La vida de Bernabé Jurado es escandalosa y fascinante: abogado con grandes recursos retóricos, una moral retorcida y una habilidad extraordinaria para burlar las leyes, desde los años cuarenta del siglo XX se hizo famoso por liberar criminales, sobornar autoridades, frecuentar a los más poderosos personajes de la política y a las más grandes celebridades de la farándula, por su afición al alcohol y las drogas y por sus muchos y tormentosos romances.
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En 2014 el escritor Eugenio Aguirre publicó en editorial Planeta El abogángster: la novela de Bernabé Jurado y en julio de 2022, en el Festival de Cine de Guanajuato, Carlos Bolado dijo estar preparando una serie sobre el oscuro litigante que estuvo involucrado en la llegada León Trotski a México; que asumió la defensa de William Burroughs, quien asesinó a su esposa, la escritora Joan Vollmer, en septiembre de 1951, de un disparo en la cabeza; que fraguó el fraudulento divorcio de Pedro Infante con María Luisa León, para que este pudiera casarse con Irma Dorantes, y que, entre tantas otras cosas más, participó en la espectacular fuga del narcotraficante Joel Kaplan del penal de Santa Martha Acatitla en los años setenta.
Un libro imprescindible para conocer la personalidad de este individuo es Bernabé Jurado, litigante de su destino (Loera Chávez Cía. Editorial, 1981), de la periodista María Luisa Solares, prologado por Margarita Michelena, quien dice que todo en Bernabé resulta contradictorio: “En los años cuarenta —los de su atorbellinado apogeo— pasa una y otra vez de la página de sociales a la nota roja de todos los diarios. (…) El ‘abogángster’ lo llama la prensa de entonces. Es al mismo tiempo —cosa difícil— cursi y vulgar; es violento y casero; rumboso y sórdido; astuto y sentimental. Y ya figura como pícaro redomado o aparece como magnánimo señorón”.
El libro de María Luisa Solares es un coro en el que participan el propio Jurado, al que entrevistó en varias ocasiones, lo mismo que a sus esposas y amantes y a varios de sus conocidos; recupera su correspondencia y documentos de algunos de sus casos más sonados, rescata anécdotas, contadas por el propio abogado. Por ejemplo, dice que él personalmente fue a ver al general Cárdenas para que le concediera asilo político a Trotski, y el general aceptó su petición. “Sé que otros han hecho caravana con sombrero ajeno. Pero yo fui el autor de ese hecho”.
Bernabé Jurado, quien nació en 1909, tuvo una infancia difícil después de que su familia fuera despojada de dinero y de la Hacienda de Canutillo, en Durango, por Pancho Villa. A los ocho años comenzó a trabajar de minero en Parral, Chihuahua, de donde lo rescató un primo para llevarlo a la Ciudad de México, en la que tuvo oportunidad de estudiar y aprender inglés y francés. Ese fue el comienzo de una carrera hecha a golpes de suerte y audacia, pero también de una incomparable falta de escrúpulos.
Jurado habla de las ocasiones en que tuvo que huir del país acusado de asesinato. En 1952, por ejemplo, luego de la muerte de un joven al que baleó, viajó a Miami, después estuvo en Nueva York y por último en España, donde disfrutó: “La fiesta brava, las mujeres, el buen vino”. Y sin asomo de remordimientos concluye: “Vivía como rey”.
Uno de sus condiscípulos de la universidad dice: “Se burló cuanto quiso de las leyes y de todos los valores sociales, mató, violó mujeres y se dedicó a cuanto negocio ilícito encontró”. Como su coetáneo Carlos Denegri, a cuya autoviuda defendió en un principio, aunque terminarían fuertemente enemistados, fue un corrupto que de vez en cuando realizaba acciones filantrópicas. Parecía inmune a todas sus fechorías, pero el tiempo lo alcanzó en 1980, estaba viejo, enfermo y se iba quedando sin clientes. El 14 de marzo, en su penthouse de Varsovia 1001, se suicidó con su Colt 38 Super después de dispararle “a su compañera en turno” Angélica Villarreal Reyes, que le sobrevivió algunas horas. “Bernabé se volvió loco”, le dijo a su mamá, quien la encontró tendida en un sillón de la sala, bañada en sangre.
En algunos libros, crónicas y reportajes llaman a Bernabé Jurado “el abogado del diablo”, seguramente con razón.
AQ