Primero de enero de 2014: nos felicitamos. Es enero, Janeiro. Dicen que Jano tiene dos rostros y que en enero hay un viaje redondo por lo que será el año, un ir y venir de las llamadas cabañuelas. De ida, del 1 al 12 de enero; de vuelta, del 13 al 24. El primer día de este mes corresponde a enero y lo será también el 24, según las cabañuelas. ¿Irán y no volverán?
Catorce de enero, el año comienza de verdad. Un golpe a los buenos deseos: ha muerto Juan Gelman. Es noviembre (según las cabañuelas y en viaje de regreso); puro porque es el mes de la niña de Nepantla y duro porque Gelman ya no está.
Dieciséis de enero: un rayo lo revienta, y en añicos y centellas cae de la mano derecha del dedo más alto de Río de Janeiro. Es septiembre (de vuelta en las cabañuelas) y en México contamos con los dedos la redención de la poesía, la libertad, su independencia.
Sábado dieciocho: esparcen en tierra de Juana las cenizas de Juan. Es julio (y vienen de vuelta las cabañuelas). “¿A dónde vas, Julio de enero?”, versó quien fuera “llama trémula en la noche de piedra del virreinato”.
Viernes veinticuatro: a las doce de la noche habrían terminado las cabañuelas, pero hizo frío donde no y calor donde nunca lo ha habido. Las cabañuelas se acabaron. Es enero 24; no sabemos lo que mañana nos espera. Mucho menos que hoy yacen libros a los pies del poeta. ¿Témpora de predicciones?
Sábado veinticinco: el corazón en un hilo. Ansiedad, larga espera de noticias cortas. ¡Qué distinto este enero de 2014 a aquel de 2006 cuando José Emilio estuvo en Mérida!
Sus padres aquí se casaron dijo (también aquí) el 12 de marzo de 2013. Declaración de amor de hace menos de un año, cuando en estado de confesión comulgó con sus lectores el origen de sus orígenes. La tarde de ese miércoles le dijimos que cómo quisiéramos que Mérida fuera uno de esos diez lugares de la “alta traición” más fiel de su poesía.
En aquellas las de entonces cabañuelas, enero 6 era junio y enero 19 era junio también. Mes en que nació José Emilio Pacheco. Seis y 19, igual a 25.
Veinticinco de enero de dos mil catorce: pocos caracteres pronostican un estrago.
Las cabañuelas venían perdiendo la memoria, por eso en enero no hubo otros meses.
Enero a secas, aunque llueva sobre mojado en las páginas de la poesía: Gelman, Pacheco, inventario de poetas.
Las no noticias no siempre son buenas noticias.
Es enero 26 de 2014: José Emilio Pacheco ha muerto, y tiembla la noticia en letras de Elena Poniatowska: “hoy a las 6:20, ya está oscureciendo”.
Un domingo murió Juana Inés. Aquel domingo, José Emilio. Y se muere en jueves y se muere en sábado, y se muere en invierno y también en primavera. Las penas de enero de 2014 se hacen líquidas de letras.
Dijo José Emilio Pacheco al referirse al autor de Bestiario, muerto un lunes de 2001:
“Gracias a esos días finales de 1958 siento que mi paso por la tierra quedó justificado. Cuando entre al infierno y los demonios me pregunten: —Y usted, ¿qué fue en la vida?, podré responderles con orgullo: —Amanuense de Arreola”.
Y cuando nos pregunten a nosotros los de Mérida (y a los no de Mérida también) diremos con orgullo: “Creamos el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco”.
“Lectores somos y en la FILEY andamos”, batallando en el desierto derramado de lágrimas. Bogaremos en los versos para celebrar la palabra, en los remos de nuestro encuentro Y si vivo cien años… (aquel de 2014). Sin condiciones, José Emilio Pacheco los seguirá viviendo. Domingo 26 de enero de 2014 es tan solo una estación, la quinta de la poesía.
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* Texto publicado originalmente en El Diario de Yucatán
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