Feminismo silencioso (Planeta, 2024) es un libro evocador, abierto a la exégesis y, por supuesto, a la hermenéutica. Va por caminos insospechados y eso me hace rememorar polémicas en torno al feminismo, replantearme conceptos, porque creo firmemente que es eso lo que un libro debe despertar en sus lectores. El mismo concepto de “feminismo silencioso” que da título al libro es una aportación, pues saca al feminismo del nicho acostumbrado para insertarlo en un entorno social más amplio, aquel que plantea la difícil tarea de transformar a nuestro México de manera pacífica.
La autora del libro, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, es una mujer de convicciones firmes y, por lo mismo, decidió acompañar a su marido [Andrés Manuel López Obrador] en una lucha tenaz que, a pesar de lo mucho que se ha logrado, podríamos decir que apenas está empezando a ver sus frutos, como, por ejemplo, el hecho de que una mujer sea quien nos gobierne en un mes, algo impensable hace apenas unos años.
Pero volvamos al libro. De ninguna manera pienso intentar resumirlo, sobre todo porque sería una tarea quimérica. Hay que leerlo todo, pues, de manera muy barroca, la doctora Gutiérrez va construyendo una serie de conceptos sobre los que hay que meditar, y también nos invita a la reflexión y a la polémica. Esto es la academia y, aunque no sea un libro “estrictamente académico”, como ella misma lo dice, es sin duda un libro de una académica. Está lleno de erudición y propone conceptos nuevos para enriquecer la noción misma de feminismo.
¿Desde dónde escribe Beatriz Gutiérrez Müller?
El texto está escrito desde un punto de vista único y a la vez colectivo. Me explico. El texto parte de la experiencia completa y compleja de la mujer que ha habitado el Palacio Nacional los últimos casi seis años y que en el aquí y el ahora quiere dejar un testimonio escrito de esta experiencia singular.
Es un punto de vista único porque es la única mujer que pudo tener la experiencia de vivir y acompañar al presidente López Obrador en la monumental empresa de sentar las bases para una transformación profunda de México. Pero en el testimonio que nos entrega nos muestra que no todo fue miel sobre hojuelas. Si llegaron a Palacio con un ímpetu transformador, había que ser congruente y empezar por hacer cambios, por actuar de manera diferente a los que les antecedieron. Tomaron la decisión de no habitar “Los Pinos” —la otrora residencia oficial— y resignificar el Palacio Nacional y también hacer vida en familia ahí.
Otro cambio de hondura fue suprimir el papel de “primera dama”, porque no hay lugar para mujeres de primera y mujeres de segunda en una república democrática. Otra decisión que toma Beatriz, y no menos importante, fue la de asistir a los actos protocolarios que el presidente le encomendara, pero no dejó de lado su vida, su trayectoria académica y sus logros individuales. Con la convicción feminista de no abandonar su vida profesional y sus aspiraciones académicas para convertirse en lo que tradicionalmente han sido las primeras damas en México.
Beatriz tuvo en claro, desde el inicio que su labor como luchadora social, que entraba en otra fase y que su feminismo no sería silenciado, pero sí sería silencioso como el de muchas otras mujeres mexicanas que han marcado la historia de México.
La mujer en el Palacio y su rincón propio
Todos nos hemos preguntado alguna vez ¿cómo será vivir en Palacio Nacional? y ¿cómo compaginan sus habitantes la vida cotidiana con la vida pública?
Feminismo silencioso es un intento de dar respuesta a estas preguntas justo desde la óptica femenina, desde el feminismo silencioso que cobra voz en el aquí y el ahora de una mujer que no escogió esa vida, pero que le tocó en suerte vivirla y asumirla a su manera y con gran responsabilidad. Feminismo silencioso es un libro reflexivo que hace preguntarse a la propia autora, de manera profunda y sin ambajes, ¿quién es ese yo que es ella misma? ¿Quién es esa mujer que acompañó a su Andrés Manuel y a nuestro primer mandatario López Obrador? ¿Puede esa mujer ser feminista, académica, docente, madre de familia y a la vez acompañar a su esposo en la titánica tarea de la Cuarta Transformación?
En un complejo entramado reflexivo, la autora responde a esta y a muchas otras preguntas en 270 páginas que causarán polémica, pero que marcarán historia por su unicidad, por su calidad de experiencia única. Algo que tiene unicidad es aquello que no se repite, que es irrepetible, excepcional, singular, porque tiene características propias que lo diferencian de los demás. La unicidad puede aplicarse a objetos, personas, ideas o experiencias y es a partir del concepto de unicidad que pretendo acercarme al libro.
Este libro honesto y erudito al mismo tiempo es la obra de una mujer que en Palacio Nacional se preservó con la severidad del pensamiento crítico para no traicionarse a sí misma, ni a la académica en activo, ni al movimiento social que ella y nuestro presidente encabezaron, ni a su hijo Jesús Ernesto, a quien alude de manera conmovedora en la dedicatoria del libro como “el más resistente”.
Es un libro sugerente que nos hace pensar en el feminismo desde ciertas nociones interesantes como la de la resistencia, la transferencia o el silencio.
Unicidad y tradición feminista
¿Cómo dialoga Feminismo silencioso con otros feminismos?
Para Beatriz Gutiérrez Müller, como para muchas otras mujeres, no hay una sola forma de ser feminista, aunque se tengan una o varias causas en común. La unicidad, en este contexto, se refiere a la necesidad de reconocer y celebrar la diversidad, en lugar de tratar de imponer una narrativa única o universal. Esto no implica que no se reconozcan luchas y conquistas de los variados activismos feministas.
La unicidad en este sentido implica reconocer que las mujeres tienen historias, necesidades y deseos diferentes; valorar la individualidad y la singularidad de cada mujer en la compleja historia de México; un país que lleva a cuestas una historia colonial y evitar así la homogeneización de las experiencias femeninas y, sobre todo, promover la inclusión y la diversidad dentro del feminismo.
La autora sugiere que cada mujer tiene sus propias luchas, desafíos, logros y que estas historias deben ser reconocidas y valoradas, nunca ignoradas o ninguneadas en las batallas por causas comunes.
Sintetizando: la unicidad en el feminismo silencioso apela a la necesidad de reconocer y celebrar la diferencia y a un tiempo crear vasos comunicantes entre la unicidad y las narrativas dominantes y activas de la lucha feminista. Insertarse en el “soy y somos al mismo tiempo” (p. 35).
Unicidad y comunidad
No nos confundamos, la unicidad no es sinónimo de individualismo. ¿Cómo entonces se vinculan unicidad y comunidad?
Gutiérrez Müller plantea la resistencia como forma de lucha. Para ella la unicidad de las mujeres que han hecho historia en México proviene precisamente de su capacidad de resistencia.
El sostén que da soporte a la resistencia siempre ha sido una causa que contiene a la causa de las mujeres, pero que la rebasa. La autora se refiere a la causa que proviene de la necesidad de luchar por una patria más libre, más democrática y en el devenir de esa lucha ir transformándonos con ella. ¡Ardua tarea!
Un ejemplo de mujer resistente, que me ha impresionado y que se consigna en el libro, es el caso de Juana Belén Gutiérrez, una mujer valerosa que tuvo una vida intensa y no se arredró frente a la descalificación, ni a la injuria. Me atrevo a decir que esto la fortaleció, fue una luchadora social y “antagonista activa” del régimen de Porfirio Díaz. Comunicadora y periodista, creó foros para manifestar sus ideas, fue fundadora de periódicos y militante del magonismo. La guerra de calumnias e injurias que tuvo que padecer Juana Belén por ser fiel a sus convicciones, o por cambiar el rumbo cuando lo consideró necesario, fue devastadora, pero su resistencia y lo que ahora llamaríamos resiliencia, se impusieron.
Nos dice la autora, refiriéndose a las mujeres mexicanas que no se arredran y resisten:
“Fueron resistentes sin pedir a cambio fama, ni diplomas y esculturas, ni escribir en los grandes recintos su nombre con letras de oro. Seguirá habiendo mujeres de roble detrás de cada gran transformación y lucha. Mi más alto respeto para ellas, las ignoradas, las desconocidas, las olvidadas” (p. 959).
En otro momento, la autora nos comenta:
“Todas estamos hechas de roble. Sabemos crear, criar y cuidar lo creado y criado. Somos la tierra donde germina la semilla. Somos el agua que mueve los océanos. Somos el aire que despeja los montes. Somos el fuego que arde. Sabemos extinguir el fuego, mover el agua. Las mujeres mexicanas somos un yo, un nosotros, una naturaleza, una circunstancia: un aquí y un ahora. Nuestra capacidad de adaptación sobrepasa cualquier límite. Esta es nuestra naturaleza: la responsabilidad, la atención, la resolución de cualquier problema. Somos la cara frente al problema. Este huye de nosotras si lo echamos. Por ello, muchos y muchas nos temen. Somos la resistencia silenciosa” (p. 184).
Injuria y silencio
Junto con el concepto de resistencia, Beatriz Gutiérrez trabaja al silencio como otra forma de resistir.
Si bien el lenguaje, que en el libro cobra un merecido protagonismo, tiene una vertiente liberadora, también cuenta con una variante oscura. Puede tornarse en una herramienta de sometimiento, de sujeción. Lo vemos con frecuencia y por todas partes. El lenguaje puede aprisionar, cercenar libertades, convertirse en barbarie y destruir o rebajar el valor o la dignidad, puede ser justificativo de la prohibición, del ¡no tienes derecho a hablar, del no puedes decir! Es entonces cuando la palabra se convierte en descalificación, en incapacitación, en intolerancia.
Esa palabra infamante, dura, que lastima, que duele, que nos resta valor y nos quita dignidad, se llama injuria y ha sido quizá uno de los dispositivos de exclusión más eficaces que han padecido las mujeres y, por supuesto, todos los diferentes, los que no entran en la normatividad, los que la “normalidad” rechaza.
En nuestro ensordecedor presente, donde prevalece un bullicio incesante, el silencio es una fortaleza y tristemente ha sido devaluado. El silencio, nos indica la autora, es una forma de protesta frente a la injuria.
Aun cuando no podemos subestimar la injuria que ha tomado como medio de expresión al descarnado escenario de las redes sociales, en donde cualquier persona puede ser cancelada o incluso destruida, el silencio reflexivo es quizá la única opción que fortalece la capacidad de resistir sin rendirse, aunque la injuria siga ostentando una patente de corso e imponiendo su régimen de impunidad, en la tierra de nadie de la comunicación instantánea. Es el silencio el que permitió a la doctora Gutiérrez gestar este libro dejándonos entrar a su ser más íntimo y pensante, donde elaboró con inteligencia, en el silencio creativo y poderoso que es la palabra escrita.
La transferencia y su experiencia
¿Cómo define el diccionario de la Real Academia de la Lengua la palabra transferencia? y ¿cómo la incorpora Freud a su teoría del psicoanálisis?
En su definición primaria, transferir es llevar algo desde un lugar a otro y puede aplicarse en diferentes contextos: 1. Cuando se pasa dinero de una cuenta bancaria a otra se está realizando una transferencia. 2. En una clase se transfieren habilidades o conocimientos de una persona a otra, etcétera. 3. En una elaboración más compleja, el psicoanálisis señala que el analista puede observar cómo el paciente transfiere conflictos no resueltos, sentimientos, actitudes, deseos o fantasías que originalmente estaban dirigidos a figuras importantes de su pasado, como serían el padre o la madre, por ejemplo, al propio psicoanalista.
Gutiérrez Müller trabaja la transferencia en este sentido freudiano donde ella observa que muchas personas que se han acercado a ella en los últimos años, en realidad han transferido las emociones que les provoca la figura de su marido a su persona, ya sea con una transferencia positiva o una negativa.
En varios momentos del libro, la autora insiste en que las letras que emanan de él surgen de la experiencia y, en ese sentido, nadie sabe a lo que se va a enfrentar sino hasta que vive en carne propia una experiencia. En el libro elabora teóricamente sobre la interesante noción de la transferencia que sufren, sobre todo las mujeres, pero no exclusivamente.
Sin duda, el desafío de asumirse como compañera de lucha de Andrés Manuel López Obrador cobra otra dimensión en el momento que él gana la presidencia y ambos pasan a habitar el Palacio Nacional.
Ojalá en el futuro la escritora nos narre su experiencia con más detalle en un testimonio o una novela.
En un esfuerzo, nos relata su experiencia y nos alerta de lo doloroso que puede ser recibir las transferencias. De manera clara y directa nos dice:
“A lo largo de estos años he sido transferida múltiples veces. El fenómeno presenta estos momentos: primero alguien me ve de cerca, me re-conoce (supuestamente); segundo, sobre mi cara o mi cuerpo, en milésimas de segundo, se interpone el rostro de mi cónyuge; tercero, de modo inmediato paso a ser él. Mi yo es relegado, se me impone otro y sobre este nuevo yo se montan todo tipo de elogios, maldiciones, desprestigios, favores, milagros, ocurrencias, enigmas, pecados, vítores, complacencias, aplausos, y un sinfín de energías.
“Ese nuevo yo instantáneo, tan perdurable como se extienda la transferencia, puede resultar muy pernicioso para el sujeto (ya hablé antes de lo contrario: puede rendirle beneficios)”.
Continúa diciendo más adelante:
“Me las arreglo para no dejar de vivir mi vida con normalidad y pasar desapercibida… No hay nada que contestar ni alterarse, solo dar las gracias. Enseguida deshacerse de la transferencia para que el ego quede de nuevo en su lugar y no permitir encumbramientos inmerecidos. Tampoco, obvio, humillaciones inicuas”.
La unicidad de esta y otras experiencias que conforman ese aquí y ahora de Beatriz Gutiérrez Müller, en este sexenio que llega a su fin, la llevaron a gestar este libro que marcará historia porque está escrito desde una experiencia única, en donde la resistencia y el silencio creativo se constituyeron en sus armas de lucha en esta etapa de su vida que culmina en un mes, pero que dejará huella en la historia de la mujer en México.
Su fe en las mujeres mexicanas que con su resistencia promovieron y promueven cambios en México; su fe en el poder de la lectura y de la escritura como elementos transformadores y silenciosos quedarán como la aportación de la no-primera dama, de la mujer que no se siente superior porque no hay mujeres de primera y de segunda, de la mujer que supo resistir y así acabar con una tradición nociva para México y para las mujeres, para, contra viento y marea, seguir siendo quien es: Beatriz Gutiérrez Müller: mujer, esposa, madre, académica y escritora. Un ser único en su diversidad, que se asume feminista y partícipe de la causa de las mujeres en este proceso de transformación que ahora pasa a un segundo momento y con una mujer a la cabeza.
Entiendo el feminismo silencioso como aquel que se construye día a día, el que practican miles o millones de mujeres cotidianamente sin la visibilidad y la atención mediática que sí recibe el “feminismo parlante”. Estoy convencida de que ambos conviven, construyen, edifican y aportan. Uno con la acción tenaz, reservada y perseverante, el otro, tal vez, con estridencia, con poco o mucho ruido, pero ambos pueden constituir una voz única —o una suma de voces —que insuflen fuerza a causas comunes.
La interrogante que subyace en el texto y que podríamos guardar en la memoria para su lectura es la siguiente:
¿Es el feminismo silencioso la contraparte necesaria del activismo feminista?
Si lo vemos desde la plaza pública, que nos ha reunido a las mexicanas, los mexicanos y a les mexicanes, muchas y muy variadas veces en el Zócalo, donde también se han manifestado las jóvenes feministas formulando con rabia y desesperación sus demandas, ahí mismo y desde el silencio, blandiendo la palabra desde un rincón del Palacio encontraron a esta cómplice de lucha mirando, escuchando, articulando y escribiendo una experiencia única, desde la unicidad de su Feminismo silencioso.
Raquel Serur es exembajadora de México en Ecuador
AQ