Carta a Francisco Toledo

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Esta carta inédita fue escrita el día en que el creador juchiteco donó el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y la colección José F. Gómez al INBA.

La obra de Toledo metaboliza los géneros y los elementos de la naturaleza. (Foto: Octavio Hoyos | Milenio)
María Isabel Grañén Porrúa
Ciudad de México /

Oaxaca de Juárez, Oaxaca, a 20 de enero de 2015


Querido Francisco Toledo:


Cuando pienso en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) galopan en mi mente gratos recuerdos. Es ahí, en esa hermosa casa del callejón del Carmen y la calle Macedonio Alcalá donde tuve el privilegio de crecer. Me regaron con agua de puro cariño y eso me permitió sacar tantas flores como tu bugambilia que cobija a los usuarios del museo.

Me veo a mis 27 años, cuando una llamada tuya cambió el rumbo de mi vida. Atraída por la curiosidad de los libros antiguos, me deslumbré ante el pequeño gran mundo que habías creado en Oaxaca: decidiste servir a la sociedad a través del arte y la cultura. Y justamente, sin saberlo, yo también había nacido con la misma vocación social. Por eso, he puesto tanta atención, he seguido tus pasos y hemos caminado juntos.

A veces, me parece que vivimos en un cuento, en el país del nunca jamás. Pero no, las historias son reales, como aquella que comienza: “Había una vez un señor que amaba tanto a su gente y a su ciudad que llenó su casa de libros y abrió sus puertas para que todos fueran a leer”. No es un relato tan fácil de creer, hoy en día es difícil encontrar algún habitante en este planeta que regale su casa convertida en biblioteca pública. Y además, ésta se volvió el punto de encuentro de poetas, músicos, impresores, diseñadores, arquitectos, pintores, escritores, cantantes, bailarines, fotógrafos, cineastas y hasta un Premio Nobel: Seamus Heaney. Estos personajes han venido a buscarte y tú los has impulsado, también los presentas al público a través de conferencias y charlas.

La hermosa casa, con sus amplios patios, no solo es un sitio agradable, sino que siempre hay verdaderas sorpresas, ya que el público tiene el privilegio de estar frente a obras gráficas originales de artistas como Alberto Durero, Lucas van Leyden, Giambattista Piranesi, Francisco de Goya, James Ensor, José Guadalupe Posada, Marc Chagall, Pablo Picasso, Joan Miró, el grupo Cobra, la editorial Fata Morgana, el Taller Martín Pescador, Rufino Tamayo, Rodolfo Nieto, Jan Hendrix, James Brown, Sergio Hernández y nuestro muy querido Rodolfo Morales, por citar solo algunas obras que han sido mostradas en las paredes encaladas del IAGO. Con tu ojo exquisito has formado una de las colecciones gráficas más importantes de Latinoamérica y también la has compartido. Esta experiencia estética ha cambiado la vida a una generación ávida del mundo del arte y la literatura, nos llena de asombro, de belleza, de reflexión, de humanidad.

El IAGO ha sido el motor de la vorágine cultural que vivimos hoy en día en Oaxaca. Fue el origen del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, abriga al Centro Fotográfico, el Taller de Papel, la Biblioteca de Invidentes Jorge Luis Borges, y sigue siendo el imán del Centro de las Artes de San Agustín Etla. Fue gracias a ti que logramos rescatar el fondo bibliográfico de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, hoy Biblioteca Francisco de Burgoa, y también el Jardín Etnobotánico del exconvento de Santo Domingo. Además, el IAGO fue el modelo inspirador del Museo de Filatelia de Oaxaca, la Biblioteca Henestrosa, la Biblioteca Infantil BS y la Biblioteca de la Casa de la Cacica, y tu generosidad fue clave para la creación del Museo Textil. Por supuesto, hoy en día, los miles de visitantes que llenan los eventos de San Pablo se deben sin duda a los 26 años del IAGO. Estoy segura de ello: es un público sensible.

Sé que la tarea emprendida en el IAGO es un acto cotidiano de amor. Me consta cómo te involucras en cada exposición o en la selección de las piezas del mes; no has escatimado un centavo para adquirir los libros de arte y literatura más interesantes y bellos del mercado; te gusta platicar con los empleados, con los usuarios de la biblioteca o con algún estudiante que te pide una entrevista para su tarea. Constantemente te encuentro tomando un café o el chocolate de la receta de la Chatita en la cafetería y me consta cuando reclamas porque encontraste una falta de ortografía en una cédula. El IAGO no ha dejado de ser tu casa y, aunque ya no habites en ella, te encuentro y te encontraré en cada maceta, en cada vitrina, en cada silla, en las rejas y la sobriedad de las salas y las puertas de madera. Sé que has creado obras bellas que están colgadas en los museos y colecciones particulares y, sin duda, el IAGO es la más viva, la más apreciada que nos has heredado.

El IAGO es una luz muy poderosa en Oaxaca, es también una enseñanza para vislumbrar el siglo XXI: compartir y servir a la sociedad. Ojalá los mexicanos aprendamos de esta experiencia y se replique en muchos rincones del país. Que cada uno, a nuestra manera, deberíamos seguir tu ejemplo.

El día de hoy fui testigo de la donación del IAGO y la colección José F. Gómez al Instituto Nacional de Bellas Artes. Es un gesto de amor también por parte de tus hijos: Natalia, Laureana, Jerónimo, Sara y Benjamín. Con este acto además nos enseñas que es posible confiar en las instituciones de nuestro país. Gracias es una palabra muy corta para expresar el agradecimiento que siento. El IAGO seguirá iluminando a Oaxaca; estoy segura que de ahí germinarán muchas semillas que has sembrado en el corazón de tu gente.

Me consta que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el INBA han apoyado al IAGO a través de los años. Estoy segura de que sabrán la dimensión de la herencia esperanzadora que hoy formalmente reciben.


Te quiero mucho:

María Isabel Grañén Porrúa


ÁSS​

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