Jorge Fons y el arte del melodrama

Cine

Desafiando a la crítica, El callejón de los milagros se regocija en las cualidades telenovelescas: personajes albureros, las fiestas de barriada y la muerte escénica en la que uno no sabe si reír o llorar.

Jorge Fons, 1939-2022. (Foto: Guillermo Granados | Notimex)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Poco importan los barrocos adjetivos con los que Jorge Ayala Blanco califica a la película Rojo Amanecer (disponible en Claro Video); poco importa que diga que es telenovelera, truculenta, herrumbrosa y sentimentalistamente radical; la verdad es que tanto el hecho histórico, la Matanza de Tlatelolco, como el modo en que lo retrata Fons, son parte de la historia nacional y, vista la importancia que ha adquirido el cine mexicano, no podemos dejar de recordar con respeto y admiración a este hombre que murió en la madrugada del 22 de septiembre del 2022.

Si fuese necesario hacer apología de la obra de Fons, yo usaría el fragmento que dirige en Fe, Esperanza y Caridad (disponible en FilminLatino). Si bien la película, estrenada en 1974, adolece ciertamente de eso que Jorge Ayala Blanco llama “sentimentalismo radical” (y que puede atribuirse a una época de turbulencia política y de polarización en el marco de la Guerra Fría) el cortometraje Caridad es una pequeña joya. Además, es la única en este ómnibus de películas que reflexiona en torno al significado del amor desde el punto de vista teologal.

Fons consigue oponer en un extraordinario golpe de escena la caridad mal entendida, repartir riquezas a diestra y siniestra, con el acto afectuoso de entregarse uno mismo: dos niños que han peleado se abrazan y comparten un pan: No es necesario más para hablar de amor.

Sin embargo, la obra más celebrada de Jorge Fons es El callejón de los milagros (disponible en Vix). Y lo es con justa razón. Acostumbrado a la disciplina del set televisivo, Fons acepta cual guión de hierro un extraordinario libreto de Vicente Leñero quien consigue adaptar la novela del premio Nobel Naguib Mahfuz para conducir a estos personajes pícaros y coloridos desde un barrio en El Cairo hasta el Centro Histórico de la Ciudad de México. El callejón de los milagros culmina un periodo en el cine nacional en el que no parecía poder hablarse de otra cosa que no fuese prostitución. Desde Santa y La mujer del puerto hasta Las ficheras.

Antes de la aparición de voces nuevas, como las de Del Toro y Cuarón, el cine mexicano, parecía condenado a hablar de la mujer buena que termina mal. Es gracias a que Fons supo respetar el guión de Vicente Leñero, él pudo concentrarse en dirigir actores, en encontrar el lugar más llamativo para emplazar la cámara, para moverla con virtuosismo. Y sí, Salma Hayek termina en un burdel, como sabemos, pero el derrumbe estrepitoso de su vanidad está rodeado de un extraordinario sentido del humor. El de don Ru, encarnado por Ernesto Gómez Cruz gozando de amoríos homosexuales y dándose tiempo, además, para pontificar desde la cátedra del buen padre, el de Delia Casanova en el papel de la esposa atribulada que no conoce el adjetivo de “amor griego” pero sí el de “jotería” y el hijo en malos pasos, Juan Manuel Bernal, que termina por volver al buen camino en cuanto ve la sonrisita de su bebé.

El callejón de los milagros está lleno de guiños al melodrama mexicano. Ese que, sí, llega al arrebato en la telenovela, un género que cultivó Jorge Fons y que tanto desprecio le produce al crítico por excelencia, Jorge Ayala Blanco. Pero el arte nacional es lo que es y así está bien. Con sus personajes albureros, sus fiestas de barriada y la muerte escénica en la que uno no sabe si reír o llorar. Todo ello se transforma en arte gracias a Jorge Fons quien ha muerto dejándonos El callejón de los milagros, una de las mejores películas del cine nacional.

El callejón de los milagros

Jorge Fons | México | 1995

AQ

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