Carta para López Obrador a favor del libro

La lectura se reduce a un privilegio si no existen apoyos para la creación de bibliotecas.

Librería móvil de Educal, herramienta del programa que lleva la lectura a zonas de difícil acceso. (Educal)
Jeannette L. Clariond
Ciudad de México /

Lic. Andrés Manuel López Obrador

Presidente de México


Sr. Presidente:

Reciba un cordial saludo. Me llamo Jeannette, nací en Chihuahua, vivo en Monterrey. Amo mi país tanto como amo los libros. Crecí en el seno de una familia libanesa; sé lo que es el trabajo arduo, no tener lengua propia y lo que significa dejar atrás las raíces. Por mis orígenes crecí en una casa en donde se hablaban tres idiomas. Mis abuelos, el árabe; mi madre y sus hermanas, expulsadas por Villa del territorio chihuahuense, se educaron en inglés en El Paso, Texas; yo me formé en español, en Chihuahua. 

Mis padres trabajaban, pero siempre los vi con un libro en la mano. Los libros han sido desde niña mi salvación. Por soledad comencé hace quince años una casa editorial en la que hemos publicado a autores nacionales y extranjeros. En nuestro fondo están las voces de Octavio Paz, Eduardo Lizalde, Elsa Cross, Alfredo Espinosa, Ricardo Yáñez, María Baranda, Christian Peña, José Luis Martínez S., diecisiete poetas jóvenes mexicanas recogidas en una antología donde está incluida Natalia Toledo, a quien mucho admiro y respeto. Tonalpohualli, Árboles de Tamoanchan, La entereza de los cuerpos despedazados de Javier Marín y un libro sobre el juguete en México, con prólogo de Elena Poniatowska, forman igualmente parte de un acervo que recoge a singulares artistas como Daniel Lezama y Javier Marín, y a sus críticos Erik Castillo y Néstor Braunstein. De la misma forma hemos publicado a poetas que escriben en otras lenguas, como el sirio Adonis, la israelí Hamutal Bar-Yosef, el libanés Abbas Beydoun, el esloveno Tomaž Šalamun, el serbio Vasko Popa, el portugués João Luís Barreto Guimarães, la italiana —recluida por veinte años en el psiquiátrico— Alda Merini, la polaca Julia Hartwig, la activista libanesa Joumana Haddad, la griega Maria Polydouri, la canadiense Anne Carson, estudiosa de los clásicos griegos y latinos. ¿Acaso podría Reyes haber escrito su Cartilla moral sin su profunda noción del mundo helénico? Asimismo, en el catálogo están poetas estadunidenses que, por vivir en un imperio, se alzan con toda la fuerza del dolor: Charles Wright, Charles Simic, W. S. Merwin, Jay Wright, el crítico Harold Bloom, Tracy Smith, cuyo libro Atravesar el agua denuncia el trato de quienes buscan cruzar el Río Bravo. Todas estas voces y tantas más que sería demasiado largo enumerar, claman desde el dolor. También lanzamos en 2006 el Primer Certamen de Poesía en Braille, lenguaje indispensable para que invidentes y débiles visuales se integren plenamente a la sociedad.

​Le escribo estas líneas para solicitar que dentro de su programa de gobierno se realice una revisión exhaustiva de la cadena de valor del libro con el fin de velar porque los procesos se ajusten al marco jurídico, lo que penosamente no ocurre en la actualidad. Creo en el libro como una cosa justa, tal vez el libro es una de las pocas cosas justas que quedan en el mundo. Todo ser humano necesita leer el dolor de los demás: hambre y sed, abandono y vacío, maltrato e indolencia, locura y privación. Cada molécula del dolor es un río helado en el que te hundes sin poderlo atravesar. El libro es una barca llena de piedad que te arrastra a la orilla. Por ello no deberíamos medir su valor en términos económicos. Publicar poetas en otras lenguas requiere de derechos, traducción, doble paginación si la edición es bilingüe. Esto hace del libro un producto, más que caro, costoso, lo que se presta a confusiones en el mercado. 

Subrayamos con respeto tres aspectos notables de su gobierno: su mirada a la pobreza, al indígena, a la corrupción. Su postura ante estos temas esenciales nos alienta. Le deseamos prosiga en esta lucha que se percibía impostergable, urgente. Lo que solicitamos hoy de usted es una revisión reflexiva del libro y de los lectores en México. Se ha dado énfasis a las bondades de la lectura, pero faltan subsidios en la creación de bibliotecas dignas para motivar a estudiantes e investigar en su seno; que los jóvenes adquieran el hábito de abrevar en fuentes fidedignas. El libro, fundamento del saber, es un derecho de todos los mexicanos, tendría que ser considerado producto de primera necesidad. Lo deseable es que escuelas, universidades, cuerpos culturales y las empresas cuenten con bibliotecas para estudiantes, profesionistas y empleados, y así crear ciudadanos más humanos y comprometidos. Que por el diálogo se suba la mirada y en cada hogar se hable de ideas, se cree un futuro.

Los pequeños editores trabajamos el libro como proyecto de vida o vocación personal. Se trata de dar a conocer ideas que muestren otras formas de entender el mundo. Nos alegra el acceso de miles de personas a los tendidos de libros que se llevan a cabo en Ciudad de México, y que se pretende homologar en otros estados. Las pequeñas editoriales, Señor Presidente, también necesitamos de su apoyo y del soporte de diversas instancias educativas y culturales para trabajar en la formación de mexicanos que, gracias al libro, crezcan en capacidad crítica, fuente de libertad y dignidad. La literatura, a diferencia de la economía, no se globaliza; se universaliza. Es oír, como pidió Hölderlin, los unos de los otros. Que quienes viven bajo una nube de dolor, hagan del libro la herramienta capaz de sanar la herida más honda de la sociedad.

Agradezco su atención y consideración a estas líneas.

RP | ÁSS

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