Por treinta años, Chile se presentó al mundo como un icono de estabilidad, desarrollo, progreso, hasta lograr convertirse en un ejemplo para América Latina: ingreso per cápita de sobre 20 mil dólares, superior a los países de la región; crecimiento sostenido, facilidades para la inversión extranjera, baja inflación y un Estado que protege el libre mercado y cumple obedientemente con las reglas del neoliberalismo. Lo que no se dice es que Chile se ha posicionado también como una de las diez economías más desiguales del planeta y no es opinión de “agitadores marxistas”, lo señalan la ONU y el Banco Mundial, usando el Coeficiente de Gini que, resumido, es un número entre 0 y 1, donde cero representaría un reparto totalmente equitativo y el 1 significaría que toda la riqueza está en manos de un solo individuo.
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Para la ONU, un coeficiente Gini superior al 0.40 es alarmante porque indica una polarización entre ricos y pobres difíciles de asumir por la sociedad. Chile tiene un coeficiente de 0.47, unos puntos sobre la desigualdad en Ruanda. De esto no hablaban los gobiernos chilenos ni la prensa internacional, sino que recitaban la imagen de un país que exhibe vinos, frutas, mariscos, cobre.
El sistema ha pregonado la libertad de mercado como un requisito de funcionamiento con la participación de muchos actores económicos. Curioso dogma. En Chile el comercio de alimentos está en manos de tres grupos económicos, las farmacias en tres cadenas, la salud en cinco empresas y las pensiones en seis corporaciones, con gran participación de inversiones extranjeras. Se llama oligopolio y no libre mercado. Esconde bajo la alfombra un polvorín social que se viene acumulando por años y es la causa del estallido ciudadano que reunió a más de dos millones de personas en una movilización social nunca vista en el país. Se desataron actos de violencia que ni la policía ni los militares pudieron contener y finalmente los políticos firmaron un acuerdo para realizar un plebiscito para cambiar la Constitución. El resultado fue que el 80 por ciento de los chilenos quiere una nueva Constitución elaborada con la menor participación de los políticos tradicionales, ampliamente desprestigiados por la población y que han hecho muy poco para cambiar la afligida situación de la población.
Texto escrito en el Taller de Periodismo Cultural, organizado por la Secretaría para la Cultura y las Artes de Oaxaca y la promotora cultural Cantera Verde, realizado a través de Zoom del 19 al 30 de octubre.
ÁSS