Cenizas | Por Avelina Lésper

Casta diva | Nuestros columnistas

"Que los dioses nos ignoren... ese es, tal vez, el más grande de los regalos".

Hallazgo arqueológico en Civita Giulana, Pompeya. (Parco Archeologico di Pompei via AP)
Ciudad de México /

La muerte es impúdica. Indiscreta, nos acecha, abandona nuestro despojo en las peores condiciones. Dejamos de existir sin decoro, y captura el instante en que exhalamos el control de nuestro ser. Lo más terrible es no poder defendernos, y el testimonio se contempla con la morbosidad del investigador o del curioso.

La máscara mortuoria de Dante, realizada después de su muerte con una capa de cera. El rostro sin pensamiento, sin sabiduría, es sólo eso, precisamente, una máscara, que ha dejado de cantar sus poemas. Enmudecido los hereda a las páginas, y la Divina Comedia se escucha en nuestra lectura mientras su rostro, ya en bronce, escucha inmóvil.

En Pompeya, Italia, acaban de descubrir en las excavaciones en Civita Giulana, una villa de una familia poderosa y rica de hace 2 mil años. Un esclavo y su amo sorprendidos por la ceniza del destino. Las ropas de lana dicen que es otoño, la urgencia por la huida está en la posición del esclavo. Los observan con detenimiento, ellos ahí inermes, primero ante la naturaleza y ahora ante el tiempo. ¡Júpiter, tú, amo del volcán, cubriste de cenizas y gases a la hermosa ciudad! Mujeres, hombres, niños, animales, que cantaron tus himnos, que celebraron sacrificios, Júpiter tú los masacraste. Murieron sin saber por qué los dioses se vengaban, destruyendo sus casas, sus bibliotecas, petrificándolos, habitando perpetuamente en su propio Círculo del Infierno. El castigo continua, dos mil años después, insaciable Júpiter los exhibes, son observados, estudiados, son pretexto de turistas y científicos.

Enseres cotidianos, platos, juguetes, rollos de bibliotecas, obras de arte, la vida expuesta, la intimidad destrozada ¡Malvado Júpiter, fuego voraz! No pueden descansar, siguen excavando, siguen explotando su muerte, parque temático de la ciencia. Dicen los arqueólogos: “Es un descubrimiento con un impacto emocional”, “Nos permite un gran conocimiento de lo que sucedió”. No, nunca lo sabremos, la boca llena de ceniza que no pudo gritar, el cuerpo pesado que no puede huir, los gases nublando y ahogando el aliento, el calor, el miedo. La desesperación sin refugio, Júpiter, no hubo sitio que protegiera de tu violencia. El volcán, que creíamos montaña inmóvil, revive, se mueve, los persigue convertido en rocas, gas y polvo. ¿Júpiter, por qué estallas? Te entregamos nuestras vírgenes, te cantan los jóvenes más hermosos, calma tu ira. Que los dioses no nos miren, que nos ignoren es tal vez el más grande de los regalos. Júpiter envidioso de los pompeyanos, de esa gente ilustrada, que viajaba a sus villas de recreo a leer, dialogar, discutir si la existencia de los dioses es consecuente con el Universo. Los dioses escuchan cuando deberían estar sordos.

​AQ | ÁSS

  • Avelina Lésper

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