En general, Buen perro (disponible en cines a partir del 23 mayo) resulta entretenida. Aunque es mejor esperar a verla por streaming. Después de todo es un thriller en el estilo estadounidense de paranoia blanca: el chico privilegiado baja de la nube y condesciende a una chica “inferior” Comienzan los problemas.
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El cine de California tiene cientos de ejemplos de tramas así, pero como Buen perro es una película noruega, ciertos mexicanos discretamente racistas creerán que los dos son güeritos y, por tanto, buenos. Y resulta que no. Buen perro entrega, pues, cumple lo que promete, uno se emociona sobre todo cuando se da cuenta de que el bueno no ha terminado de rematar a batazos al malo cuando ya está tratando de salvar al más bueno de todos. Es parte del espectáculo, supongo, que todos en el cine tengamos ganas de gritar: ¡escapa ya! Eso sí, no hay discursos en el estilo de Batman (Dios gracias).
Los archienemigos del hombre murciélago siempre terminan tras las rejas porque hablan de más. Aquí no. Buen perro ofrece la posibilidad de ver un thriller un poquito más realista, aunque próximo a Hollywood y no a Trier y la trilogía sobre Oslo. Pero qué vamos a hacer. A menudo uno quiere entretenimiento y tal vez pensar que la premisa de Buen perro es muy real.
En 2019, Jean-François Braunstein escribió La filosofía se ha vuelto loca. Algunos de sus capítulos se llaman: De los buenos sentimientos a la abyección, El género y la negación del hombre y El animal y el olvido del hombre. Hay más, pero con estos basta para construir un thriller. Christian es el galán. Es rubio natural y viste de modo espectacular. Para excitar más a los amantes de la frivolidad es multimillonario. Usa Tinder, eso sí, para conocer chicas, si bien el espectador avezado notará enseguida que también busca chicos. Durante la primera cita con Sigrid ella queda encantada. Más cuando Christian recita casi a la letra lo que dice Braunstein de los buenos sentimientos. Eso sí, ella no ha podido dejar de notar una, digamos, excentricidad de Christian. Algo que en el mundo de la filosofía contemporánea no pasa de ser la característica de un hombre tan pero tan bueno que mira a la naturaleza espectacular de su país tomando un trago de vino y murmura: el mundo es un lugar terrible.
Ahora bien, una cosa es que uno tenga buenos sentimientos y otra que la UNAM publicite un seminario que se llama el posthumanismo y la cuestión de la animalidad: Michel Foucault, Jacques Derrida y Judith Butler. Con esos nombres que cada uno piense lo que le da la gana, pero cuando hay filósofas que escriben libros como When Species Meet, dedicado al deporte que practica la filósofa con su perrita y que incluye hablar de la simbiosis perfecta y postestructuralista que implica que las mucosas de ama y mascota entren en contacto, uno no puede menos que preguntarse cómo Braunstein si no es que la filosofía (o mejor, todos) nos hemos vuelto locos de verdad. Como Christian, más de uno se quejará del trato que se da a quien sufre eso que antaño llamaban disforia de género y comiendo queso y tomando vino harán caer rendida a sus pies a la chica que ha quedado convencida de que el mundo es un sitio cruel.
Entonces, el filósofo de banqueta, el príncipe azul comienza a demostrar que no es necesaria tanta filosofía para para entender aquella máxima de que de buenas intenciones está hecho el camino al infierno. Pero ¿quién cree en el infierno? Justamente aquí sólo Christian. Y habrá que ver la que arma.
Buen perro
Viljar Bøe | Noruega | 2019
AQ