Cecilia Lugo: sin temor a los cíclopes

Danza

Ítaca… el viaje,toma como metáfora de partida el viaje mítico de Ulises (Odiseo) para volver a casa, la travesía de quien busca su destino; volverá a presentarse el 1 y 2 de diciembre en el teatro Raúl Flores Canelo del CENART

Carolina Ureta y Jorge Ronzón. Foto Jimena Cid
Argelia Guerrero
Ciudad de México /

La última vez que conversé con Cecilia Lugo fue en 2016, cuando ella estaba por iniciar un proceso de repliegue para pensar y descansar. Recientemente, en julio de este año, ha estrenado la pieza Ítaca… el viaje, que toma como metáfora de partida el viaje mítico de Ulises (Odiseo) para volver a casa, la travesía de quien busca su destino. La obra de Lugo, que también abreva inspiración en los versos de “Ítaca”, de Constantino Cavafis, volverá a presentarse el 1 y 2 de diciembre en el teatro Raúl Flores Canelo del CENART.
“La verdad es que pensé que estaba más cansada de lo que estaba y decidí que no podía hacer un break en mi vida todavía, así, porque implicaba dejar de hacer muchas cosas que yo quería”, me dice a propósito del receso del que volvió con esta pieza marcada por una serie de simbolismos y que, a decir de la coreógrafa, representan el viaje que cada individuo emprende hacia lo que considera su destino. “Ítaca fue el regreso mío también, un regreso de mí a mí. Es la travesía no solo de Ulises sino de todos.”


La pieza de Cecilia Lugo ilustra de la mejor forma aquel lugar común que cita que la danza es poesía en movimiento. La concatenación de movimientos acordes con la musicalidad de corte mediterráneo aludiendo constantemente al poema épico de Homero y a los versos de Cavafis son exactamente eso: la poesía de estos dos rapsodas traducidas en movimiento, transcritas a los cuerpos y llevadas al espacio.
Esta danza es una provocación para ir al encuentro de lo sagrado, ya sea físico, geográfico o simbólico, más allá del sentido religioso.
“Ítaca está en el lugar donde nosotros queramos que esté, Ítaca no es una isla, es lo que nosotros nombremos como ese lugar que está dentro de nuestro corazón. Puede estar adentro, afuera; puede ser un sitio o un estado emocional y cada quien tiene el suyo”, afirma Cecilia.
El mito, La espera, Tiempo de Verano, Travesías de humo/El Exilio, son las cuatro partes que componen la pieza coreográfica interpretada por la compañía Contempodanza. Las dos primeras en clara y directa alusión al viaje que Ulises emprende por volver a casa y los obstáculos que sortea para conseguirlo, obstáculos simbolizados por las sirenas y sus cantos; mientras Penélope, fiel y paciente, le espera durante 20 años en la isla junto a su hijo Telémaco, también enfrentando sendas vicisitudes durante la espera.

Tiempo de Verano, es la invitación a no apresurar el viaje y disfrutar la travesía sin tratar de abreviarla. Como recita el poema de Cavafis: 

Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar ahí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

Y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino…


La parte final, la que refiere al exilio, es la metáfora de aquellos que han salido de sus lugares de origen, todos aquellos que han debido dejar su hogar, físico y simbólico, quienes buscan regresar y para los que Ítaca significa la esperanza. Imposible no hacer conexión con los acontecimientos recientes y pensar, conmoverse con esta caravana trashumante que ha debido exiliarse para buscar esperanza y cuyo obstáculo han sido las peores expresiones de la humanidad moderna. De nuevo el poeta:


Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.


Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,


entenderás ya qué significan las Ítacas.

Finalmente, Lugo habla de la esencia coreográfica de la obra: “Yo respeto el perfil de cada danza, voy tratando de escucharla, quiero ser muy honesta. Me entrego a un proceso creativo que quiero que sea muy sincero conmigo, no quiero quedar bien con nadie. Quiero ser mucho más honesta y coherente conmigo”.


Un abrazo rápido y mi agradecimiento. Vuelve a su estudio como atraída por una música barroca que ha sonado desde el inicio de nuestra plática. Ha zarpado de nuevo.



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