‘La belle époque’ demuestra el estado ruinoso del cine francés

Cine | Crítica

Ni las excelentes actuaciones salvan esta cinta de Nicolas Bedos, donde hay exceso de frivolidad y falta de imaginación.

‘La belle époque’, de Nicolas Bedos, forma parte del 24° Tour de Cine Francés. (Nueva Era Films)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

La historia de La belle époque inicia como tantas otras: hay un hombre que desprecia al mundo moderno, tan tecnológico y lleno de realidad virtual. Víctor, interpretado por Daniel Auteuil, no se deja sorprender por las virtudes de Google y su sabiduría inmediata. Además, secretamente desprecia a su hijo, un exitoso empresario metido en un negocio que vale la pena desmenuzar. Y es que dicho negocio es, a un tiempo, premisa y piedra angular sobre las que tendría que elevarse un edificio narrativo que, en realidad, se desmorona.

El negocio en cuestión consiste en recrear periodos históricos para divertir a hombres y mujeres millonarios que, por 35 mil euros, pueden actuar a Hitler o a María Antonieta. La idea está basada en auténticos juegos de rol que, en efecto, se juegan en los países más “avanzados”. El asunto es que, gracias a su hijo, Víctor consigue una cortesía para este juego y, toda vez que su mujer lo ha corrido de casa (en una escena atroz), él decide pedir que recreen para su esparcimiento aquel año de la década de 1970 en que conoció a esa misma mujer que hoy lo desprecia. Todo lo que sigue es una sarta de lugares comunes.

Resulta, sin embargo, digno de contar que la película La belle époque goza de una recepción fantástica. El público mexicano la festeja, tal vez porque se estrenó en Cannes, tal vez porque es parte del Tour de Cine Francés. Sin embargo, esta historia es infumable. Si hubiera sido filmada por un mexicano todos estarían destrozándola. Y con razón. Para empezar, la función dramática del viaje en el tiempo resulta increíble en el peor de los sentidos. La noción de que es posible recrear un universo para hacer feliz a quien pueda pagarlo hace agua. Y no porque no suceda sino porque lo que tiene que pasar en esta obra, según su director, es que Víctor y su mujer (una psicoanalista que se acuesta con un paciente que es, además, el mejor amigo de su esposo) van a volver a amarse mágicamente gracias a este juego de rol. Y no es creíble. Estos juegos sirven para emborracharse, para reír de modo decadente, no para animar la introspección y redescubrir a aquel que fuimos hace 50 años y que no volveremos a ser.

En la película las cosas suceden así: Víctor llega reticente a su escena de 1975. Ahí encuentra a una hermosa actriz y, claro, cae rendido por ella. Poco importa que el hombre se dé cuenta más temprano que tarde que ella es en realidad la amante de su hijo, pues Víctor, según esto, “ha redescubierto el amor”. Y gracias a esto puede volver a trabajar y salir adelante. Dejar la amarga depresión de vivir con una psicoanalista mariguana que atiende a sus pacientes por Zoom.

Puede que se diga que La belle époque es un divertimento. Y tal vez lo sea, pero tan frívolo que, en el contexto del Tour de Cine Francés, lo único que demuestra es que el gran arte está de capa caída en la Unión Europea. En efecto, el Tour de este año ha servido para darnos cuenta del estado ruinoso del cine francés. Carente de imaginación tiene, sí, grandes actores que, por otra parte, resultan incapaces de sacar adelante una industria sólo con su carisma. Igual que en México, actores no faltan. Faltan guionistas y directores realmente capaces de trascender las complacencias y digerir la larga tradición de un arte que en Europa parece avejentado. La belle époque es una obrita cursi que sólo demuestra la realidad de aquel refrán tonto que dice que una cabeza sin cuernos es como una maceta sin flores.

La belle époque

Nicolas Bedos | Francia | 2019

AQ | ÁSS

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