Imposible descifrar la condición anímica de Camila Sosa Villada durante una conversación. Las inflexiones de su voz basculan entre la melancolía de quien añora y el entusiasmo de quien hechiza. Buscar pistas en su mirada es un despropósito porque sus ojos están bien resguardados detrás de unos lentes de sol que casi cubren sus pómulos. He conversado con ella en tres ocasiones y no recuerdo haber visto en persona el color de sus ojos. Eso sí, el blanco de su dentadura jamás deja de asomarse al centro de una sonrisa tonificada.
Hay algo teatral en su forma de conversar. Articula las palabras con su perfecta dicción cordobesa y hace pausas que le confieren un dramatismo escénico a la situación. Ese rasgo lo comparte con la protagonista de su novela Tesis sobre una domesticación, motivo de nuestra charla a distancia: ella, desde el tórrido verano sudamericano; yo, en una contaminada Ciudad de México.
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Tesis sobre una domesticación es un libro atípico en el imaginario de Camila. No predomina la ternura de Las malas, la novela que le confirió proyección literaria internacional. Tampoco está colmada de los suplicios que desbaratan a los personajes de Soy una tonta por quererte, su libro de relatos. Es, en cambio, una novela sobre gente rica: una afamada actriz travesti, su esposo —abogado de prosapia— y su hijo (las infancias tienen un lugar privilegiado en la obra de Sosa Villada). Es, ante todo, una novela que explora las pasiones destructivas y el mundo íntimo de un personaje que se declara incapaz de amar. Una mujer que lo ha conseguido todo, excepto lo único que de verdad anhela.
Más allá de la profesión de esta actriz, ¿piensas en la dimensión performática de tus personajes?
Sí, los veo como una película. No sé si es por la influencia que ha tenido el cine en mi felicidad, pero es como si yo estuviera acostumbrada a verlos en una película. Mi trabajo ha sido traducir esas imágenes al papel. En este caso, es una actriz rebotando en las paredes del escenario, sangrando, llorando por amor. Además, La voz humana es una de las obras más difíciles de hacer. Si la hacés bien, debe ser lo más placentero del mundo.
Esta actriz se enfrenta a dos mundos: el ámbito público (los admiradores, la gente que va a verla al teatro, el director de la obra) y el íntimo (la familia, las amigas, su hijo y sus propios padres). ¿Qué ocurre en el contacto de ambos mundos?
Está bien eso que decís. Se enfrenta, libra una batalla. Todo es un trabajo para ella. Supongo que tiene que ver con la depresión, con la tristeza. Yo muchas veces me relacioné así con el mundo, como si estuviera librando una batalla. Increíblemente, cuando vos deponés las armas, cuando te abandonás a ese campo de batalla sabiendo que la vida no es tan importante, como dice ella al final, hay algo que se relaja. Eso es, precisamente, lo que no le ocurre a ella, porque hasta el final está constantemente peleando. Me resultaba atractivo escribir sobre una antiheroína así, un personaje peligroso. Fue una gran oportunidad para escribir sobre alguien que no es tan agradable ni tan dócil.
“La vida no es tan importante” es una aseveración nihilista. Sin embargo, durante gran parte de esta novela tus personajes no parecen compartir esa perspectiva.
Las vidas que importan son las que se viven felices, que se bien viven. Porque hay vidas que se vuelven cargas, y sobreviven porque está mal quitarse la vida, porque es un acto de cobardía, porque dejás mal a todas las personas que te conocen. El caso de la eutanasia no es para ignorarse. Que las personas estén reclamando una muerte digna habla también de una sabiduría. Tener una relación así de clara con la muerte me salva de tenerle miedo. Me costó cicatrices y sangre llegar a esa conclusión. Creo que es la forma más inteligente de vivir. Cuando tenés conciencia de que te podés morir en cualquier momento, la vida se vuelve más amable con vos. Más allá de que este personaje ignore todo sobre esta conclusión, me parece muy valioso pensar que las vidas tienen que ser lindas. Si la vida se vuelve una carga, no tiene por qué ser una vida.
¿La escritura es para ti una forma de darle sentido a la vida?
Sí, la escritura íntima, que lamentablemente la practico cada vez menos. Pero se trata de escribir sin ningún propósito. Vos te sentás a escribir porque te hierve algo adentro. A la escritura se va desnuda. Todos mis libros los he escrito en pelotas con el aire acondicionado encendido. No entiendo cómo se puede escribir de otra forma. Para mí hay que estar a la intemperie, esa es la escritura.
Un desnudamiento no solo del cuerpo, sino de todo el ser.
Y de lo que sos por dentro, de las cosas a las que les tenés miedo. No entiendo cómo se puede hacer economía sobre eso. Para mí es una forma de meditar.
Hay un aspecto relevante en esta novela, pero también a lo largo de tu obra: el papel de las infancias. ¿Qué te interesa sobre ellas?
Son muy interesantes literariamente. Los primeros libros que leí eran sobre niños huérfanos: Mujercitas, Tom Sawyer… Todas esas novelas son clases de literatura. Como los miro yo, me parecen sabios. Las infancias son más autosuficientes de lo que creemos, son más inteligentes y tienen mejor instinto. Han sido desvalidas de ese poder, no sé exactamente por qué. Los niños son poderosos, dicen verdades, piensan con muchísima lucidez.
Esta actriz es huérfana de amor. En un momento escribes que “no sabía amar”. Al parecer la novela transcurre a propósito de esa incapacidad.
Es que yo me pregunto: ¿por qué para vincularse con alguien el otro tiene que recibir amor y no respeto, pasión, risas o compañía? Como si el amor verdaderamente fuera tan importante para ser feliz estando con otro. El amor se vuelve muy egoísta, tiene un momento de esplendor y después no lo llenás con nada, es aterrador.
En ese sentido, la domesticación pasa por ahí: es la domesticación a un relato, la sublevación ante una ficción.
Así como lo estás diciendo. La actriz se descubre en un lugar común muy grande. Ella sufre por eso y encima no tiene palabras para decirlo. Supongo que debe ser lo peor que te puede pasar: estar viviendo una vida que no te gusta y no saber qué te está pasando. Debe ser lo más aterrador del mundo.
¿Qué significa vivir para ti?
Es agotador, es un fastidio tener que estar viva, porque no te podés morir antes que tus padres.
¿Hay un pero?
Bueno, el dinero. Me produce mucha fascinación tener dinero. Estoy fascinada con eso. La guita me vuelve loca. Poder ayudar a mis padres, hacerles obsequios… No sé, se parece mucho a la felicidad.
Tiene que ver, en el fondo, con el placer.
Sin duda, es el goce. Pero hay goces mortíferos.
ÁSS