'Beanpole' o la ligereza del horror

Cine

Kantemir Balágov forma parte de una larga tradición de cineastas rusos que conciben al cine como una forma de poesía.

Viktoria Miroshnichenko en 'Beanpole'. (Non-Stop Production)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

“Hay en el mundo mucha mierda: ¡eso es verdad! ¡Mas no por ello es ya el mundo un monstruo merdoso!” Esto escribe Nietzsche en Así habló Zaratustra. Y tiene razón. Esta podría ser, además, una de las conclusiones de Beanpole (disponible en MUBI), conocida también como Una gran mujer. ¿Cómo no va a ser terrible el mundo en un hospital ruso cuando acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial? Pero no por eso el mundo se ha contaminado en sí mismo. Aquí sigue el incesante deseo de felicidad y, detrás del velo de tanta muerte, el deseo de vivir.

Iya es una enfermera en Leningrado, corre el año de 1945 y ella, sin querer, se ve involucrada en un nuevo horror. Lo primero que salta a la vista es que los personajes no parecen dar al asunto mucha importancia. Constatarlo nos mete de lleno en el espíritu de los protagonistas. Sobrevivir a la guerra que libró Alemania contra el pueblo ruso ha hecho que la muerte se mire con cierta ligereza. Hasta con un sentido del humor que, no por cruel, deja de ser hilarante. Luego del accidente terrible que sufre, Iya tiene que enfrentarse al deseo de una hermosa soldado que ha vuelto del frente. Y es que, si la muerte se toma en este hospital con tanta ligereza, la vida también. Masha, la soldado, quiere tener un hijo. Y como en la guerra perdió la capacidad de embarazarse, es Iya la que va a tener que parir.

El jovencísimo director Kantemir Balágov ha utilizado para este, su segundo largometraje, los testimonios reunidos en el libro La guerra no tiene rostro de mujer de la ganadora del Nobel de Literatura 2015 Svetlana Aleksiévich. Balágov se reconoce a sí mismo como pupilo de Aleksandr Sokúrov, gran maestro del cine ruso, en quienes muchos reconocen al auténtico heredero de Andrei Tarkovski, esto es, de la tradición de un arte que se remonta hasta Eisenstein y el descubrimiento de que con el cine puede hacerse poesía. Y efectivamente, en Beanpole, Balágov se une a la tradición poética de los cineastas que inventaron el realismo soviético y que enseñaron a mirar la tristeza con cierto aire de superioridad. Y es que la segunda conclusión que uno podría extraer de esta película es de Camus cuando escribe en El mito de Sísifo: “no hay destino que no se venza con el desprecio”. En efecto, el contacto ruso con el horror debe estar relacionado con esos artistas excepcionales que son capaces de contar lo más horrible con la serenidad de un Sísifo que enfrenta su destino sin lloriquear. Es que, además de que la película es entretenida y por momentos hasta discretamente cómica, es muy hermosa.

El director ha decidido que en el cuadro deben prevalecer los rojos y los verdes. Los primeros, adivinamos, en recuerdo de la sangre de trece millones de niños rusos asesinados por las huestes alemanas durante la Segunda Guerra Mundial; los verdes, en cambio, parecen simbolizar el deseo de estas dos mujeres por encontrar a alguien a quien cuidar… hasta que se encuentran frente a frente. Ellas mismas. Efectivamente, detrás de la extravagante lucha por hacer que una chica que no tiene ningún deseo erótico por el sexo masculino quede embarazada hay también una historia de amor: la de dos amigas capaces de sobrevivir a cualquier cosa. Tal vez el principal problema cuando uno se aproxima al arte contemporáneo sea la solemnidad. Obras de arte como Beanpole, sin embargo, la arrancan de un tajo. Ante cosas como aquella guerra uno solo puede ver la vida con reverencia, sí, pero también con ligereza y serenidad.

Beanpole: una gran mujer

Dirección: Kantemir Balágov | Rusia | 2019

​AQ

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