Nancy Fraser (1947) es una aguda intelectual socialista. Teórica feminista, enriqueció el marxismo con la teoría crítica. Capitalismo caníbal y ¡Contrahegemonía ya! (Siglo XXI, 2023) profundizan en esta dirección. Fraser suscribe la centralidad de la contradicción capital/trabajo en la economía capitalista, a la vez que expone los antagonismos de ésta con sus condiciones de posibilidad, las cuales alimentan la compulsión de acumular valor inscrita en el genoma del capital (un “valor que se valoriza” a sí mismo). Aquellas condiciones de posibilidad no son mercantilizables, pero sí necesarias para que el sistema funcione, posibilitan su realización y reproducción en el tiempo. Ello hace a la marxista estadunidense hablar de una sociedad en lugar de una economía, porque el capitalismo conforma un todo.
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La índole caníbal del capitalismo la da su irrefrenable tendencia a socavar las condiciones de su reproducción. No le basta con explotar el trabajo productivo, sino que el sistema necesita consumir el entorno humano y natural que le da sustento a fin de conseguir la acumulación ampliada de capital, por lo que la crisis es intrínseca al sistema en la medida en que existe una contradicción intrínseca entre la economía y todas y cada una de las condiciones de posibilidad dentro de la cual se desarrolla. Estas contradicciones se dan “entre producción y reproducción, entre sociedad y naturaleza, entre economía y organización política, entre explotación y expropiación”.
Con la llamada “acumulación originaria” de capital, Marx trató de elucidar históricamente cómo surgieron los trabajadores libres, esto es, desprovistos de las condiciones naturales de subsistencia, compelidos por esta razón a asalariarse. Este largo proceso conllevó la conquista, la expropiación territorial y el pillaje, los cuales nunca cesaron configurando lo que David Harvey llama “acumulación por desposesión” y Fraser enuncia como contradicción entre explotación y expropiación. Todavía, según se observa en distintos espacios territoriales, se despojan a comunidades enteras mediante la coacción (legal o extralegal) para desarrollar la empresa capitalista. Estas poblaciones quedan indefensas y a merced de la expropiación permanente, vulnerables a las formas más agresivas de canibalización (en México el crimen organizado es ariete de esta acumulación por desposesión). Cada una de las etapas del capitalismo racializó a esas comunidades (indios, negros, inmigrantes) lo que permite identificar en él “una base estructural que sustenta la opresión racial”. El aporte del capitalismo financiarizado reside en que la precarización laboral, que llega al Norte global, diluyó la frontera entre la explotación y la expropiación, aunque sin extinguir el racismo.
El apetito caníbal también se ceba en los cuidados (una de las formas del trabajo fantasma conceptualizado por Iván Illich), incumbencia femenina habitualmente impaga, jurisdicción parcial de la seguridad social drenada por el neoliberalismo, materia de trabajo de inmigrantes mal retribuidas salarialmente, rehabilitados en la discusión pública por la covid-19 y terreno del conflicto entre la producción económica (orientada a la maximización de la ganancia) y la reproducción social (dirigida a la preservación del entorno vital). Colinda con esto el asalto cotidiano a la naturaleza que, tratada como si fuera inagotable, pierde progresiva y aceleradamente la posibilidad de recuperarse de la depredación del capital. Este no fue quien introdujo las crisis ecológicas, iniciadas en épocas remotas, antes bien alimentó su crecimiento exponencial sin hacerse cargo de la reproducción ecológica que la preserve. Por tanto —destaca Fraser— “la reproducción social está íntimamente entrelazada con la reproducción ecológica… y por este motivo tantas luchas en torno de la naturaleza son también luchas por los modos de vida”.
Otra damnificada por el capitalismo caníbal es la democracia, en crisis por la colisión de los imperativos económicos forzados por su racionalidad expansiva con las exigencias relativas a la reproducción de las esferas no económicas del sistema. Ello conduce a la desestabilización periódica del poder público —indispensable para su realización—, de manera tal que “esa contradicción se halla en la base de nuestra actual crisis de la democracia”. Problemas acuciantes como el calentamiento global están atenazados simultáneamente por las necesidades vitales de la población y las políticas indispensables para la viabilidad del sistema, como por el impulso irrefrenable hacia la acumulación ilimitada de valor.
La marxista estadunidense concluye proponiendo una reformulación del socialismo de acuerdo con las condiciones del siglo XXI. Esto obliga a superar la perspectiva economicista del marxismo, centrada en el ámbito de la producción, y plantearse, junto con la modificación del sistema económico, la transformación de “la totalidad del orden institucionalizado constituido por la sociedad capitalista”. En consecuencia, la lucha de clases (contra la explotación del trabajo) deberá articularse con las luchas concernientes a la reproducción social, a manera de conformar una contrahegemonía alterna al statu quo.
Profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de ‘Por la izquierda. Intelectuales socialistas en México’ (Akal, 2023) y de ‘La revolución imaginaria. El obradorismo y el futuro de la izquierda en México’ (Océano, 2024).
AQ