, sino ante la realidad de leer sobre el evento; un evento que fue puntual, pero que se recrea de maneras muy distintas en la cabeza de cada lector.
“Pensé que era un hombre muy amable”, dice el asesino del señor Clutter en A sangre fría. “De voz suave. Así lo seguí pensando hasta el momento en que le corté el cuello”. Haiga sido como haiga sido, cada lector lo recrea en su mente a su manera o decide dejarlo en abstracto.
Con la realidad, el diccionario se vuelve un círculo, pues la define como la “existencia real”, y lo real es “lo que existe”; entonces, sustituyendo términos, la realidad es la existencia de lo que existe. Esto también lo vemos con el tiempo, pues el tiempo es la “duración de las cosas” y la duración se define como “el tiempo que dura algo”.
Sé muy bien qué es una tortilla. Pero si leo en el diccionario “torta aplanada hecha con harina de maíz, que se toma rellena o para acompañar algunas comidas”, imaginaré algo distinto. Tal como si busco “taco”, encuentro que es “tortilla de maíz enrollada con algún alimento dentro, típica de México”. Y como buen regio pienso en tacos de barbacoa, que son de res, con tortilla de harina de trigo, no de maíz, que se dobla o pliega pero no se enrolla, y luego por eso andan diciendo que no somos tan mexicanos.
AQ